LA VERDAD ORIGINAL DE JESÚS
CAPITULO
13
LOS
QUERUBINES NO SON LOS EVANGELISTAS.
Los
querubines son los evangelios.
Los
evangelistas son humanos.
177.
Los cuatro vivientes no son los cuatro evangelistas.
De
los cuatro evangelistas hay más palabras, hay más escritos, como el libro de
los hechos de los apóstoles, escrito por Lucas, las tres epístolas de Juan y el
apocalipsis escrito por Juan. Todos esos escritos, hallados en las biblias, no
contienen el testimonio de Jesús. En ellos no se niegan a sí mismos sus
escritores, hablan en primera persona y enseñan con la autoridad que les
corresponde, lo que opinan que deben hacer los cristianos. También ponen por
escrito los sucesos que se dieron después de haberse ido Jesús al cielo, para
no volver más, sino hasta el día del juicio final (ver hechos 1: 10-11).
Es
de vital importancia entender esto: Para escribir los cuatro evangelios, se
negaron a sí mismos. Ellos se negaron a sí mismos, para que esas palabras,
fueran reveladas desde el Trono de Dios, a la Tierra. Si los cuatro evangelistas fueran eternos, y
estuvieran delante del trono de Dios, y en medio de ellos cuatro estuviera el
Hijo de Dios, serían como Jesús. Pero son personas. Los cuatro vivientes sí son
los cuatro evangelios, pero “no” son los cuatro evangelistas.
Los
cuatro evangelios son eternos, están alrededor del trono de Dios desde la
eternidad, por los siglos de los siglos, pero los cuatro evangelistas no están
delante del trono de Dios desde la eternidad, por los siglos de los siglos,
ellos son humanos como nosotros, que fueron usados por Dios, para que los
cuatro vivientes llegaran a dar su testimonio eterno a la Tierra.
Los
cuatro vivientes allá, delante del trono de Dios, y los cuatro evangelios aquí
en la Tierra, dan testimonio de Jesús delante del trono y delante de los
hombres, por los siglos de los siglos (Apocalipsis 4:8-11).
178.
Los evangelios no son autoría de los evangelistas.
El
gran ejemplo de los cuatro evangelistas, ejemplo grande en sabiduría, con el
que se diferencian, de los aparentemente verdaderos evangelios de Jesús, es que
los cuatro evangelistas sabían que los testimonios de Jesús, que ellos
escribieron, no eran creación de ellos cuatro, ni eran sobre ellos cuatro.
Pablo
sí escribió como si él fuera el autor y el personaje principal de sus vastas
epístolas, lo cual vemos cuando toma partes de la gloria de Dios, para gloria
de él, que es un simple mortal y escribe mucho de sí mismo, y se alaba muchas
veces. Mucha egolatría, mucha falta de
negación de sí mismo, en las epístolas de Pablo.
Del
trono de Dios vinieron esos cuatro breves libritos, y fueron dados a la
humanidad, a través de estos cuatro seres humanos. Ese es su único, inmenso e
incomparable honor, que con nadie comparten. Pues nadie es el portador de un
quinto evangelio.
Esa
sabiduría de la negación de uno mismo permite reconocer la identidad oculta de
Pablo, cuando ves a miles de millones siguiéndolo, y ves a Pablo escribiendo
muchas frases sobre él, escribiendo que lo imiten a él, y crean en “su”
evangelio, como si el evangelio fuera de él, y no de Jesús. El evangelio
verdadero es de Jesús, no de hombre alguno. El evangelio, cuando es verdadero,
es de nadie además de Jesús.
179.
Negación de los cuatro evangelistas.
Los
cuatro evangelistas dieron a Jesús toda la gloria, absolutamente toda la gloria.
Lo cual no pueden hacer los que desean la gloria de Jesús. Si se negaran de verdad a sí mismos los que
desean la gloria de Jesús, no distraerían la atención de los cristianos hacia
otros profetas, para desviarlos de Jesús.
La negación de sí mismo por parte de algunos de los testigos de Jesús,
es la señal inequívoca, para diferenciar a los verdaderos testigos de Jesús.
Los
cuatro evangelistas escribieron los cuatro evangelios sin mencionarse a sí
mismos en ellos. Los cuatro evangelistas
escriben sobre sí mismos en los evangelios, solo cuando es estrictamente necesario,
pero refiriéndose a sí mismos en tercera persona, como si no hicieran parte de
la historia que describen, como si fuesen otra persona. No se leen en los cuatro evangelios, frases
que hablen de “cuando nosotros…”, o “cuando yo…”, o “me dijo…” o “le hice…”.
Tampoco se leen en los cuatro evangelios frases de grupo, como, por ejemplo,
“cuando nosotros esto o aquello”, frases tan abundantes en las epístolas de
Pablo, con las cuales desvía a los humanos, sin que estos se den cuenta, y les
impide negarse a sí mismos. Con el mal ejemplo que les da, les impide darle
toda la gloria a Dios.
Nada
de esos malos ejemplos y robos de la gloria de Dios, sucedió en los cuatro
evangelios, pues los evangelistas se describieron a sí mismos hasta con otros
nombres. Eso se llama escrúpulo,
pulcritud, honestidad, no tomar para sí ni una pequeña parte de la gloria del
Señor. Es una voluntad totalmente
contraria a la de Pablo. Esta forma de
escribir los cuatro evangelistas, los evangelios sobre Jesús, esta negación de
sí mismos, es verdadero respeto por su Maestro descendido del Cielo, como
descendidos del Cielo son los cuatro evangelios, que ellos recibieron y
escribieron, sobre las enseñanzas y las obras de Jesús. Este ejemplo de negarse a sí mismos los
cuatro evangelistas, es un ejemplo digno de admiración y de ser seguido. El gran ejemplo de los cuatro evangelistas es
no estar en lo que escribieron, no tomar ni una pequeña parte de la gloria de
Jesús.
180.
Negación de Mateo.
Cuando
Leví tuvo que mencionar que, estando sentado en el lugar de los tributos,
recibió y atendió el llamado que le hizo Jesús, para ir en pos de Jesús
dejándolo todo, Leví escribió que un hombre llamado Mateo, estaba sentado en el
lugar de los impuestos, y Jesús lo llamó, y ese Mateo, dejando todo, le siguió
(Mt 9: 9-13). Leví se negó a sí mismo al
no escribir su propio nombre, al no hablar de sí mismo, ni del grupo de los apóstoles
en primera persona, ni hablar desde su punto de vista.
En
el evangelio de Jesús según Lucas (Lucas 5: 27-32) y en el evangelio de Jesús
según Marcos (Marcos 2: 14-17), dice que Mateo, en realidad, se llamaba
Leví. Leví no buscaba su gloria, sino la
gloria de Jesús. Leví (Mateo) hizo algo
totalmente contrario a lo que hizo Pablo en sus epístolas, donde se negó aparentemente
a sí mismo, pero en realidad se afirmó a sí mismo. Pablo habla demasiado de sí
mismo, de “su” evangelio.
Si
a uno le es dado entender la total y profunda negación de estos cuatro
evangelistas, por contraste con las “no negaciones” de otros, entiende las falacias
y la altivez de Pablo, el usurpador, que viene en su propio nombre, a robar,
matar y destruir, según advirtió Jesús (Juan 10:10-12). Pablo quiso tomar, con
falacias, para sí, la gloria de Jesús. Solamente
si uno respeta la gloria del que lo envió, sabe cuándo otros respetan, o no
respetan, la gloria del que los envió, sin apropiarse ni siquiera de una
pequeña parte de esa gloria, por insignificante que les parezca.
181.
Negación de Marcos.
Es
muy posible que Marcos, en el evangelio de Jesús, escribiera de sí mismo, en
tercera persona, cuando describió a un joven que tuvo que huir desnudo, del
huerto de los olivos, la noche del arresto de Jesús (Marcos 14: 51-52).
Marcos,
antes de ser el secretario personal e hijo espiritual de Pedro (1ª Pedro 5:13),
fue compañero de viajes y compañero de predicaciones de Pablo. Marcos y Pablo se separaron luego de un
fuerte e insalvable desacuerdo entre ambos, cuyos motivos quedaron guardados en
secreto en su momento (Hechos 13:13) (Hechos 15:36-39). Marcos se separó de Pablo, de improviso y sin
una mínima explicación de por medio, regresando Marcos a Jerusalén.
Luego
de saber la identidad oculta de Pablo (el que usurpa), cualquiera saca
conclusiones de cuáles serían las razones secretas, tan importantes, como para
quedar esa separación fuerte de Marcos, registrada entre las crónicas de los
apóstoles, unos verdaderos y otros no tan verdaderos. Después de dejar la compañía de Pablo, cuya
verdadera doble identidad era un secreto, Juan Marcos, acompañó a Pedro hasta
el final de sus días, fue sus secretario y dicen algunas tradiciones que Marcos
escribió en parte lo que Pedro predicaba en Roma (1ª Pedro 5:13).
182.
Negación de Lucas.
Lucas
escribió el evangelio de Jesús como un evangelio de autor desconocido, sin
firma alguna. Se sabe que este tercer
evangelio, el del viviente con rostro de toro, lo escribió Lucas, por sus
semejanzas de estilo con el libro de los hechos de los apóstoles, pues ambos
libros los dedica el mismo escriba, a un supuesto discípulo, llamado Teófilo,
que quiere decir, el que tiene sed del conocimiento de Dios.
Los
dos libros son de la misma persona, porque les da los nombres de primer libro
sobre el testimonio de Jesús y segundo libro sobre los hechos de algunos
apóstoles. Libro este de los hechos de
los apóstoles, que no es un evangelio de Jesús, ni está delante del trono de
Dios por la eternidad, como sí lo está el primero de los dos libros, el evangelio
de Jesús según Lucas.
Lucas
no firma el evangelio de Jesús con su nombre, ni se cambia de nombre, ni pone
un seudónimo. Solo en el prólogo habla en primera persona, anónima, para narrar
por qué, siendo un gentil, alguien ajeno al pueblo de Israel, está escribiendo
una historia de judíos, tan importante para la humanidad. Lucas fue a la fuente misma de los hechos del
Mesías, con todo el respeto que el Señor merece de las criaturas que llegan a
conocerlo. Lucas escribe con fidelidad,
la verdad expresada a él, por los que fueron testigos oculares de estos hechos
y a la vez ministros de la palabra, es decir tuvo que hablar con la madre de
Jesús y con los doce apóstoles verdaderos de Jesús (Lc 1: 1-4). Pablo contrario
a esto dice que “su evangelio” lo recibió de Jesús y no necesitó a las personas
que Lucas dice haber entrevistados.(Gálatas 1:11-12).
El
segundo libro de Lucas, el de los “hechos de algunos apóstoles”, es un libro
humano, inspirado por el espíritu de Jesús, que indica la vida de los primeros
apóstoles, unos verdaderos y otros no tan verdaderos. El libro de los hechos ha quedado como
testimonio de las obras y enseñanzas de Pablo, para que las naciones, vean cómo
fue que se infiltró, con cuales falacias ha seducido a las naciones y las ha
extraviado. Si alguien lee los cuatro evangelios y no lee el libro de los
hechos de los apóstoles, no pierde a Jesús y ese conocimiento le es suficiente
para seguir a Jesús. El libro de los hechos no es imprescindible, como sí lo
son los cuatro evangelios.
183.
Negación de Juan.
Juan
escribió en tercera persona. Juan,
siendo de tan alta importancia entre los apóstoles de Jesús y aun siendo tan
importante en toda la historia del cristianismo, se negó a escribir sobre sí
mismo en el evangelio de Jesús según Juan.
No escribió de sí mismo en primera persona, ni aun sabiendo que era el
discípulo y el apóstol preferido por Jesús, sino que se refería a sí mismo en
el evangelio, como al discípulo a quien más amaba Jesús.
Está
muy involucrado Juan con Jesús. Es el apóstol de confianza, aquel a quien le
reveló más secretos. Es aquel a quien Jesús le entregó su madre, que es la
Iglesia, para que, con las alas de águila de Juan, la llevase lejos de
Babilonia la grande, lejos de Roma en forma espiritual, lejos de la ramera,
mientras pasan los tiempos de las naciones, los tiempos de la impostura de
anticristo (Apocalipsis 12:1-6 y 13-17).
Siendo
Juan aquel apóstol que debe volver para profetizar a los pueblos (Apocalipsis
10:11), siendo que permanecerá hasta la venida del Señor (Juan 21:22), así y
todo, Juan desaparece en el evangelio que escribió sobre la vida de Jesús.
Juan
solo se menciona a sí mismo con nombre propio, cuando tuvo que enumerar la
lista de los doce apóstoles. Es un respeto grande y lleno de la sabiduría,
opuesta en todo, esta sabiduría de los evangelios, a las enseñanzas Pablo, que
han seducido a las naciones durante dos mil años.
184.
Sin negarse no hay evangelios, ni apóstoles, ni cristianos.
En
los evangelios llamados apócrifos Jesús queda opacado por personajes
secundarios y por los escritores. Son muy de este mundo. Ese es uno de los
elementos para saber que los cuatro evangelios sí son los que deben ser. Si Jesús
para dar a conocer al Padre se niega a sí mismo, por consecuencia los
evangelistas para dar a conocer a Jesús se niegan a sí mismos. Sin negación de sí mismo no hay fidelidad en
lo escrito. También los doce apóstoles de Jesús, que hablan autorizados en
nombre de Dios, se niegan a sí mismos.
Todos son uno con el Padre porque se negaron a sí mismos. La negación de sí mismo es imprescindible,
para ser discípulo de Jesús, nacido de la lectura los cuatro evangelios y de
las enseñanzas de los doce apóstoles.
Es
imprescindible negarse a sí mismo para dar testimonio real de Jesús, ya sea
para predicar o para escribir sobre él. La falta de negación convierte al ser
humano en usurpador de la gloria de Jesús, lo convierte en anticristo. Anticristo no es el que está contra Cristo,
sino el que se desvía tan solo un poquito a la humanidad. Como Pablo, que en
vez de negarse a sí mismo, tenía que afirmarse a sí mismo y llamar mucho la
atención sobre su persona para atraer a los humanos hacia él. Jesús, contrario
a Pablo, atrajo a todos a sí por la negación de sí mismo, al dar su vida en la
cruz para cumplir el plan del Padre.
Negarse
a sí mismo es la esencia del cristiano, de todo seguidor de Cristo, es algo que
no se puede dejar de hacer, y no se puede dejar de buscar durante toda la vida
hasta el último minuto. Negarse no es algo opcional. Negarse a sí mismo es la única forma de ser
uno con Cristo y con el Padre, no hay otra forma de ser cristiano. Sin negación
no hay evangelio de Jesús. Negarse a sí mismo es el sendero de los nadie.
185.
Nadie puede escribir un quinto evangelio.
Nadie puede escribir un quinto evangelio,
puesto que no hay cinco ángeles, no hay cinco querubines, no hay cinco
vivientes, delante del trono de Dios, dando testimonio de Jesús por toda la
eternidad, rodeando al cordero de Dios. Nadie
tiene ese poder. Nadie es tan importante.
Hay muchos evangelios escritos desde los primeros tiempos, pero solo hay
cuatro evangelios autorizados por Dios mismo, solo hay cuatro seres vivientes. Los profetas Ezequiel y Juan vieron solo a
cuatro vivientes delante del trono de Dios. (Ez 1: 1-7), (Ez 10: 9-22),
(Apocalipsis 4: 1-10). No fue visto un
quinto ángel, un quinto serafín, un quinto viviente.
Nadie
puede ser un quinto viviente, un quinto querubín, un quinto evangelio, igual
que nadie puede ser el treceavo apóstol de Jesús, pues Jesús a nadie constituyó
como su treceavo apóstol. Anatema ha sido, es y será siempre quien pretenda
ser, ya sea quinto evangelio o el treceavo apóstol, y ambos anatemas se hizo Pablo,
para poner a prueba a los cristianos de toda la Tierra y de todos los
tiempos. Pablo, para poder seducir a
miles de millones de seres humanos, tenía que pretender ser el treceavo apóstol
y pretender tener un evangelio propio aparte de los cuatro evangelios, y así lo
hizo.
186.
Si aceptas evangelios humanos, pierdes a Jesús.
Los
cuatro evangelios no son libros sujetos a aprobación de lectores, ni pueden ser
objeto de premios de literatura. Son una llave para abrir la puerta al
infinito. Si cambias las enseñanzas de los cuatro evangelios, por enseñanzas
humanas, pierdes a Jesús. Los cuatro
evangelios son algo nunca visto sobre la faz de la Tierra. Los cuatro
evangelios no son de este mundo, no son de la Tierra. No hay tesoro que pueda
comparárseles a los cuatro evangelios.
Nada hay sobre la Tierra semejante a esos cuatro evangelios, ni hay algo
más importante que esos cuatro evangelios, ni lo habrá sobre la Tierra.
Al
elogiarlos a ellos cuatro, como la fuente celestial de donde mana la sabiduría
de Dios, que desciende del Cielo a la Tierra, según fueron revelados por Dios,
no estamos desestimando a los demás escritores y escrituras, ni destruyéndolos,
solo estamos reconociendo el lugar de escrituras sagradas, eternas, que no
pasarán, lugar sagrado dado por Dios, a esos cuatro evangelios cuando los creó,
desde la eternidad. Los cuatro
evangelios son el código de Dios, los demás libros son de la Tierra. Si alguien da un testimonio de Jesús no
procedente de la fuente celestial, no procedente de los cuatro evangelios, no
está unido a la vid, no tiene a Jesús, no va por el sendero de Dios.
187.
Juan vio a un ángel volando con un evangelio.
En
el apocalipsis, Juan vio en el Cielo, al final de los tiempos, a un ángel
volando, con un evangelio eterno procedente del Padre, para predicarlo a los
moradores de la Tierra, a toda nación, tribu lengua y pueblo (Apocalipsis 14:
6). ¿Será ese un supuesto quinto
evangelio, el esperado por gran parte de la humanidad, que esperan que alguna
palabra, de un momento a otro, cambiará la forma de ver el cristianismo?
Pero
no lo vio Juan como un quinto evangelio, una verdad adicional sobre Jesús. No
vio Juan a ese ángel volar por lo alto de Cielo con un nuevo evangelio, sino
que es un evangelio eterno dado para los hombres, al final del tiempo. Es al final de los tiempos que viene ese ángel,
volando por lo alto del Cielo, con ese evangelio eterno, como testimonio a las
naciones. No es un pregón destinado a
que las naciones conozcan mejor a Jesús.
Ese evangelio es, en verdad, un juicio a los hombres, que no creyeron en
los cuatro evangelios de Jesús, y le añadieron las falaces enseñanzas de Pablo,
y las enseñanzas de los demás teólogos y maestros humanos (Apocalipsis 14: 6-8).
De
no ser suficiente con los cuatro serafines, con los cuatro evangelios, de ser
necesaria una nueva revelación, un nuevo evangelio, entonces la enseñanza de
Jesús hubiera sido incompleta, el Señor habría perdido su tiempo aquí en la
Tierra, y los que no hubieran podido conocer esa revelación complementaria,
estarían por fuera de la salvación, por tener información insuficiente. Ese
evangelio eterno ha de coincidir, perfectamente, con los cuatro evangelios, y
es la prueba de que Jesús fue fiel a la palabra que el Padre le dictó, desde el
trono celestial, por lo que a su vez es el juicio de Dios, que cortará de raíz
las falacias, que le había añadido Pablo, al evangelio de Jesús. Pero ya será tarde para los que traspasaron
las enseñanzas de Jesús, porque ya será la hora del juicio de Dios, ya será la
hora final, según dice el apocalipsis.
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