LA VERDAD ORIGINAL DE JESÚS
CAPITULO
16
LOS
DOCE APÓSTOLES
son
los representantes de Jesús.
200.
¿Son once, doce, o trece?
Ese
poderoso engaño, de tratar de destruir el número cerrado de los doce
fundamentos del muro que rodea a la nueva Jerusalén, de tratar de violar las
doce piedras sagradas del efod de Dios, engaño destinado a probar a todas las
almas humanas sin excepción, fue avisado desde el antiguo testamento, como
símbolo de lo que sucedería en la nueva alianza.
Está
escrito que el número cerrado de las doce tribus, representadas por los doce
hijos de Jacob (Israel), que son las doce piedras del altar del templo y las
doce piedras del efod, ese número cerrado fue atacado por Luzbel, cuando puso
en algunos de ellos el designio de asesinar a su hermano, José. José no murió, pues se hubiera perdido su
descendencia, se hubiera roto el número cerrado de doce, predestinado desde la
fundación del mundo. Pero como José,
realmente se perdió, al volverse egipcio, Jacob le juró a José, que sus dos
hijos, Efraín y Manasés, heredarían cada uno media tribu, tomando su lugar,
para que no se perdiera su descendencia, ni su heredad entre los hijos de
Israel. Por lo tanto, eran trece tribus,
con las de Efraín y Manasés, pero en realidad eran doce
Algo
semejante sucedió con los doce apóstoles, que son los doce hijos espirituales
de Jesús, el nuevo pueblo de Israel, el del Espíritu, el de la nueva
alianza. Sucedió que uno de ellos estaba
predestinado a perderse. Judas, un previo hijo de perdición, ya siervo de
Luzbel, elegido por Dios para tal fin. Si Dios podía elegir entre los del lado
oscuro, para ese ministerio traidor, sabía bien a quién llamar.
Cuando
Jesús fue llevado al Cielo, lo primero que hicieron los once apóstoles, fue
reunirse, e invocar al espíritu de Jesús, para que eligiera, entre dos que
ellos habían seleccionado. Los eligieron entre cientos de discípulos, que
aparte de los doce, habían seguido a Jesús, desde el principio de su
ministerio, hasta el día que fue elevado al Cielo a la vista de ellos. Eran
también, testigos de su resurrección, pues era absolutamente necesario que
todos los doce apóstoles de Jesús fueran testigos del ministerio y muerte de
Jesús, hasta su resurrección y su ascensión a los Cielos (Hechos 1:20-26).
Pablo
no pudo cumplir estos requisitos necesarios para ser apóstol verdadero, ni pudo
cambiarlos. No fue testigo del ministerio
de Jesús en la tierra, ni fue testigo de la muerte y de la resurrección de
Jesús, ni fue testigo de su ida al cielo, para volver solo el día final. Por eso, tenía que tratar de destruir el
número cerrado de los doce apóstoles. Después de tanto manejo del número con
Judas, Barsabás y Matías, estaba preparada la posible entrada de Pablo al
número de los doce, como un treceavo, como un aborto, como Pablo dice de sí
mismo (1ª corintios 15:8-9).
El
espíritu de Jesús, para volver a cerrar el número sagrado de los doce
apóstoles, de los doce fundamentos de la nueva Jerusalén, eligió a Matías, lo
eligió para que ocupara el lugar que Pablo trataría de usurpar años más tarde. Quedó
cerrado para siempre, con la elección de Matías, el número de los doce, para
que nadie pudiera infiltrarse entre ellos.
Los
doce apóstoles son irreemplazables. Nadie, además de ellos doce, es apóstol
verdadero de Jesús. Ni siquiera aquellos
más de cien discípulos y seguidores de Jesús, que fueron testigos de su
ministerio y de su resurrección, pueden ser llamados apóstoles. Matías fue
elegido de entre ese gran grupo de discípulos, seguidores de Jesús.
A
pesar de Jesús haber enviado a todos sus seguidores a predicar el reino de
Dios, a pesar de haber enviado a setenta y dos de sus discípulos de dos en dos
a sanar y predicar, estando él en la Tierra, así y todo, solamente los doce
pueden ser llamados apóstoles, nadie puede ser un treceavo apóstol.
201.
El doce costó la sangre de millones de humanos.
Fueron
muchos los siglos que tardó en formarse ese número cerrado. Fue mucha la sangre derramada a nivel
mundial, tanto de los israelitas, como de sus enemigos, para que ese número,
manchado de sangre por las falacias de Luzbel, que los incitaba a asesinar
personas en nombre del Dios de la vida, quedara grabado en la historia de la
humanidad.
Fue
derramada la sangre de millones de seres humanos, según se lee en el antiguo
testamento, y en la historia de las guerras mundiales, donde se ha pretendido
borrar de la faz de la tierra el número cerrado de las doce tribus de Israel. Un
rio de sangre humana con la que quedó escrito, imborrable, en la historia de la
humanidad, ese número sagrado y cerrado de las doce tribus de Israel, que son
las doce puertas de entrada a la nueva Jerusalén, que son las doce piedras
preciosas del pectoral del sumo sacerdote terrenal, llamadas por su nombre
propio piedra por piedra, pero que también son los doce cimientos del muro que
rodea y protege a la nueva Jerusalén, la Cuidad eterna, la ciudad de Dios, que
desciende del Cielo.
Piedras
preciosas del pectoral y fundamentos del muro que son los doce apóstoles de
Jesús. Durante miles de años murieron
millones de personas, para que ese número sagrado y cerrado, quedara grabado
con sangre indeleble en la historia de la humanidad. Así se escribió esta la
historia, con sangre. Y Jesús la firmó con su sangre.
202.
Nadie sobre de los doce.
Ni
en sabiduría, ni en autoridad, ni en gobierno, absolutamente nadie está por
sobre los doce apóstoles de Jesús. Y nadie está a la par de ellos doce. Dijo
Jesús: yo en ellos y tú, Padre, en mí, para que sean uno, así como nosotros
somos uno, y vean mi gloria que tú me diste
(Juan
17:20-22). Nadie además de Jesús, entre
todos los seres humanos, puede poner la autoridad de sus palabras, por encima
de las palabras y enseñanzas de los doce ni puede decir que sus enseñanzas
valen lo mismo que las de los doce.
Nadie
puede burlarse de ellos doce, nadie puede desestimarlos a ellos doce, nadie
puede ignorarlos a ellos doce, si desea hallar la verdad. Todo aquel que siga el ejemplo de Pablo,
desestimando a los doce apóstoles, pierde el cristianismo, se extravía del
sendero. Pablo ha dicho de sí mismo, por
dos mil largos años, que él es apóstol, con una autoridad superior a la de los
doce, y por aparte de los doce, y que por lo tanto él, no tiene que sujetarse a
los doce. Luego dice que se sujeta por voluntad propia, con lo cual parece que
acepta la autoridad de los doce. Pero en realidad estaba haciendo con esto, que
los seres humanos crean que los doce son inútiles, inoperantes,
innecesarios. Está diciendo que uno
puede pasar por alto a lo doce apóstoles. Esa es una de sus estrategias, para
probar a todos los habitantes de la Tierra.
Nadie
sobre la tierra ha tenido, o ha recibido de parte de Dios, lo que a los doce
apóstoles les fue dado. Entre esos doce,
jamás ha sido hallado Pablo. Ellos doce
recibieron las enseñanzas de Jesús mismo, en persona, manifestado para esos
doce apóstoles, durante tres años seguidos, en los cuales fue su único Maestro.
Nadie además de ellos doce ha tenido ese Maestro en esa forma, ni ha sido
elegido por ese Maestro en esa forma, ni ha sido llamado por ese Maestro, con
el nombre de apóstol. Durante tres años
El Maestro los protegió, los sostuvo y les ayudó en todo.
203.
Jesús no hizo su voluntad al elegir a esos doce.
Fue
el Padre de Jesús, el que los eligió a ellos doce. Ese Padre ya sabía quiénes
eran los doce. Ya sabía que iba a
suceder, con todos y cada uno de ellos doce.
El Padre sabía de la infiltración de Pablo, necesaria y autorizada por
Él. Cuando Jesús los llamaba, era el Padre el que se los señalaba para que lo
hiciera. Fue el Padre quien eligió a los doce. Nadie es el nombre verdadero del
treceavo apóstol de Jesús, nadie puede serlo legítimamente. Podemos decir que el Padre a nadie eligió y
Jesús llamó a nadie además de estos doce. Incluso, cuando Jesús llamó a Judas,
ya sabía todo sobre él.
Entre
los doce llamados no está Pablo, pues no pertenece al número de los doce y no
es el treceavo apóstol. Judas y Pablo tienen una relación de causa y efecto, de
señal y señalado. Judas es señal elegida por Jesús para ayudar a entender la
misión de Pablo. El Padre dejó la señal de Judas. Se tomó el trabajo de presentar, en medio de
su primera iglesia de doce a Judas, el cual al final fue removido y remplazado
por el apóstol Matías, según voluntad de lo alto (Hechos 1: 15-26). Dando a entender, que Pablo, aunque autorizado
desde el Cielo, para su misión exterminadora, probadora, será removido de su
puesto de usurpador, el día señalado por Dios, al final de los tiempos. Porque
en verdad toda la humanidad sabrá la verdad sobre la identidad de Pablo, solo
al final de los tiempos, como lo dijo el mismo Pablo en sus epístolas, que al
final todos seríamos transformados, que al final se manifestaría el misterio de
la iniquidad (2ª Tesalonicenses 2:2-17).
204.
¿Los doce son eternos?
Los
doce apóstoles son las doce piedras preciosas, del efod del sumo sacerdote
eterno. Estas doce piedras preciosas no
son un simple número de piedras preciosas indeterminadas, pues todas, una por
una tiene un nombre propio, igual que los doce apóstoles de Jesús tienen nombre
insustituible (Éxodo 28:15-29).
Los
doce apóstoles son los fundamentos del muro que rodea a la nueva Jerusalén, que
es eterna y viene del Cielo de parte de Dios.
Esos doce cimientos de la nueva Jerusalén, los apóstoles, son
inmutables, son eternos, descienden del Cielo.
Si la nueva Jerusalén es eterna, los doce cimientos de su muro son
eternos, y esos cimientos eternos son los doce apóstoles de Jesús, según dice
el libro del apocalipsis.
Si
la nueva Jerusalén desciende del cielo de parte de Dios, sus doce cimientos,
los doce apóstoles, descienden con ella, del cielo de parte de Dios. No son doce seres humanos cualquieras, no son
doce seres humanos aparecidos de la nada.
Son doce reyes, doce piedras en el pectoral de Dios. Son doce seres
especiales, doce seres elegidos por Dios, desde el principio de los tiempos,
pero puestos en la Tierra y presentados como pescadores y publicanos, igual que
el Cristo fue presentado como un carpintero.
Ellos han sido menospreciados, al igual que su Maestro celestial ha sido
menospreciado, lo cual fue previamente anunciado por Jesús que sucedería.
205.
Reconocer a los doce viene del Padre.
Reconocer
a los doce apóstoles de Jesús no es dado por la inteligencia humana. Lo normal es que los seres humanos los
menosprecien, debido al velo sutil tejido por las enseñanzas de Pablo. El que reconozca a los doce apóstoles en su
justo valor, no es porque la carne ni la sangre le haya revelado el valor
sagrado y eterno del número y de los nombres de los doce apóstoles. Es porque
el Espíritu de Jesús le está revelando la verdad y está pasando por encima de
las enseñanzas de Pablo. Aquel Pablo que pretendió ser reconocido como el
treceavo apóstol, cuyas enseñanzas son muy difíciles de desestimar, por lo
sutil de su falacia.
Si
no se tienen, no solamente el número, sino también el nombre de uno por uno, de
los doce apóstoles, y si no se reconocen, uno por uno, se pierde Jesús, se
pierde la legitimidad, se pierde el muro de la entrada a la nueva
Jerusalén. Se está en poder de los
engaños de Pablo.
Todo
ser humano que se haya dejado engañar por las sutiles seducciones de las
enseñanzas de Pablo, menospreciará la autoridad de los doce apóstoles de Jesús.
No les dará su verdadero lugar de reyes con trono, con corona, con autoridad y
poder de juzgar en el cristianismo y creerá que ellos no son únicos, sino que
hay muchos más apóstoles mejores y más sabios que esos doce apóstoles, y hará
énfasis en que los doce apóstoles eran unos humildes pescadores ignorantes, tal
como los ha tratado por dos mil años Pablo.
206.
Miles de millones los han menospreciado.
Ni
los doce apóstoles en grupo, ni uno solo de los doce, son cuestionables, no se
les puede desacatar. Ellos doce, y nadie además de ellos doce, son la esencia
misma del cristianismo. Son la Iglesia primera, son la iglesia primitiva, la
iglesia perfecta. La única Iglesia que tuvo como Sacerdote, Ministro, Maestro y
Pastor, a Jesús en cuerpo y alma. Por lo cual es perfecta sin importar los
defectos humanos de los doce apóstoles de Jesús. En ellos doce y en nadie además de ellos
doce, Jesús fundamentó su Iglesia.
Pero
millones de lectores los han menospreciado, debido a las enseñanzas de Pablo,
que delante de toda la humanidad, durante dos mil años, en sus escritos, los ha
despreciado. Pablo los ha ignorado, los ha enfrentado, los ha desafiado y los
ha regañado a ellos doce, como si no fueran los que son. Toda persona que lee el nuevo testamento lee
el menosprecio brutal hacia los doce apóstoles de Jesús, escrito en varias
partes de las epístolas de Pablo.
Toda
esta campaña de desprestigio la hizo muy sutilmente Pablo, no la hizo
abiertamente, para que no se notara. Solo se ve la campaña sistemática de
desprestigio cuando los seguidores del evangelio estudian a fondo las
enseñanzas de Jesús. Los lectores
desprevenidos, que creen sin reservas en las tradiciones, que no se atreven a
cuestionar lo que viene en las tradiciones, no perciben que Pablo está
enseñando a los demás seres humanos a irrespetar a los doce apóstoles de Jesús.
No ven que Pablo está induciendo a los seres humanos ingenuos, a irrespetar las
decisiones de Jesús y su autoridad.
207.
Son doce reyes.
El
poder de todos y de cada uno de los doce apóstoles de Jesús es único, nadie más
lo puede tener. Tienen una autoridad absoluta en nombre de Jesús. Son uno con Jesús, porque Jesús lo estableció
así, Jesús los autorizó así. Su autoridad no procede de ser perfectos, o todo
poderosos, sino de haber sido autorizados por Jesús. De ahí viene la palabra autoridad, de ser
autorizado por el que tiene todo el poder en el Cielo y en la Tierra.
Ese
poder de los doce apóstoles, esa autoridad, es infalible y es intransferible a
otros seres humanos, contrario a lo que creen los miles de millones de
equivocados, que dicen que ese poder y esa autoridad ha ido pasando, a través
de las generaciones, hasta el día de hoy, en los supuestos sucesores de algunos
de los doce apóstoles. Ellos doce han
gobernado la Iglesia de Jesús, desde hace dos mil años y jamás su poder, su
reinado, su autoridad se desvanecerá.
Ellos doce no están pintados en una pared, ni son adornos del
cristianismo, son verdaderos reyes y jueces de toda la humanidad, son los
únicos doce gobernadores de Jesús, nada más y nada menos.
208.
Los doce vieron a Jesús en cuerpo.
De
los doce se despidió Jesús, y ellos lo vieron subir al Cielo, después de
decirles que volverá al final de los tiempos a juzgar a la humanidad. El Señor Jesús subió al Cielo, a la vista de
ellos. Jesús se despidió de ellos y
luego no ha descendido, ni en cuerpo ni en espíritu, a hablar con otras
personas, o perseguidores, o profetas, para enviarlos por aparte a misiones
especiales.
Jesús,
no bajaría del Cielo, ni en carne ni en espíritu, luego de haberse ido, en
presencia de los doce, sin que ellos lo supieran o fueran informados por
Él. ¿Qué importancia tiene esto? Es
importante recordarlo, porque Pablo (y muchos más seres humanos) han dicho que
Jesús se apareció, ya fuera en espíritu, o en carne. Miles han dicho que Jesús habló
con ellos, que los envió a una misión, por lo cual se sabe que mienten.
Los
doce no vieron el Espíritu de Jesús. Nadie
puede ver el espíritu de Jesús. Jesús no
se aparece en espíritu, puesto que Jesús es Dios transformado en carne, es el
cordero, que fue degollado, y por eso resucitó en carne. Así, degollado y
resucitado, ha estado, está y estará, por toda la eternidad, delante del trono
de Dios, en medio de los cuatro vivientes.
De
la Trinidad, Jesús es el Hijo, Jesús es la carne. Jesús es el cuerpo del Espíritu santo, y a su
vez el Espíritu santo es el espíritu de Jesús.
La única forma de ver el cuerpo del Espíritu de Jesús es viendo el
cuerpo de Jesús. No hay otra forma de ver al Espíritu de Jesús, sino viendo a
Jesús. Nadie puede ver al Espíritu de
Jesús en cuerpo, sino es viendo a Jesús, a quien vieron los doce.
El
Espíritu de Jesús es enviado a los seres humanos por su portador, que es Jesús,
pero el Espíritu de Jesús no es visible, es verbo (palabras escritas y
habladas). Por tanto, cuando Pablo, dice
que lo vio, luego de haberse ido Jesús al Cielo, miente. Cuando dice que oyó a
Jesús y le habló a Jesús, también miente.
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