17: Apóstoles infiltrados


LA VERDAD ORIGINAL DE JESÚS
CAPITULO 17
APÓSTOLES INFILTRADOS


209. Judas infiltrado por Dios Padre.
No fue que el padre, siendo supuestamente injusto con judas, decidió su perdición, sino que antes de ser elegido para ser llamado al grupo de los doce apóstoles, ya judas se había perdido para siempre. El Padre no iba a condenar a una persona que previamente no se hubiera condenado ya, que no fuera un hijo de perdición antes de ser llamado. El padre ya sabía que judas se iba a suicidar, ya sabía que Judas no tenía posibilidad de entrar a su reino. Judas había de ser un asesino, antes de ser llamado. Jesús lo sabía también. Si ellos dos no superan eso, ninguno de los dos sería Dios.
Jesús no hacía su voluntad, sino que siempre, sin excepción alguna, hacía la voluntad del Padre. Por lo tanto, el Padre le dio la orden a Jesús, de infiltrar a Judas, entre los doce, como una señal, como un símbolo del verdadero traidor, el falso apóstol infiltrado en el número sagrado y cerrado de los doce, Pablo.  Judas es como un anuncio de este otro hijo de perdición, que iba a infiltrarse, por orden de Luzbel, pero contando con la previa autorización de Dios. El propósito de infiltrar a Judas y a Pablo es poner a prueba las almas de todos.
Cuando Jesús llamó a Judas, ya sabían que ese llamado sería el sello final de la condenación de Judas Iscariote.  Pero Jesús y el padre no dañaron a Judas Iscariote, sino que Judas Iscariote ya era hijo de perdición, ya había elegido su propia perdición antes de ser llamado, con sus obras. Pues de no ser así, el Padre hubiese elegido a otro que ya fuese hijo de perdición.  Así mismo Pablo había elegido odiar al cristianismo y ser el primer asesino de los apóstoles y seguidores de Jesús.  A Pablo no lo volvieron falaz, ni Jesús, ni el Padre, ya Pablo era el que era.

210. Judas señal sobre el anticristo.
Judas es símbolo de Pablo, que también, sin ser del número de los doce, había de infiltrarse luego de la partida de Jesús, desde el principio del cristianismo. Se infiltró para hacer la guerra espiritual a los doce apóstoles, desde adentro mismo de la Iglesia y desde la dirección de la Iglesia. Se infiltró para vencerlos por un tiempo limitado, según el designio y los tiempos previamente establecidos desde lo alto.
Judas ocupaba un alto cargo, entre el número los doce llamados directamente por Jesús, (manejaba el dinero) y por eso fue por lo que nadie sospechó, que fuera precisamente Judas, el que iba a ser el traidor, el hijo de la perdición, que Dios había puesto camuflado, oculto, entre los doce.
Nadie se esperaba esa estrategia magistral de Dios, de llamar a un traidor al grupo de los doce, sin ser de los doce, dejando sin revelar el nombre del doceavo verdadero, el nombre de Matías, hasta después de haberse ido Jesús.  Así también con el supuesto apóstol Pablo, nadie se esperará, por la altísima importancia del personaje, que él sea el anticristo, el usurpador.  Nadie se esperaba una estrategia tan extraña de parte de Dios.
En varios elementos coinciden la elección de Judas y la de Pablo.  Van a decir algunos seres humanos que esta estrategia es muy retorcida, pero no es verdad, porque Dios todo lo hace como desea, y nosotros hemos de aprender sus designios, estar muy atentos a sus señales, y seguir sus senderos “estrechos”. Entonces no es estrategia retorcida, es sendero estrecho con recovecos.
Judas Iscariote y Pablo, pretendieron ser del número sagrado de los doce apóstoles de Jesús, pero los dos, en verdad son hijos de perdición.  Judas, el primer hijo de perdición, es una señal puesta por Dios y después removida, para que todos aquellos que deseen hallar la verdad, sepan que, entre los doce, con la previa autorización de Dios Padre, se iba a infiltrar un hijo de perdición, sin ser del número sagrado de los doce apóstoles de Jesús. Se iba a infiltrar un falso apóstol, Pablo, para prueba de la fe de todos los seres humanos, pero al igual que con judas Iscariote, cuando le llegue su tiempo habrá de ser removido. 

211. Un rayo caído del Cielo trajo a Pablo.
Pablo dijo que era Jesús el que había descendido del cielo, como un rayo y se le había aparecido, para obligarlo por la fuerza a ser cristiano. Esto es algo imposible. Pablo dijo que lo derribó, lo encegueció, lo sometió, lo redujo y lo obligó a dejar de perseguir cristianos. Pablo dijo que lo obligó a ser un líder cristiano sin respeto de su decisión.  En realidad, tiene todos los elementos para decir que era Luzbel el que había descendido del Cielo, como un rayo y obrando prodigios. Jesús dijo que veía a Luzbel, no ascender del infierno, sino descender poderoso, desde el Cielo, como un rayo (Lucas 10: 18).
Jesús dijo esto para avisarnos a los cristianos sobre la suplantación que hizo Luzbel de su persona, autorizado desde el Cielo, para probar a todos los seres humanos.  Suplantación que usó Luzbel para darle vida a Pablo, en la persona de uno de sus siervos, uno de los hijos de perdición, el encarnizado perseguidor de los primeros cristianos. Aquel que perseguía a muerte a los doce apóstoles de Jesús y a sus seguidores, aquel que cuidaba complacido, los vestidos de los asesinos de Esteban, el diacono (Hechos 7:58 y 8:1).
Dijo Jesús que veía a Luzbel como un rayo para que los cristianos pudiéramos unir esa exclamación de Jesús con el rayo que derribó y encegueció a Pablo ((Hechos 9:1-18). ¿Qué tal si Jesús no nos hubiera dejado esa señal celestial, cuando dijo esa frase suelta, casi misteriosa, diciendo que veía a Luzbel descender desde el cielo como un rayo? Esa frase de Jesús es una llave esperando ser usada a su debido tiempo.
Se sobreentiende que Luzbel descendió del cielo autorizado por Dios (Job 1:6) (Job 2:7). Sucedió para que ese espíritu de engaño (1° de Reyes 22: 1-38), llevara al pueblo de Dios a la cautividad de la Gran Babilonia. Las cadenas de la cautividad son las enseñanzas del falso profeta que, siendo israelita, tenía también la ciudadanía romana (Pablo).  Se sobreentiende que todo esto sucedió por designio de Dios, no contra la voluntad de Dios.  Nada de lo que sucede sobre la faz de la Tierra, sucede sin la previa autorización de Dios.

212. Ese rayo no le cayó a cualquier humano inocente.
Ese rayo, no le cayó a cualquier israelita, con ciudadanía romana. No le cayó por azar a un ingenuo.  No le pegó a uno cualquiera, desprevenido que pasaba camino de Damasco. Ni le pegó a uno del grupo de los fariseos. Le pegó al más apto para ese trabajo. Pablo se complacía profundamente en el exterminio y en el asesinato de los cristianos (Hechos 8:3) (Hechos 9:1-2). Pablo ya era el primer y más famoso anticristo. Ese rayo le cayó justamente al que le podía caer, a un siervo de Luzbel, a alguien que odiaba a muerte al cristianismo. Por lo que también odiaba a muerte a Cristo y odiaba a muerte a su Espíritu. 
Un ser humano puede que no sea cristiano, o que crea que el cristianismo esta errado, incluso puede ser que a un ser humano le disguste el cristianismo. Pero algo muy, pero muy diferente, es ser las primicias del mal, ser el primer y el más apasionado exterminador de cristianos, alguien que respiraba odio hacia el cristianismo. Eso es blasfemar contra el Espíritu de Jesús en su estado máximo, puesto que el cristianismo está guiado por el espíritu de Jesús. 
Si la blasfemia contra el Espíritu de Jesús jamás tendrá perdón, (Marcos 3:29) (Lucas 12:10), entonces es imposible que alguien que haya blasfemado de esa manera contra el Espíritu de Jesús, sea siquiera un apóstol de Jesús. Y menos, que Jesús se haya tomado el trabajo de volver a la Tierra, a hablar con el gran blasfemo de la bestia, ya perdido eternamente, para hacerlo el más grande de los apóstoles de Jesús, contrario a lo que les había dicho a los doce.
Ese rayo de perdición le cayó al que previamente había decidido ser el primer perseguidor y asesino de los cristianos.  A aquel que por dos mil años ha escrito nombres de blasfemia, en la frente de la ramera (iglesias que siguen a Pablo). Esa ramera que está sentada encima de la bestia (Roma), se embriaga con la sangre de los santos y de los mártires de Jesús (Apocalipsis 17: 1-6). El falso profeta, que hace que los habitantes de la tierra se extravíen y adoren sus enseñanzas humanas como si fueran palabras de Dios. Lo cual es la suprema blasfemia, usurpando el lugar de Dios, llegando a ser la abominable desolación de las enseñanzas de un hombre, en el lugar de las enseñanzas de Dios.

213. Jesús no entregó el cristianismo al enemigo del Espíritu Santo. 
Jesús al enemigo le permitió crear una realidad paralela, una opción muy parecida pero diferente, una alternativa. Jesús entregó el cristianismo a los doce y a nadie además de ellos doce. Jesús avisó que era necesario que las personas fueran probadas a ver si en verdad creían. Esta de Pablo es a prueba enviada del Cielo. Los doce sembraron el cristianismo y no se pusieron a atacar cuanta frase se decía errónea. Ellos estaban en lo suyo y Pablo por su lado presentaba enseñanzas humanas como palabras de Dios, a ver quién se deja llevar.
Jesús no hubiera puesto al primer y mayor asesino de cristianos, al primer perseguidor encarnizado de los doce apóstoles, al exterminador, al que los odiaba a muerte, con la misión del más importante cristiano de todos los tiempos. Como desde su puesto de usurpador, Pablo hace que lo vean hoy los cristianos de las naciones. Eso no lo hizo Jesús. Fue Luzbel el que introdujo a Pablo, autorizado desde lo alto para probar a todos los habitantes de la Tierra.
Miles de millones de cristianos de todas las denominaciones y sectas, cada que mencionan las enseñanzas, de las epístolas de Pablo, dicen que fue Dios mismo el que habló. Ante sus enseñanzas hacen tal reverencia, como que están ante las enseñanzas de Dios. Eso no lo hizo Jesús, ni perdió tiempo hablando de ello. Ahí están el sendero estrecho de Jesús y el camino amplio de Pablo para que cada uno vaya por donde le plazca. Dos senderos en la misma iglesia. Dos iglesias en la misma iglesia.

214. El Espíritu de Jesús a nadie ha derribado o enceguecido. 
Jesús no hubiera obligado a Pablo a seguirlo, Jesús no hubiera derribado y enceguecido a Pablo, para obligarlo, quisiera o no quisiera, a decidir convertirse en cristiano.  Los cristianos que conocen a Jesús, los que son de la verdad, saben bien que jamás Jesús obliga a un hombre a salvarse o a trabajar para Él.  Jesús respeta la libertad de todo ser humano, porque Jesús nos libera.  Jesús es todo lo contrario que ese rayo diabólico, visto por Jesús, descendido desde el mismo Cielo, pues Jesús es la libertad.
El espíritu de Jesús no derribó a Pablo.  El espíritu que derriba a las personas es el espíritu de Pablo. El espíritu que hace que las personas pierdan la luz de sus ojos, al perder la conciencia. El espíritu que los enceguece momentáneamente. El que hace que las personas pierdan la fuerza, que pierdan la energía, que caigan sin control al piso. Ese es el mismo espíritu falaz que cayó sobre Pablo, lo derribó y lo encegueció.  Es un espíritu que quita, que tumba, que derriba.  Pero el espíritu de Jesús da luz, ilumina la visión, da vida, da fortaleza, da control de sí mismo al ser humano. Nada quita al cristiano, el cual no pierde las fuerzas, ni pierde la conciencia, derribado en el piso, sino todo lo contrario.
¿Por qué, ingenuamente, reciben a cualquier espíritu como venido de parte de Dios?  «Escudriñad los espíritus, a ver si de verdad son de Dios, porque muchos falsos espíritus han salido a escena en el mundo» enseñaba Juan, el apóstol preferido de Jesús, desde el siglo primero. Los seres humanos temerán llamar falso apóstol a Pablo. Temerán decir que las palabras de Pablo no son la palabra de Dios. Más temerán decir que las enseñanzas de Pablo no son del espíritu santo.  Temerán por estar extraviados de la verdad, por no conocer las enseñanzas de Jesús, temerán diferenciar el espíritu falso, que les trae Pablo.  Lo que más temían, que era blasfemar en contra del espíritu santo y por eso no se atrevían a diferenciar los espíritus, eso es lo que les vino, la condenación, por recibir el espíritu falaz, y en ello, blasfemar del verdadero espíritu de Jesús.

215. Una blasfemia real contra el espíritu santo.
Quien reciba a Pablo, como un apóstol de Jesús, como uno de los gobernadores de Jesús, como un profeta verdadero de Dios, y quien diga que las enseñanzas de Pablo son palabras de Dios, son un quinto evangelio, blasfema en contra del verdadero espíritu de Jesús. 
Cuando alguien en verdad tiene el espíritu de Dios, no duda ni un instante en llamar verdadero a lo verdadero y falso a lo falso.  Al pan lo llama pan, y al vino lo llama vino. Jamás llamará palabra de Dios, a simples palabras y opiniones de hombres. 
Si el cristiano recibe las enseñanzas de Pablo, como simples palabras de un ser humano, sujeto a errores y pasiones, como todos nosotros, puede ver en Pablo a un ser humano grande en inteligencia y un ser humano grande en sabiduría, con bastantes enseñanzas verdaderas.  Verlo así no le hace daño al creyente; es más, puede disfrutar de las grandes verdades que le fueron reveladas a ese ser humano.  Pero si un creyente cree que todas las enseñanzas de ese profeta son palabras de Dios, entonces ese creyente es un idólatra. Todo aquello que tanto teme al no tomar partido entre Jesús y Pablo se les va a venir de repente el día del juicio. Por no querer blasfemar en contra del Espíritu santo, terminaron blasfemando contra él.

216. El puesto del treceavo para nadie siempre.
Los doce apóstoles terminaron siendo los doce seres humanos más cultos que jamás ha habido y que jamás habrá sobre la faz de la Tierra, puesto que nadie además de ellos doce recibió de Jesús esas enseñanzas unidas a esa autoridad que Jesús les dio. 
Nadie puede ser el treceavo apóstol.  Nadie es tan importante.  El puesto del treceavo apóstol ha estado reservado, desde la eternidad, para nadie. Es decir, está reservado para todo aquel que se niegue de verdad a sí mismo, y al negarse llegue a ser nadie.  Ese ha sido, es y será el treceavo apóstol, nadie.  Todo aquel que se niegue de verdad a sí mismo, todo aquel que de verdad crucifique su carne, sus deseos, de acuerdo con las enseñanzas de Jesús, como ya no es alguien, es nadie.  Para ese ser humano, para el que se niegue, para el que crucifique su carne y sus deseos, para el que sea nadie, Jesús ha dejado este honor y este tesoro de ser el treceavo apóstol, de ser uno con los doce, con Jesús y con el Padre. Para nadie más.
Llegará el día en que millones de seres humanos, se nieguen de verdad a sí mismos, y entonces tomen su cruz y claven en ella su propia carne y sus deseos.  Por fin ocuparán la Tierra personas que se nieguen de verdad, personas que le crean a Jesús y a sus doce apóstoles, y cumplan de verdad la voluntad del Padre, de negarse a sí mismos. Como sí se negaron Jesús y sus doce apóstoles, que eran uno con Jesús y con el padre por su negación. 
Negación que no pudo tener Pablo, pues tenía que afirmarse a sí mismo, para probar y tratar de extraviar a los cristianos. Pablo le enseño a afirmarse a sí mismos, a hacer la caridad en público y hasta pregonarla. Les enseñó a sus cristianos a hablar mucho de sí mismos. 
Pero por muchos que sean todos juntos los que sí se nieguen a sí mismos de verdad, según enseñó Jesús, y no se nieguen aparentemente, como enseñó Pablo; por muchos que sean, los que sí se nieguen de verdad, siempre todos juntos serán nadie, como Jesús y los doce verdaderos eran nadie. Por lo tanto, el puesto del treceavo apóstol por siempre y para siempre, será para nadie.

217. Si Jesús hubiera llamado a Pablo.
Todo sería perfecto, todo sería verdadero en Pablo, si Jesús hubiera llamado a su grupo cerrado de apóstoles a Pablo, cuando Jesús y Pablo estaban en la Tierra, compartiendo el mismo sol y la misma tierra en Jerusalén. pero no lo hizo, pues vivían senderos muy diferentes. 
Si el Señor hubiera deseado que alguna persona en especial, contemporánea de Jesús, casi de su misma edad, además de los doce apóstoles, fuera su apóstol, lo hubiera llamado. Estando Jesús, en la Tierra, le hubiera enseñado personalmente, lo hubiera presentado a sus representantes, los doce apóstoles, y lo hubiera revestido de autoridad delante de ellos, y ellos lo hubieran presentado al mundo como el treceavo. El pectoral del sumo sacerdote tendría otra piedra preciosa y los cimientos del muro que rodea a la nueva Jerusalén serían trece, no doce. Jesús lo hubiera presentado a los doce, con mayor razón si se trataba de ese enemigo al que, según Pablo, le constituyó supuestamente Jesús como su apóstol, por aparte y por sobre la autoridad de los doce apóstoles. 
Entonces ese tal supuesto apóstol no hubiera tenido que pasarse su vida dando testimonio de sí mismo, como las epístolas dan cuenta de ese hablar y testificar de sí mismo, de Pablo, por lo que su testimonio no es verdadero. Porque Jesús enseñó a estar alerta sabiendo, que el que de sí mismo da testimonio, no es veraz, sino que busca su propia gloria, pero el que busca la gloria del que lo envió, ese es veraz y no hay en él injusticia.
El Señor nombró a sus doce representantes y no les iba a quitar esa autoridad luego, desautorizándolos delante de un perseguidor de cristianos, que lo que deseaba era asesinarlos a ellos. Y si no lo podía hacer, matándolos en la carne, entonces deseaba vencerlos en el espíritu, dividiendo su número, destruyendo su número cerrado y desprestigiándolos.  Ellos doce estaban dando su vida, ellos estaban poniendo la cara por el cristianismo, con valor, delante de los perseguidores, delante de ese, el mayor perseguidor, siervo de Luzbel, Pablo.  El Señor no los iba a desautorizar.
Si el Señor hubiera deseado que alguna persona fuera su apóstol, lo hubiera presentado entonces como reemplazo de Judas Iscariote. Jesús no tendría desde la eternidad a Matías en el número cerrado de sus doce apóstoles. Estaría predestinado Pablo, aunque fuera muy perseguidor, fariseo y ciudadano romano, reuniendo en sí mismo las dos señales de los antagonistas de Jesús, ser fariseo y ser Romano.  Si el Padre se lo hubiera señalado a Jesús, para que lo llamara al grupo de los doce, Jesús lo hubiera hecho, aunque fuera enemigo.
Muchos dirán que Pablo, según dice la escritura, era muy joven cuando Jesús llamó a sus doce apóstoles. Si el Padre hubiera, en su voluntad deseado que Pablo fuera del número de los doce apóstoles de Jesús, el problema de la juventud no sería problema alguno para aquel Dios que es todo poderoso, sencillamente Pablo, hubiera tenido la edad necesaria, si el Padre hubiera deseado tenerlo entre los doce. Marcos, el evangelista también era tan joven como Pablo, y era de los seguidores de Jesús y, así y todo, no se atrevió a autodenominarse apóstol. 

218. Pablo mártir en Roma, igual que Pedro.
El eje de la historia se ha desplazado varias veces. Primero estaba en Egipto. Allí tuvo que ir el pueblo de Israel a ser preparado en asuntos de lo alto. Estaba establecido que de Egipto saldría su hijo (Mateo 2:15). Luego el eje se desplazó a Jerusalén donde fue crucificado Jesús y con la diáspora huyeron todos a los pueblos vecinos. Luego se desplazó a Roma, que siempre ha sido el antagonista elegido por Jesús (Lucas 20:25). Desde Roma se ha divulgado hacia todos los confines de la Tierra el cristianismo de Pedro y el de Pablo.
En su estrategia más poderosa, sutil y elaborada, tenemos un Pablo, falso apóstol, mártir en Roma, por el nombre de Jesús.  Si no tiene toda esta preparación y presentación Pablo, no lograría engañar por dos mil años a tantos miles de millones de seres humanos. Si Pablo no da su vida en Roma por el nombre de Jesús, y no queda en la historia al lado de Pedro, no puede tomar espiritualmente a Roma. Como sí la tomó Pedro. Pablo en Roma es el falso profeta que hace milagros y prodigios delante de la bestia, y le fue dado hacer la guerra espiritual a los santos y vencerlos mientras pasan los tiempos de las naciones (Apocalipsis 13:12-14 y 19:20).
Durante dos mil años todas las naciones, llenas de mentes preparadas e inteligentes, han sido extraviadas, del cristianismo con falacias sutiles y con grandes prodigios, con grandes señales y con grandes milagros. Engañados y nadie parece darse cuenta, exceptuando un resto de rebeldes a esa impostura descomunal. Exceptuando a los portadores de la verdad, los cuales, por obediencia a esa verdad, han guardado un silencio ordenado desde el trono mismo de Dios, mientras pasa el tiempo de la prueba para las naciones.

219. Desde el primer siglo se formó la niebla.
Cuando lees sobre las tinieblas, te formas la idea de oscuridad total, pero no es así. Las tinieblas no son la oscuridad de las mentes, sino una neblina que deja ver algo de la verdad, pero no se puede ver toda la verdad. No se está a oscuras, la persona cree que ve. La neblina es un velo mental que no deja ver bien. Es más peligrosa la neblina que la oscuridad, pues en la oscuridad la mente busca la luz, en las tinieblas no.
Viene la luz al mundo y luego viene la neblina de las enseñanzas de Pablo. Jesús rasgó el velo del templo y Pablo lo volvió a coser. Desde el primer siglo se tendió de nuevo el velo de neblina sobre las naciones.  Pablo les hizo creer que las enseñanzas del anticristo eran la oscuridad, que con ellas atentaría contra Cristo al final. Algunos de los doce apóstoles de Jesús, advirtieron repetidas veces en sus escritos, que el anticristo, sin ser de los doce apóstoles, salió de entre los doce, y que esto sucedió para que se manifestase que no todos son de los verdaderos.
Pablo, disfrazado de apóstol, extravió a la inmensa mayoría de los que lo siguen, diciéndoles que el anticristo se manifestaría solo al final de los tiempos.  Falacia que las naciones le creyeron a Pablo dejando de lado advertencias de Jesús y de sus doce apóstoles, entre ellos Juan, que dijo que sabían que el gran anticristo estaba, haciendo su ministerio de iniquidad en la Tierra, desde el primer siglo.
Durante dos mil años y hasta el día del juicio de Dios sobre las naciones, Pablo estará extraviando a las naciones, interponiéndose entre Jesús, con sus doce de un lado, y las naciones del otro lado.  Pablo ha sido adorado, Pablo ha sido elevado a los altares, sus palabras son de Dios según las naciones.  Valen lo mismo las palabras de Pablo, que las palabras de Jesús, para las naciones. Al recibir las palabras de Pablo como si fueran de Dios, han sido y serán idólatras.
Esa Roma de Pablo, donde las tinieblas espirituales tienen secuestrada a la verdad de Jesús, es la madre de las rameras y de las abominaciones de la Tierra. Esa Roma de Pablo, que con sus rituales y sus hechicerías extravió a todas las naciones, extravió a los cristianos de todas las denominaciones que surgieron de Roma.  Todos los que creyeron haber salido de Roma, que es la Gran Babilonia, siguieron en manos de las enseñanzas de Pablo, en realidad no han salido de Babilonia, siguen secuestrados, siguen cautivos, bajo las tinieblas y no lo saben.

220. ¿Por qué el Espíritu de Jesús no detuvo a Pablo?
Pudo haberle pasado a Pablo, lo mismo que le sucedió a Ananías y a Safira, cuando trataron de engañar al Espíritu de Jesús, que perdieron de inmediato la vida, en presencia de Pedro, en presencia de los cristianos, y fueron puestos como escarnio público. 
Pero en realidad Pablo no era un cristiano seguidor de los doce apóstoles de Jesús, sino por el contrario, era el primer anticristo, el más ardoroso asesino de los cristianos, el estandarte de todos los que odiaban al Espíritu de Jesús.  Por lo que Pablo no recibió al Espíritu de Jesús, sino a Luzbel que descendía del cielo autorizado para engañarlo, para obligarlo contra su voluntad a convertirse en cristiano, o si no lo dejaría ciego, violando el libre albedrío de Pablo.  
Pablo estaba tirado en el piso, derribado por un poderoso rayo que lo obligaba a ser cristiano, eso que Pablo tanto odiaba, pero por coacción fue obligado. Algo que Jesús jamás haría a ser humano alguno. Por eso es por lo que a Pablo no le sucedió lo mismo que a Ananías y Safira.

221. ¿Los doce dejaron que Pablo se infiltrara?
Dejaron que se infiltrara a sabiendas de que al final solo se cumpliría la voluntad de Dios, ni más ni menos. Sabían que ninguno que fuera de la verdad, se engañaría a sí mismo con las estrategias de Pablo.  Es imposible que un ser humano que sea de la verdad sea engañado, no importa cuántos sean los engaños y no importa que tan sutiles sean los engaños, y no importa que tan graves, o tan grandes sean los engaños.  Tampoco importa en lo más mínimo que tan antiguos sean los engaños. 
Pablo es sutil en sus engaños y ellos doce son igual de sutiles para señalar las diferencias.  Se trata de una batalla de altura espiritual y de profundidad espiritual.  Pablo no va a inducir a engaño sino a los que están destinados para ser engañados, es decir, casi toda la humanidad. A los que sigan a Jesús, nadie es capaz de inducirlos a error.  Esta verdad de que nadie puede engañar a los elegidos, a los que eligieron la verdad, a los que son de la verdad, solamente la entienden los elegidos, los que son de la verdad.  Los seguidores de Pablo creen que a los elegidos los pueden extraviar los que inducen a error, se oye decir que a los elegidos los engañará Luzbel por un tiempo, lo cual es totalmente absurdo (Mateo 24:24).
Para los doce apóstoles y para los seguidores de Jesús, el gran anticristo nada puede hacer en su contra, absolutamente nada; y por eso es innecesario sacarlo de la Iglesia, en la cual ocupa el muy necesario puesto de acusador y de probador.  Pablo tiene poder en los que no siguen a Jesús (gran parte de la humanidad). 
Toda alma será probada a ver si no es de la verdad.  Esta es la razón por la cual ha habido tan grave y profundo silencio por dos mil años, de parte de los siervos de Dios. Conocedores de una verdad tan profunda, tan peligrosa e importante, como es la identidad secreta de Pablo.  Un silencio sagrado de dos mil años.  Una prueba a todo ser humano.  Van dos mil años y han sido masacradas miles de millones de almas humanas, que han sido ejecutadas en silencio por los probadores.

222. Pocos conocerán la identidad secreta de Pablo.
Igual que solamente Juan y Pedro, en la última cena con Jesús, conocieron la identidad secreta del primer falso apóstol, la verdadera identidad secreta de Judas Iscariote, siervo de Luzbel, (Juan 13:21-27) así mismo una minoría de los cristianos de toda la tierra sabrán la verdadera identidad secreta de Pablo, el segundo falso apóstol. 
Desde antes de consumarse la entrega, la traición, en el huerto de los olivos, Juan y Pedro supieron que se trataba de Judas el que había de traicionar a Jesús. Pero guardaron silencio y respetaron el secreto que Jesús les había permitido conocer antes de la traición. Así también, una minoría de los cristianos, conocerán la resolución del misterio de Pablo, el segundo traidor, y su identidad secreta, mucho antes de que sea manifestado, desenmascarado a las naciones, al final de los tiempos. Pero igual será un secreto a voces entre los que saben.

223. Al final sabrán la verdad.
Solo al final de los tiempos, todos los habitantes de la Tierra enmudecerán, por la sorpresa y por el temor de ver como se engañaron a sí mismos. Habían seguido en pos de un simple ser humano, del cual dijeron que sus palabras eran de Dios, haciendo idólatras a todos sus seguidores, hijos de la gehena del fuego, iguales que él, todos unos anticristos como Pablo. 
Ese mismo Pablo, predijo de sí mismo, que en un instante seríamos todos trasformados por la verdad, cuando eso es lo que sucederá, en el instante que sea revelada la verdadera identidad secreta de Pablo.  Entonces, al final de los tiempos, el día del juicio final, el día de las bodas del cordero, cuando sea revelado el misterio de la iniquidad, cuando sea removida la máscara de Pablo, cuando puedan ver al que siempre estuvo invisible a sus ojos engañados, entenderán y se lamentarán.
Muchos de los que todo el tiempo fueron respetados como amigos del cristianismo, y muchos de los que aparentemente eran dirigentes del cristianismo, se verán realmente como enemigos del cristianismo, como saboteadores del cristianismo, como saqueadores del cristianismo. No que lo hicieran a sabiendas, sino que, engañados, trabajaron para Luzbel y su hijo Pablo.  A todos ellos Jesús les va a decir que no los conoce, que se aparten de Él, obradores de iniquidad, muy a pesar de que hayan hecho muchos y muy grandes milagros, señales y profecías en su nombre.



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