109. Luzbel les decía a los israelitas que él era Dios.
Hasta hacerse pasar por Dios delante de los hombres, llega el poder que Dios ha concedido a Luzbel. Llega su poder hasta decirles: “yo soy el Señor tu Dios, ve y mata a otros seres humanos en mi nombre”. Llega el poder de Luzbel hasta decirle a Abraham que mate a Isaac, su hijo para que le demuestre amor y lealtad, supuestamente al Dios de la vida, asesinando a su hijo, en honor a aquel que es el Dios creador y no destructor. En honor a aquel que supuestamente respeta la vida, en honor a aquel que supuestamente es amor. Que le demuestre, amor con un acto criminal, abominable, contrario al amor (Gen 22: 2). Hace pasar Luzbel, como voluntad de Dios, un acto contrario a la voluntad de Dios, un acto que Dios repudia como lo es asesinar personas (Deuteronomio 18: 10-12). Si Dios no le hubiera concedido ese poder de hacerse pasar por Dios, no pudiera hacerlo.
Llega el poder que Dios le ha concedido a Luzbel, hasta decirle a los líderes y a los profetas de Israel, que ellos habían visto a Dios cara a cara, cuando el evangelio de Jesús dice que nadie ha visto jamás a Dios (Juan 1: 18), y cuando Jesús dijo que todos los que vinieron antes de Él eran ladrones y salteadores (Juan 10: 8), no refiriéndose a reyes enemigos de Israel, sino a los que supuestamente vinieron en nombre de Dios Padre, se refería a los ángeles que les hablaron a los profetas, que hablaron a los jueces, que hablaron a los caudillos de Israel. Y, en consecuencia, se refería a los propios profetas de Israel, que, engañados, guiaron al pueblo a lo mas macabro de la humanidad, creyendo que lo hacían en nombre de Dios. Cuando los profetas y los líderes del pueblo de Israel decían que habían visto a Dios no mentían, ellos estaban seguros de haber visto a Dios, cara a cara, puesto que se les habían presentado cómo Dios algunos de los seres celestiales que ellos vieron. Y salían temerosos de esa presencia, maravillados de no haber muerto, si supuestamente habían estado en mismísima la presencia de Dios.
¿Entonces a quien vieron? ¿A quién oyeron? Vieron y oyeron a un ángel, solo a un ángel de Dios, y nada más que a un ángel, aunque toda la humanidad, con sus grandes maestros, diga que no, porque todos a una han sido engañados, porque en verdad nadie ha visto jamás a Dios. Solamente el que ha visto al Hijo, a Jesús, ha visto al Padre. El Padre es imposible de ser visto y conocido por ojos y mentes humanas, pues desborda todo entendimiento, por lo que solamente viendo y conociendo a Jesús podemos conocer al Padre.
Solo hay un ángel que se puede llamar mentiroso, creado para mentir, para probar. Solo ese ángel les mentiría a los Israelitas, puesto que en otras ocasiones se les aparecieron ángeles que les decían que eran ángeles. Luzbel se anticipó a la venida de Jesús, se presentó a los patriarcas como si fuera Dios, no se mantuvo en la verdad, pues solo así tenía una posibilidad de engañar a los seres humanos, con falacias, es decir, diciendo en nombre de Dios muchas verdades y unas cuantas mentiras con apariencia de verdad.
Así como Pablo también se anticipó y se infiltró en los primeros años del cristianismo entre los doce apóstoles de Jesús, dejando en sus falaces enseñanzas, el engaño de que el supuesto anticristo, anunciado por Pablo, se manifestaría al final de los tiempos. Pudiendo trabajar sus masacres silenciosas de miles de millones de almas insensatas, durante miles de años, sin que aún fuera esperado por los cristianos, cautivos de sus enseñanzas, en la Babilonia espiritual que es Roma, su ciudad espiritual, envenenada con las falacias de sus enseñanzas, tenidas no como opiniones humanas, sino como palabras de Dios mismo. Haciendo Pablo, con los cristianos que creyeran que él era Dios, puesto que adoran sus palabras como palabras de Dios, lo mismo que hizo su padre Luzbel con el pueblo de Israel, vino y les dijo que él, un simple ser humano con errores, era Dios. Con cuanta facilidad cayeron miles de millones de los hijos de los hombres en el engaño.
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