LA VERDAD ORIGINAL DE JESÚS
CAPITULO 1
EL PADRE, JESÚS Y EL
ESPÍRITU DE JESÚS.
1. Jesús fue el que dio a conocer la trinidad
celestial.
Cuando
Jesús descendió, desde su trono Celestial hasta la Tierra, según Él dijo, hace
dos milenios, enseñó que El Padre, el Hijo y el espíritu de Jesús, son tres
personas diferentes. Antes de Jesús, nadie había hablado así de Dios. Porque nadie
conocía a Dios en verdad aún, según Jesús. Por esto dice el evangelio según
Juan, que hasta que llegó Jesús nadie había visto a Dios y, que nadie además de
Jesús, es quien lo ha dado a conocer (Juan 1:18). Ese evangelio de Jesús
también dice que todos los que vinieron antes de Él eran ladrones y salteadores
(Juan 10:8). Es decir: impostores. No se refería a personas ajenas al pueblo de
Israel, sino a todos los que vinieron hablando en nombre de Dios, antes de
llegar Jesús. Todos, con la excepción de nadie. Aquí puede uno pensar en los
nombres de todos los líderes del pueblo de Israel, o en todos los ángeles que
se les presentaron, diciendo que eran Dios mismo, mas no lo eran. Por esto
mismo les decía Jesús a los judíos que ellos no eran hijos de Dios, sino hijos de
Luzbel (Juan 8:44).
También
advirtió Jesús, en varias de sus enseñanzas, que, aunque definitivamente el
Padre es el mayor de ellos tres, sin lugar a duda, ellos tres, estando juntos,
o estando separados, son el mismo ser, son el mismo Dios, a los ojos de los
seres humanos. Los tres son Dios y los
tres son uno. Tanto el Padre, como el
Hijo y también el Espíritu de Jesús, son Dios, ya sea estando uno de ellos, o
estando dos de ellos, o estando los tres, juntos o separados, son Dios.
El
Padre, el Hijo y el espíritu de Jesús, nos fueron presentados así por Jesús, llamado
el Hijo unigénito de Dios Padre, porque solo así podemos conocer verdaderamente
a Dios los seres humanos, según enseñó Jesús, que es quien sabe el por qué da a
conocer a Dios, en esa forma muy suya y original, de ser ellos tres personas, y
ser a la vez un Dios único. Esto no fue una enseñanza de Pablo, ni del antiguo
testamento, ni de teólogo alguno de estos dos mil años. nadie, además de Jesús
enseñó esto.
2. Nadie
además de Jesús da a conocer a Dios.
Muchos
dicen que dan a conocer a Dios, pero entre los cristianos, nadie además de
Jesús, da a conocer a Dios verdaderamente, entre todos los seres humanos,
porque nadie además de Jesús, es el Dios verdadero para todos los seres humanos,
según Jesús. Entre los miles de profetas
de todas las religiones, nadie además de Jesús se atrevió a decir que Él es
Dios. Que Él es el creador mismo, en persona. Todos hablan de que recibieron
inspiración, que se les manifestó la divinidad, pero nadie además de Jesús se
atrevió a decir: “Yo soy el creador del universo, manifestado a ustedes”. En
esto de dar a conocer a Dios, nadie es imprescindible además de Jesús, pues
solamente Dios puede dar a conocer a Dios.
Pero los seres humanos, así sean muy grandes y poderosos profetas, como
Pablo (el anticristo), no pueden por sí mismos dar a conocer a Dios, si no es a
través de Jesús.
3. La
trinidad se dio a conocer a través de doce.
Los
únicos seres humanos que pueden hablar con autoridad en nombre de Jesús son los
doce apóstoles de Jesús. nadie, además
de ellos doce, ha recibido una autorización así (Mateo 18:18). Autorización es
autoridad. Hay que recordar que Pablo no es de los doce, no tiene título real
de apóstol, ni tiene esa autoridad. Según
dijo Jesús, El Padre, el Hijo
y el Espíritu de Jesús, decidieron darse a conocer de toda la humanidad, a
través de doce seres humanos. Los doce
apóstoles de Jesús son doce seres humanos comunes y corrientes, que fueron
tomados aparte por Jesús, durante tres años.
Jesús los nombró con ese nombre de apóstoles, solo a ellos doce y a nadie
además de ellos doce. Con ese título de apóstoles lo diferenció de todos sus
cientos de seguidores y discípulos. A
ellos doce los instruyó sobre el reino de los Cielos y sobre la suprema
voluntad de Dios. Pero a diferencia de los demás seguidores y discípulos, entre
los cuales estaban familiares de Jesús, les confirió a los doce la autoridad de
hablar en nombre de Dios en la Tierra. Solo a ellos doce y a nadie además de
ellos doce, dados a conocer con sus nombres propios. Ellos constituyen un
número cerrado de personas insustituibles, desde la eternidad (Apocalipsis
21:14). Esos doce hombres representan el
verdadero puente, el contacto verdadero y autorizado entre Dios y los hombres,
representan ese contacto sin errores, esa revelación pura, ese contacto
perfecto entre Dios y los hombres, según Jesús.
4.
El número cerrado de doce.
El
hecho de que este número sea cerrado, no se pueda abrir, no se puedan restar,
ni añadir personas a este grupo, inició con el número de los doce hijos de
Jacob, que son las doce tribus del pueblo de Israel, y se confirmó con las doce
piedras del pectoral del sumo sacerdote del Pueblo de Israel, las doce piedras
en el pecho del sumo sacerdote son el pueblo, no son trece piedras, ni son
trece tribus, ni son trece apóstoles. Nadie
puede ser el trece.
Hay
similitud en el número de los doce apóstoles de Jesús, con las doce tribus de
Israel. Jesús dijo ser el Israel espiritual y Jacob es el Israel de carne, el
de la Tierra. Los doce apóstoles que Jesús eligió a sabiendas incluían a uno
que no era de los doce, judas, que luego se suicida y para reemplazarlo se
presentan dos, Matías y Barsabás. Echan suertes y es elegido Matías, para
volver a cerrar el número. Lo mismo sucede con José, que se convierte en
egipcio, y para volver a cerrar el número de las doce tribus, José, con Jacob
antes de morir, logra que Jacob reciba en el seno de las tribus a sus dos
hijos, Efraím y Manasés, como dos medias tribus, no como dos tribus, para que
los doce siguieran siendo por siempre los doce. En ambos casos el número tiende
a romperse, quedan once, se presentan dos, y al final es cerrado en doce
perfecto.
Ya
había indicios, sobre que sería un número cerrado de doce el de los apóstoles.
Doce los voceros humanos autorizados desde el Cielo. Doce los de las palabras
absolutas, incuestionables e inapelables. Doce los seres humanos del contacto
perfecto, sin errores, con Jesús. Los doce únicos representantes de Jesús,
aparte de todos los que, como Pablo (magistralmente), pretendieron unirse con
estrategias diversas a ese grupo cerrado, durante dos mil años.
Según
Jesús, Dios todo poderoso, descendió en persona a la tierra y eligió a doce
israelitas, a los que Él llamó apóstoles, para darse a conocer de toda la
humanidad. Les dio el título único de
apóstoles a ellos doce, elegidos entre los cientos de discípulos, siervos y
seguidores de Jesús. Ellos a sí mismos
no se denominaron apóstoles. Todos los que se han tratado de infiltrar en ese
grupo, como Pablo, han tenido que denominarse a sí mismos: “apóstol”. Los doce
son, desde la eternidad, (según Jesús) doce únicos cimientos del muro que rodea
a la nueva Jerusalén, la ciudad espiritual de Jesús, que desciende del Cielo de
parte de Dios, donde mora siempre la presencia de Dios, cuyo templo es Jesús, el
cordero mismo (Apocalipsis 21:14). No hay trece cimientos de la ciudad
espiritual de Jesús, “que desciende de lo alto”. Ni hay trece puertas de esa misma
ciudad, sino que las puertas son doce, y tienen los nombres de las doce tribus
de Israel. Los doce apóstoles, entonces, están íntimamente unidos en la cuidad
de la nueva Jerusalén con las doce tribus de Israel. Los doce apóstoles son los
doce únicos cimientos del muro que rodea a la ciudad, y las doce tribus son las
doce únicas puertas de ese mismo muro de entrada a la ciudad. Adentro de la
ciudad está Jesús, el cordero. El trece queda por fuera. De nadie es la
treceava tribu de Israel y nadie es el treceavo apóstol de Jesús.
Cuán
importante es nadie en esta historia. No se ve, pero es imprescindible entender
su lugar. Si aceptamos que el doce es un número inalterable, un número eterno,
un número “descendido del Cielo”, por lo tanto, todo aquel que pretenda ser el
trece, está forzando la estructura creada.
Por lo tanto, Pablo está por fuera de ese número, nadie puede ocupar el
treceavo lugar allí.
5.
Solamente las enseñanzas de los doce son incuestionables.
El
único y exclusivo caso en el cual, todas las palabras y todas las enseñanzas de
unos seres humanos, absolutamente todas sus palabras, fueron autorizadas y avaladas
previamente por Jesús, como provenientes de su Espíritu, desde antes de ser
habladas y escritas esas palabras y esas enseñanzas, fue en los doce apóstoles.
Les dijo Jesús a ellos doce, no a todos los creyentes, ni a todos sus
discípulos y seguidores, ni a los sucesores de algunos de los doce, sino
solamente a ellos doce y a nadie además de ellos doce, que todo lo que ellos
doce ataran en la Tierra, sería atado en el Cielo, y todo lo que ellos doce
desataran en la Tierra, sería desatado en el Cielo. La autorización (autoridad), dada a los doce
apóstoles es total, absoluta, incuestionable y exclusiva. Es una carta en
blanco que les dejó firmada para que ellos hablaran en su nombre.
Jesús
dijo que las palabras de sus doce apóstoles, a partir de la venida del Espíritu
de Jesús sobre ellos, se convertirían en ley, en palabra firme, en bases y
fundamentos del cristianismo mundial. Ese cristianismo es la Jerusalén
espiritual. Ellos doce son, nada más y nada menos, que los testigos oficiales
de la aparición de Jesús, descendido desde el trono de Dios, (Hechos 1:
15-26). Ellos doce son la primera
iglesia de Jesús. A partir de ellos doce
se formó todo el cristianismo. Cualquier
cristiano es necesariamente testigo de Cristo, de su divinidad, de su
resurrección, y de que volverá a juzgar a toda la humanidad, pero solamente hay
doce apóstoles de Jesús. Ni uno solo de los cristianos y discípulos, nadie
además de ellos doce, puede llamarse a sí mismo, o hacerse llamar, apóstol de
Jesús y nadie, además de ellos puede pretender tener la autoridad de Jesús en
el cristianismo.
6. Hasta en los más grandes profetas se hallan graves
errores.
Los
profetas de la antigüedad vieron muchas visiones, verdaderas en gran parte, y
los seres humanos han tomado, por siglos, las palabras de esos profetas, como
palabras que Dios habló. Hoy en día se han multiplicado por millones los profetas,
y ven visiones verdaderas.
Cuando
Jesús hablaba de unas profecías del antiguo testamento, profecías muy puntuales
sobre el Mesías, que se habían cumplido, no estaba diciendo que todo lo que
esos profetas del pueblo de Israel habían profetizado, era verdad de Dios
eterna, absoluta, e inobjetable. Ni estaba diciendo que, por ello, esos
profetas tenían la salvación asegurada. Sino que Jesús decía que, en esas
profecías puntuales, verdaderas, entre muchas otras no acertadas, ellos fueron inspirados
por el Espíritu de Jesús. Jesús no necesitaba decir que en otras profecías no
habían acertado. Él solo estaba resaltando que ya había sido profetizada su
venida y su pasión, por hombres comunes.
Jesús,
sin que le hayan prestado mucha atención estos dos milenios, enseñó que la
mayoría de los profetas de todos los tiempos, no trabajaron solamente para
Dios, sino que además de sí trabajar a veces para Dios, también profetizaron
muchas veces para Luzbel, sin saberlo (Juan 8: 38-45) (Judas 1:9).
Según
el propio Jesús, a muchos de los siervos de Dios, admirados por la humanidad durante
miles de años, poderosos y visionarios, que pretenderán entrar al Cielo, Él les
dirá que no los conoce, que son hacedores de maldad. Les dirá esto muy a pesar
de que ellos profetizaron en nombre de Jesús y en nombre de Jesús hicieron
muchos milagros y fueron columnas y pilares de la historia del Pueblo de Dios
(Mateo 7:22-23) (Juan 1:18).
El
día del juicio sobre toda la humanidad rebosará de sorpresas, en cuanto a los líderes,
jueces, reyes, teólogos, maestros de la palabra de Dios, que serán arrojados a
las tinieblas exteriores. No serán arrojados debido a sus aciertos, sino debido
a que con sus errores ayudaron a que se extraviaran los seres humanos. Ellos
realmente creían que eran verdaderos siervos de Dios, y por eso le contestan en
el juicio, antes de ser arrojados, que ellos profetizaron en su nombre, y en su
nombre hicieron milagros. Pero dice Jesús que traspasaron las enseñanzas de Él.
Ese día se lamentarán los que lo traspasaron (apocalipsis 1:7). Ellos se
engañaron a sí mismos con las magistrales falacias sobre Luzbel que creen
hallar en las escrituras, y con las falaces enseñanzas del hijo de Luzbel,
Pablo.
La
prueba más simple, directa y clara, de los errores de “todos” los profetas del
pueblo de Israel, es que todo ser humano que vaya en pos de la verdad entiende,
adentro de su mente, sin lugar a duda que, aunque hayan dicho por siglos lo
contrario, el Padre, el creador de la vida, jamás ha autorizado a hombre alguno
a asesinar a otros seres humanos, y menos en nombre de Dios. Ni siquiera Dios
estaba de acuerdo cuando exterminaban a los enemigos del pueblo de Israel. Pero
los profetas todos, grandes y pequeños, engañados, les decían a los reyes y
jueces de Israel, que era Dios mismo el que los enviaba a masacrar a sus
enemigos.
En
las palabras del antiguo testamento, quedan los ríos de sangre derramada en
nombre del Dios de la vida, como testimonio de algo que jamás ha debido hacerse
por parte del pueblo de Israel, por parte de sus profetas y sus dirigentes. Y
mucho menos, han debido tratar de legalizar dichas masacres y dichos
asesinatos. Asesinato es asesinato, cométalo el que lo cometa, por grande que
sea el ejecutor, por gobernante que sea, es asesinato. Estas objeciones para
“creer sin cuestionar”, han sobrevivido gracias a las hordas de ateos que han
atacado por dos milenios, esa fe ciega en las palabras de los profetas. Los
ateos, sin darse cuenta ellos mismos, han salvaguardado las verdades eternas,
en este y otros casos muy puntuales. Hay que decir que todos aquellos que
alzaron sus voces para reclamar contra este brutal adefesio de asesinar en
nombre de Dios, han sido guardianes y garantes de la verdad en la que no han
creído. Han servido para depurar la tarea de los buscadores. Ellos tenían que
estar aquí.
7.
Por ignorancia han sido idolatrados los profetas.
En
verdad podemos creer que los profetas recibieron el Espíritu de profecía de parte
de Dios, mas no todas las profecías que leemos en ellos vienen de Dios. Es muy
difícil saber si una profecía viene o no de un espíritu de engaño, si lo dicho
por el profeta es fruto del deseo de su mente. En verdad los profetas no tienen
comunicación directa con lo alto. Para nada es necesario creer que todas las
palabras y enseñanzas de un profeta, sean palabras perfectas, sus palabras no son
absolutas e incuestionables. En la propia escritura vemos inmensos profetas
enviando a un rey a asesinar humanos. Y, en algunos casos como Samuel, cuando Saúl
no asesinó al rey derrotado, desobedeciendo la orden previa del profeta, el
mismo Samuel, se levantó y ejecutó ese violento asesinato en nombre de Dios. Podemos
decir que en los profetas hallamos lo más sublime y también lo más vil del ser
humano, conviviendo en la misma persona.
Pero
el hecho de que los grandes profetas se hayan equivocado en algunas de sus
profecías, no quiere decir que las grandes profecías sobre el Mesías, que los
profetas escribieron, sean falsas, sino que los fanáticos no los ven humanos,
no los ven falibles. Los profetas son humanos y tienen errores. Son pecadores,
no son perfectos. El hecho de recibir una revelación en un momento dado no los
hace superiores, ni, mucho menos, los hace infalibles. Pero las personas en su
ignorancia los idolatran. La humanidad se ha engañado creyendo que todas las
palabras de los profetas son verdad. El problema es reconocer la verdad en
medio de errores.
Por
esa ignorancia de los seres humanos hacia los errores de los profetas, por ese
culto idolátrico hacia las personas de los profetas, es por donde Luzbel y su
hijo, el anticristo Pablo, se han infiltrado, miles de veces, a desviar a miles
de millones de seres humanos, por miles de años, desde los patriarcas del
pueblo de Israel, hasta nuestros días. Han jugado con las ilusiones y con las
emociones de miles de millones impunemente hasta ahora. Millones de veces,
espíritus mentirosos se han hecho pasar por el Espíritu de Dios, y han entrado
en profetas que de antemano sí habían profetizado verdades de Dios. Por lo que
ha habido siempre grandes profetas con algunas de sus profecías erradas (1ª de
Reyes 22: 1-38).
8. Los engaños son los que no han sido
descubiertos.
Todos
los millones de engaños que en estos dos mil años ya fueron descubiertos, que
ya se sabe que no son verdad, no son engaños, pues ya se sabe la verdad, ya se
sabe que son errores y engaños. Por lo
tanto, si Jesús habló de engaños, no pocos, sino muchos, es porque no fueron
descubiertos, es porque pasaron como venidos de Dios, pasaron los siglos
aceptados por las muchedumbres y aceptados por los líderes, como si hubieran
sido palabras del Creador, o de Jesús, o de su Espíritu, durante estos dos mil
años.
Miles
de millones de cristianos son engañados en nombre de Jesús, es inevitable, pues
parece que así fue decidido por Dios, que todo ser humano sea probado a ver si
reconoce la voz, las palabras, las enseñanzas de la verdad, en medio de las
apariencias. nadie está exento de esta prueba, pues somos dioses, según Jesús,
debemos hallar la sabiduría y la verdad por nosotros mismos, con la injerencia
de nadie.
Los
engaños vienen desde Luzbel, en el antiguo testamento, y vienen desde su hijo
Pablo, en el nuevo testamento. Los
engaños son el espíritu de ellos dos. Su arte es la falacia. Los engaños son
las enseñanzas falsas que aún no se ha descubierto que eran engaños, esos son
los muchos engaños, no pocos engaños, y engañan a muchos, no engañan a pocos. Engañan
por igual a doctos e iletrados. Aquellas enseñanzas que a todas luces parecen
verdaderas, pero en realidad son falsas, son las falaces enseñanzas, esos son
los engaños. Muchos han venido en nombre
de Jesús, engañados por Luzbel y por su hijo Pablo (el anticristo), y creyendo
trabajar para Jesús, trabajan para el error, y a su vez esos muchos engañan a
muchos.
Esos
muchos espíritus impostores, que fueron anunciados por Jesús y por algunos de
sus doce apóstoles, vinieron y se quedaron en la Tierra, engañando impunemente,
durante miles de años, a miles de millones de almas, no por su propio poder, no
como si a Dios no le importara, no como si Dios lo ignorara. Jesús denunció la impostura de muchos espíritus,
no porque fuera inevitable para Dios combatirlos, sino porque eran una prueba
de parte de Dios (Mateo 7:22-23). Esos
millones de espíritus impostores han logrado engañar a miles de millones de
almas, no porque Dios, que es todopoderoso, fuera incapaz de controlarlos, sino
que esos espíritus impostores fueron autorizados por Dios, para poner a prueba
a todas las almas humanas, absolutamente a todas las almas humanas, con la
excepción del alma de nadie. Toda alma debe elegir entre la verdad, el error
disfrazado de verdad y el error. Ese es el fruto del árbol de la ciencia del
bien y del mal. Por más enemigo de lo espiritual que sea un ser humano, siempre
estará eligiendo lo que cree que es verdad y señalando a los demás lo que cree
que es error. Esa es la más alta prueba de toda mente.
La
dura prueba a la que esos engaños someten a toda la humanidad, esa prueba que
vino sobre toda la Tierra, extraviando a la humanidad, es una orden de
Dios. Esa prueba asesina las mentes al
elegir ellas los errores como verdades. Es tal la masacre de almas, que dice
que es como un mar, que es como una gran vendimia de uvas y la sangre de los
vendimiados llega hasta los frenos de los caballos (Apocalipsis 14:20). Todo
sucede en silencio, no se oyen lamentos de los asesinados, ni repugna el olor
fétido de la sangre derramada descomponiéndose, porque no mueren los cuerpos
sino las almas, en el impresionante proceso de la creación de los dioses. Los
muertos siguen vivos y no se dan cuenta que murieron al elegir los errores como
verdades. Son los muertos vivientes deambulando por toda la Tierra.
9. Jesús autorizó las enseñanzas de los doce
como sin error.
Desde
antes que hablaran ellos doce en nombre de Jesús, antes que algunos de ellos
escribieran a toda la humanidad, Jesús avaló las enseñanzas de los doce apóstoles,
supuestamente elegidos desde la eternidad, y llamados por Jesús para ser los
testigos oficiales suyos, delante de todos los seres humanos. Ese es el único y exclusivo caso, en que
todas las palabras de unos seres humanos fueron de antemano autorizadas por
Jesús, como la mismísima voz de su Espíritu.
En el resto de los seres humanos, todas las palabras de nadie son
absolutas, inapelables e incuestionables.
En
este exclusivo grupo, de los doce apóstoles, es donde Pablo sabía que tenía que
tratar de infiltrarse, con prodigios y engaños. Pues por fuera de ese grupo de
los doce, no tendría ni la más mínima autoridad para seducir y tentar, a todos
los cristianos, para tratar de extraviarlos de la sabia verdad, con sus falaces
enseñanzas, y con los prodigios que le fue dado hacer delante de la bestia. (Apocalipsis
13:14) (Romanos 15:19)
Hay
que aclarar que Jesús no avaló todas las palabras que los doce apóstoles
hablaron durante su vida pasada. Jesús
avaló las palabras que los doce apóstoles hablaron y enseñaron, luego de haber
sido autorizados por Él y confirmados con la venida del Espíritu de Jesús sobre
ellos. Cuando los doce apóstoles estaban
en la Tierra con Jesús, incluso hasta el día mismo de la subida de Jesús al
Cielo, Él los estaba corrigiendo de sus errores, una y otra vez, estaba
enseñándoles, pues el Espíritu de Jesús aún moraba en Jesús y las palabras de
ellos doce no eran aún absolutas, se necesitaba que además de ser del número
cerrado y exclusivo de los doce apóstoles de Jesús, también haber recibido el
Espíritu de Jesús.
10. Doce bases eternas del muro de la nueva
Jerusalén.
Alrededor
de la nueva Jerusalén, la ciudad de Jesús, que desciende del Cielo y es eterna,
hay un gran muro, construido con piedras preciosas, rodeándola, protegiéndola,
guardándola. El muro de la nueva Jerusalén no es la Ciudad misma, porque la
ciudad es el cordero, según dice la escritura, pero el muro hace la parte
exterior de esa Ciudad de Dios.
Y
en cada uno de los únicos doce fundamentos eternos del muro de la nueva
Jerusalén, desde la eternidad, está grabado el nombre de, uno por uno, los doce
apóstoles de Jesús. Por tanto, se ha de
leer el nombre de Matías allí, no el nombre de Judas, ni el de Pablo. Si sus
nombres están escritos en las bases del muro que rodea a la nueva Jerusalén, y
esta es eterna, suponemos que esos nombres están ahí desde la eternidad
(Apocalipsis 21:14).
Son
doce cimientos de ese muro, ni uno más, ni uno menos. No son trece cimientos,
no puede haber un treceavo cimiento, un treceavo fundamento, una treceava
base. Pablo es un falso apóstol, es el
más falso profeta de todos los falsos profetas, es el más impostor de todos los
impostores, es el seductor de las naciones, es el usurpador del puesto de los
apóstoles de Cristo en el cristianismo.
11. Los doce son las piedras del pectoral
celestial de Jesús.
El
pectoral del sumo sacerdote del Israel del antiguo testamento, aunque es
perecedero y terrenal, no fue creado al azar, sino que fue tomado de un modelo
eterno ya existente en el Cielo, en el Israel espiritual. (Sobre que a moisés
le mostraron unos modelos: Éxodo 25:40, 26:30. Números 8:4). El pectoral terrenal es semejanza de un
pectoral supuestamente eterno. Es un pectoral con doce piedras preciosas
talladas e incrustadas en un efod.
No
es hecho de doce piedras cualquieras, sino que todas son piedras preciosas
diferentes y llamadas por sus nombres propios, tal cual son los doce apóstoles
de Jesús. No se podía quitar una de esas gemas y poner otra clase de gema en su
lugar. Cada gema tenía su nombre. Tampoco son doce piedras preciosas, pero en
bruto, sin tallar y sin pulir, sino que son doce gemas talladas, enseñadas por
Jesús durante tres años, e inspirados por el Espíritu de Jesús.
Por
eso el sumo sacerdote terrenal, debía llevar un pectoral alrededor de su pecho,
donde reside su espíritu, como lleva por toda la eternidad su pectoral de los
doce apóstoles, el sumo sacerdote, Jesús de Nazaret. El pectoral de Jesús no es
Jesús, sino que el pectoral de doce piedras preciosas está a su alrededor. Los
doce apóstoles de Jesús no son Jesús, pero son los doce que fueron elegidos
desde la eternidad para que lo rodearan a Él.
El
pectoral del sumo sacerdote Jesús, es el mismo muro de la nueva Jerusalén,
porque la ciudad de la nueva Jerusalén es el cordero. No hay trece piedras en
el pectoral, ni hay trece cimientos en el muro de la nueva Jerusalén, ni Pablo
es del número de los doce apóstoles de Jesús, ni fue enseñado por Jesús, ni fue
inspirado por el Espíritu de Jesús en todas sus enseñanzas.
En
el pectoral espiritual del sumo sacerdote, Jesús, el pectoral de doce gemas,
están los nombres de los doce apóstoles de Jesús, pero no se lee el nombre de
Pablo. Si el nombre de Pablo no está en ese muro de la nueva Jerusalén, mucho
menos está en ese pectoral.
12.
Apóstoles de Jesús son:
Pedro.
Santiago.
Juan.
Andrés.
Mateo.
Tomás.
Felipe.
Bartolomé.
Simón
el cananita.
Santiago
el hijo de Alfeo.
Judas
(no el Iscariote)
Matías.
Y
nadie, además de ellos doce, puede llamarse apóstol de Jesús.
Tan
es esto así de verdadero, que Matías fue tomado del grupo grande de más de cien
discípulos que eran muy asiduos, eran muy cercanos a Jesús, eran discípulos
directos de Jesús y eran testigos del ministerio, y de la resurrección de
Jesús, como lo eran los doce, como era María, la madre de Jesús, como lo era
María magdalena, como lo eran los familiares de Jesús. Pero nadie de ese grupo
privilegiado, abusó del nombre de apóstol, ninguno de esos testigos de primer
orden, osó llamarse a sí mismo apóstol.
Entre
esos doce nombres, de las doce piedras preciosas del pectoral de Jesús, sumo
sacerdote, que son los mismos nombres de los doce fundamentos del muro de la
nueva Jerusalén, no están ni el nombre de Judas Iscariote, ni el nombre de
Pablo.
Pablo
no es apóstol, es el anticristo camuflado, el falso profeta, el seductor de las
naciones, el impostor, el usurpador, el más grande y famoso de todos los
anticristos, cuyo engaño, astuto y sutil, ha durado dos mil años, sin ser
descubierto por las naciones. Es el más magistral
de todos los falaces que han habitado el planeta Tierra.
13.
Jesús es hallado solamente en cuatro evangelios.
En
ninguna otra parte de toda la Tierra es hallado el verdadero Jesús, el enviado
del Cielo. A pesar de que los doce son las piedras del efod y son las bases del
muro de la nueva Jerusalén en ellos doce no de halla Jesús. Ellos doce te
llevan a Jesús el de los cuatro evangelios. Esos cuatro evangelios,
aparentemente fueron escritos aquí en la Tierra, por Mateo, Marcos, Lucas y
Juan. Las enseñanzas de los doce apóstoles
de Jesús, de los cuales no hace parte Pablo, están alrededor del Jesús de los
cuatro evangelios y te llevan directo a Jesús.
Así es como todo cristiano verdadero ve las sagradas escrituras, los
cuatro evangelios, en medio de los cuales está el cordero, y alrededor de ellos
los escritos de los doce apóstoles de Jesús.
Pero Pablo, a pesar de sus sutiles y poderosos engaños, con sus vastas
epístolas y enseñanzas falaces sembradas en medio de cientos de enseñanzas
sublimes y verdaderas, no te lleva, ni te llevará, ni puede llevar a ser humano
alguno, directo a Jesús. Mucho menos, Pablo
escribió evangelio alguno sobre Jesús, como en sus epístolas mentirosas dice de
su supuesto Evangelio, al cual ni siquiera llama evangelio de Jesús, porque en
realidad es un falso evangelio que da testimonio de Pablo y ensalza a Pablo y
alaba a Pablo, y por eso lo llama “mi evangelio”. Jesús no es hallado en las extensas epístolas
y enseñanzas de Pablo, sino que por el contrario los cristianos se extravían de
Jesús, en algunos puntos de difícil inteligencia de esas falaces enseñanzas,
puesto que esas trampas están rodeadas de muchas verdades sublimes.
14. Solo a través de Jesús se puede dar a conocer
a Dios.
Aparte
de los doce apóstoles de Jesús, revestidos con la autoridad de ser los voceros
oficiales y autorizados de Él aquí en la Tierra, nadie también puede dar a
conocer a Dios por sí mismo. Cualquier ser humano, ya sea grande o pequeño,
ignorante en el mundo o erudito, lo puede dar a conocer, siempre y cuando lo haga
unido fiel mente a las enseñanzas de Jesús, que están en los cuatro evangelios,
pues Jesús y nadie además de Jesús es el sendero a Dios. Según Jesús. Toda la presentación verdadera
de Dios a los seres humanos proviene de Jesús y de nadie además de Jesús. Pues Jesús, es el único nombre sobre la
Tierra y bajo el Cielo, dado a los seres humanos, en que podemos conocer a
Dios. Dios no está en objetos materiales, ni en rituales, y Jesús es Dios,
según Jesús. No hay profetas que lo hayan dado a conocer sin dar a conocer a
Jesús. Ni hay revelaciones de Dios a los hombres sin Jesús. Según Jesús.
Nadie
es tan importante sobre la Tierra, como para que pueda decir que era necesario
añadir una enseñanza suya a las enseñanzas de Jesús, lo cual han hecho por
siglos los seguidores de Pablo, con sus epístolas. Ignoran que Jesús con nadie comparte su
gloria. nadie puede decir que a Jesús le
sobró una enseñanza. O que le hizo falta una enseñanza a Jesús, sin la cual un
ser humano no pueda llegar a la verdad total, llegar al Padre, llegar al Cielo,
llegar a la nueva Jerusalén. Por lo
anterior, se deduce que la verdad total no era añadirles a las enseñanzas de
Jesús, las enseñanzas que supuestamente le habrían faltado, (como las de Pablo)
que supuestamente serían enseñanzas importantes e imprescindibles para la
salvación de las almas, pues a Jesús no le faltó ni una sola enseñanza. Sino que la verdad total es reconocer que las
naciones le añadieron enseñanzas de hombres a las enseñanzas de Jesús,
traspasaron a Jesús, con lo cual impidieron que el Espíritu de Jesús guiara a
los cristianos a la verdad total.
15. Si un ser humano lee solamente los cuatro
evangelios.
Si
una persona, lee solamente los cuatro evangelios, y no lee más libros en toda
su vida, ese ser humano sí conoce a Jesús (Dios) directamente. Y ese conocer a Dios, poniendo por obra esas
enseñanzas, como si fuera un sendero para recorrer, le es suficiente a ese ser
humano para llegar a la salvación dada por Jesús, aunque no lea las enseñanzas
de los doce apóstoles de Jesús, ni lea a uno tan solo de los miles de teólogos
con alto grado de fidelidad y bajo grado de infidelidad. Pues Jesús es el único
sendero, Jesús es suficiente, por lo que las enseñanzas de nadie les hacen
falta a las enseñanzas de Jesús. Si un
ser humano, lee solamente los cuatro evangelios, y no lee más en toda su vida,
el Espíritu de Jesús, que vive en esos cuatro evangelios, lo lleva directamente
hacia la verdad total, no necesita de enseñanzas de seres humanos, ni de
maestros humanos.
Las
enseñanzas de los doce apóstoles de Jesús no nos llevan a conocer al Padre,
sino que esas enseñanzas rodean a las enseñanzas de Jesús, así como los doce apóstoles
de Jesús rodean a Jesús, son su pectoral de doce piedras preciosas y así como
el muro de la nueva Jerusalén, sin ser la nueva Jerusalén, rodea a la ciudad
celestial, la eterna, siendo eterno también su muro. Las enseñanzas de los doce apóstoles de Jesús,
en verdad son absolutas, son inapelables y son incuestionables, pero también
hay que reconocer que si un ser humano no lee esas enseñanzas de los doce apóstoles
de Jesús, pero sí lee los cuatro evangelios de Jesús, según Mateo, Marcos,
Lucas y Juan, ese ser humano ya está en el camino, ya conoce a Dios. Por eso sucedió, que cuando algunos de los
discípulos de Jesús, le dijeron que habían visto a unos que estaban arrojando
demonios en el nombre de Jesús, pero que como no eran de su grupo, se los
habían impedido, entonces Jesús les ordenó que no se los impidieran, porque
ninguno que obre un milagro en nombre de Jesús, hablará luego mal de Jesús.
Si
un ser humano lee muchos libros, de muchos teólogos con alto grado de
fidelidad, si ese ser humano lee profecías verdaderas, lee también escritos de
siervos de Dios y lee las enseñanzas de los doce apóstoles de Jesús, pero
desafortunadamente ese ser humano no pudo leer, o no consiguió que le leyeran,
los cuatro evangelios, donde están por toda la eternidad las enseñanzas de
Jesús, ese hombre aún no ha llegado a donde Jesús, no ha llegado a la verdadera
presencia de Dios, ni ha podido adorarlo.
Pues ese hombre aún no conoce a Dios directamente, no conoce el sendero,
ese ser humano ha oído hablar del sendero, pero no ha pisado en el sendero.
16.
El cristianismo es como un sendero de luz.
El
cristianismo no es un proceso, ni es un sistema teológico, ni es una religión.
La religión que hoy hay está formada por las añadiduras que les hacen a los
cuatro evangelios, principalmente las epístolas de Pablo. Ahí sí hay una
religión. El cristianismo son las enseñanzas de Jesús, el sendero son las
enseñanzas del Cristo, que es Jesús y las enseñanzas de nadie además de esas. nadie además de Jesús es el Cristo, nadie
además de Jesús es el verdadero sendero.
En esas enseñanzas de Jesús están las señales y las instrucciones para
nacer de nuevo, para ser hijos de Dios, para tener la vida eterna. Todo paso que uno dé conforme a esas
enseñanzas de Jesús, toda decisión que un ser humano tome conforme a esas
enseñanzas de Jesús, que están en los cuatro evangelios, da ese paso en Jesús
mismo, lo da en el único sendero luminoso de Dios. Si un ser humano se sale del sendero y sigue
las enseñanzas de teólogos, como Pablo, nada tiene, traspasó a Jesús. El ser humano tiene luz mientras está en el
sendero, si se sale del sendero está en las tinieblas, hay luz, pero las nubes
no dejan ver. En cuanto ese humano pueda
volver al sendero vuelve a estar iluminado.
Si
el cristianismo fuera un proceso, el ser humano sería poseedor de la luz del
cristianismo, no la perdería. Si el
cristianismo fuera un proceso, aunque un cristiano se saliera del sendero,
tendría la luz propia acumulada en el proceso, pero como es un sendero, todo
aquel que se salga un instante del sendero de luz, anda rodeado de nubes. Sin el sendero no puede ver más allá. nadie además de Jesús es el camino. Si no es por intermedio de la fe en Jesús y
en nadie además de Él y en sus enseñanzas, no viene el verdadero Espíritu de
Jesús a morar en los seres humanos y a guiarlos hacia la verdad total. nadie además de Jesús envía el Espíritu de
Jesús, y nadie además del Espíritu de Jesús los guía hacia la verdad
total.
Jesús
mismo fue el que dijo que sería contado entre malhechores y que todos,
absolutamente todos, los que vinieron antes de Él, como enviados de Dios, eran
ladrones y eran salteadores. Por eso, aunque millones de seres humanos,
engañados y confundidos por sutiles ardides, los oyeron y siguieron sus
caminos, para su desventura, las ovejas reales de Jesús, no se dejaron
confundir y no los oyeron, porque las ovejas de Jesús oyen a nadie, a ningún
ser humano, además de Jesús, en este sendero al Padre. Aquí se entiende la
importancia de nadie en el cristianismo. nadie es más importante que los demás
en este sendero de luz.
17. Es imprescindible añadir las enseñanzas de nadie
a las de Jesús.
Es
indispensable entonces tener bien en cuenta a ningún ser humano, para seguirlo
hacia el Padre, ir en pos de nadie, además de Jesús, dejarse deslumbrar por nadie
además de Jesús, porque es indispensable saber que, entre los humanos, nadie
además de Jesús es Dios, es Cristo, es Mesías, es el enviado de Dios Padre.
Es
absolutamente necesario en el cristianismo, tener siempre presente que nadie es
imprescindible, además de Jesús, para conocer verdaderamente a Dios, tanto al
Padre, como al Hijo y al Espíritu de Jesús. Porque solamente haciendo así, los
falsos profetas, entre ellos el supremo impostor Pablo, no pueden interponerse
entre Dios y los seguidores de Jesús. El
ser humano que invoque al Padre celestial, sin invocar a Jesús, por más profeta
y por más milagroso que sea, ese no es de Jesús, sino que es del anticristo
(Pablo). Nadie es así de importante en
el cristianismo.
Si
a toda hora, en todo momento, todo el tiempo, no le añades las enseñanzas de
ningún ser humano, las enseñanzas de nadie, a las enseñanzas de Jesús, allá en
el lugar sagrado, en el templo y en el altar de tu alma, entonces los falsos
profetas, por millones, como una plaga de langostas, dirigidos e instruidos por
las seductoras enseñanzas del anticristo (Pablo), no te dejarán llegar al
conocimiento de Dios, te engañarán, te desviarán, estarás errando y creerás
estar ante la presencia de Dios sin estarlo.
Porque añadirle las palabras y
enseñanzas de ningún ser humano, las enseñanzas de nadie, a las palabras y
enseñanzas de Jesús, es totalmente imprescindible para poder llegar a la verdad
total, que es lo mismo que entrar de lleno a la plaza de la gran ciudad, a la
plaza de la nueva Jerusalén, a la palabra viva de Dios.
18. El cuidado de no aceptar usurpadores.
Los
verdaderos profetas no se interponen entre Dios y los hombres. En esto también diferenciamos a los profetas
verdaderos, de los falsos profetas, en que los falsos profetas y apóstoles,
pretenden usurpar, con sus enseñanzas, las enseñanzas de Jesús, interponiéndose
entre Jesús y los cristianos, como lo está el anticristo (Pablo). Aparentemente, los astutos falsos profetas,
no enseñaron a los cristianos a dejar de lado a Jesús, incluso le dan la gloria
a Jesús, en algunas de sus enseñanzas, pero en otras enseñanzas le roban,
descaradamente, la gloria a Jesús. ("sed imitadores míos como yo los soy
de Cristo" 1 Corintios 11:1. ver también: 1 Corintios 4:16, Filipenses
3:17). Por lo que, dos mil años después, ahí están esas sutiles enseñanzas,
interponiéndose, usurpando, ensuciando y pisoteando el lugar santo, que es la
palabra viva de Dios. Sus enseñanzas, los ponen en su lugar.
Pablo pretendió para sí ser el treceavo
apóstol, porque necesitaba para su nefasta misión probadora de seres humanos, usurpar
ese puesto de autoridad total y de privilegio, que a nadie le fue concedido
tener, de ser el treceavo apóstol. Por lo que con prodigios, argumentos,
falacias y engaños, se apropió del título de apóstol, dado por Jesús a los doce
cimientos del muro de la nueva Jerusalén, a las doce piedras de su pectoral
eterno, diciendo Pablo a sus seguidores, que él es el treceavo apóstol.
Pueden decir que cuando Jesús llamó a sus
doce apóstoles, Pablo era muy joven, y por ello no era apto para ser apóstol
del número de los doce, según parece por las escrituras. Pero no era un problema
para el Padre haber puesto a Pablo en la tierra en una edad semejante a la edad
de los demás apóstoles de Jesús. Si el Padre, de verdad, hubiera deseado, por
un solo instante, que Pablo fuera un apóstol de Jesús, Pablo hubiera sido del
número de los doce, pues el Padre todo lo puede. Pablo ni siquiera fue llamado
por Jesús, para pertenecer al numeroso grupo de sus cientos de discípulos y
seguidores, que no fueron llamados apóstoles por Jesús, entre los cuales hasta
había jóvenes, como Marcos, el que huyó, dejando su ropa en las manos de los
soldados que apresaron a Jesús, en el huerto de los olivos.
En
el tiempo que Jesús estaba sobre la tierra, Pablo estaba también en Israel,
pero no oyendo a Jesús, sino por el contrario, haciéndose un fariseo
recalcitrante. Era un joven aprendiz, de un maestro mediocre del pueblo de
Israel, llamado Gamaliel, que era un maestro fariseo, sobrevalorado en las
epístolas de Pablo, para poder engañar a los gentiles con Gamaliel, haciéndoles
creer que sabía mucho de la ley de Dios y de la verdad de Dios. Pero Gamaliel,
ese supuesto gran maestro del pueblo de Dios, ni siquiera reconoció quien era
Jesús, como si lo reconocieron Nicodemo y José de Arimatea. Tampoco Gamaliel se
convirtió al cristianismo de los apóstoles, por lo que, en el cristianismo
verdadero, ese tal maestro Gamaliel, en verdad nada vale.
Pedro y los otros diez apóstoles, se
reunieron para pedirle al Espíritu de Jesús, que los guiara a señalar al
elegido como apóstol, según la voluntad de Dios, luego de suicidarse el falso
apóstol Judas, para que el número de doce permaneciera cerrado. Era
absolutamente necesario para ellos, según su autoridad, emanada del Espíritu de
Jesús, que el elegido hubiera estado con Jesús durante todo el tiempo de su
ministerio y que también pudiera ser testigo directo de la resurrección de
Jesús, y que además hubiera recibido el Espíritu de Jesús el día de
pentecostés. Esas eran unas condiciones sin las cuales nadie podía ser del
número cerrado de los doce apóstoles de Jesús. No creáis a cualquier espíritu,
sino escudriñad los espíritus a ver si son de Dios. (1a de Juan 4:1)
19. El que siga a los doce a donde Jesús
llega.
El
que siga a los doce, llega a Jesús sin ser desviado; y el que siga a Jesús, al
Padre llega sin ser desviado. Pero
Pablo, diciendo que lleva a los seres humanos a donde Jesús, en verdad también
los lleva a adorar a Pablo. Por ese
trabajo tan sutil, de elaborado engaño de Pablo, hoy en día, en toda la Tierra,
donde se adora a Jesús, entre todos los católicos, entre todos los ortodoxos y
entre todos los de la reforma protestante, también se dice que todas las
palabras de Pablo son palabras que Dios habló.
Y las epístolas de Pablo, han logrado pasar dos mil años como si fueran
verdaderas palabras de Dios. Pero justamente ese es su problema, que a la vez
se ve claramente que ha quedado interpuesto entre Dios y los hombres, ha
quedado al lado de Jesús, es seguido, sus palabras son tomadas como si fueran
las mismísimas palabras de Dios. El que
estudie las escrituras hoy sin el velo de las falaces enseñanzas de Pablo, ve
que los humanos van es hacia Pablo, que no son guiados hacia Jesús, ni llegan
al Padre.
20. El Padre, Jesús y sus doce, todos son
uno.
Realmente
son uno por la negación de Jesús y por la negación de los doce apóstoles. Son
uno por su sumisión total de todos a la voluntad del Padre. Solo así ese
Espíritu de Jesús los une en verdad.
Jesús rogó al Padre, por todos aquellos que crean en Él (en Jesús), por
las enseñanzas de los doce apóstoles. Jesús no rogó por los que crean en las
enseñanzas de alguno otro ser humano. Jesús no rogó por lo que crean en las
enseñanzas de Pablo. Jesús se negó a sí
mismo, y los doce apóstoles se negaron a sí mismos, se hicieron nadie. Así se
hicieron uno con Jesús y con el Padre por la negación de sus voluntades. Todo aquel que se niegue a sí mismo que
deponga su voluntad, para hacer la voluntad del Padre expresada en las
enseñanzas de Jesús y en las enseñanzas de los doce apóstoles, ese, como ya no
es alguien, como es nadie, llega a ser uno con Jesús.
Ser
nadie es algo que obviamente Pablo no pudo ser, porque no se podía negar a sí
mismo. Pablo tenía que hacer todo lo contrario de negarse, él se tenía que
afirmar, ser muy llamador de la atención, para poder atraer a los cristianos
hacia su persona. Cuando los habitantes de la ciudad de Listra trajeron bueyes
para sacrificarlos delante de Pablo, porque vieron uno de sus milagros, él se
opuso rotundamente, diciendo que él era un simple ser humano. Pero en sus
epístolas, Pablo incita muchas veces a sus lectores a que lo idolatren, a que
sean imitadores de él, como si imitaran a Cristo. Pablo no les decía que fueran imitadores de
Cristo. Pablo le escribe a uno de sus
discípulos que no tenga temor de dar testimonio de Jesús y de él, de Pablo, que
era su maestro, porque Pablo pretendía ser un puente entre Cristo y los
cristianos.
Pablo
hace lo uno y hace lo otro con sutileza, da gloria a Jesús y a la vez quita, en
otras enseñanzas, la gloria a Jesús. Por eso fue por lo que terminó engañando a
las naciones por dos mil largos años. Si
Pablo se negaba a sí mismo, desaparecía como gran maestro, no podría ejercer su
ministerio extraviador de los seres humanos. Pablo tenía que llamar mucho la
atención de los humanos hacia su persona, para poder distraer a los cristianos,
que tenían la atención puesta en Jesús. Mientras que los doce apóstoles y Jesús
sí se negaron a sí mismos, Pablo se tenía que afirmar. Esta diferencia solo la
puede notar aquel que esté tratando de negarse a sí mismo. Por eso no es notada
por las naciones que son como un mar efervescente de egos.
21.
Nadie, además de Jesús, “merece” ser adorado por los cristianos.
Las
palabras de nadie, además de las de Jesús, merecen ser tenidas como palabras de
Dios, porque entre todos los humanos, nadie además de Jesús es Dios. El que siga a Pablo y acepte que esas epístolas
humanas son palabras de Dios, lo cual es adoración, no sigue a Jesús, ni sigue
al Padre, ni conoce a Dios. Esas
palabras de Jesús son la enseñanza que en verdad desciende de lo alto, son la
enseñanza que da el Espíritu de Jesús.
Todo aquel que sea de la verdad, todo aquel que conozca verdaderamente a
Dios, es decir, todo aquel que conozca a Jesús, tal cual es (Dios), se aleja de
las enseñanzas de Pablo en silencio. Deja que todos sean probados, sin arrancar
esa cizaña, aunque se dé cuenta que millones de seres humanos estén confundidos
con sus milagros y estén engañados y seducidos por sus enseñanzas falaces,
encubiertas entre sus muchas enseñanzas verdaderas. Todo aquel que desee adorar
a Dios, ha de tener el cuidado de adorar también las palabras de nadie. Solo
así se asegura de no adorar humanos, de no adorar palabras humanas como
palabras de Dios.
22.
Nadie además de Jesús da el espíritu de Jesús.
El
ser humano que reciba el Espíritu de Jesús fue porque se lo regaló Jesús. nadie
además de Jesús puede dar el Espíritu de Jesús.
No es que alguien pueda dar el Espíritu de Jesús y no lo haga, es que nadie,
además de Jesús, puede Darlo.
Pablo
no trae el Espíritu de Jesús, sino que trae el espíritu de Pablo disfrazado de
Espíritu de Jesús, con mucha astucia. Pablo da el espíritu del anticristo,
camuflado de espíritu de Jesús impersonal, no unido al Espíritu de Jesús. Como
si ese Espíritu fuera independiente de Jesús. Tiene que hacerlo así porque nadie
además de Jesús puede dar el espíritu de Jesús. No es por alguna otra razón. También
viene disfrazado de espíritu obrador de prodigios, un espíritu que tumba, que
derriba a los seres humanos, como fue derribado Pablo, un espíritu que les
quita la fuerza a los seres humanos y les hace perder la conciencia y la luz de
los ojos, como encegueció a Pablo. Un falso espíritu “no de Jesús”,
aparentemente santo, enviado por el tentador para probarnos, autorizado por el
Padre de Jesús.
Dios
es Jesús, y las palabras de Jesús son el espíritu de Jesús. Jesús y sus
palabras dan a conocer al enigmático Padre. Jesús también enseñó que son tres
Dioses en Él. Y enseñó que sus palabras, sus enseñanzas, son su espíritu, el
único Espíritu de Dios (Jesús) que puede haber. No hay otro Espíritu “Santo”
diferente de las palabras de Jesús. Por lo que nadie, además de Jesús puede dar
el Espíritu de Jesús. Pablo enseña a
llamar al Padre: “Dios” (de forma impersonal, difusa), cuando Jesús enseñó que
se llama el “Padre de Jesús”. Y Pablo enseñó a llamar al Espíritu de Jesús:
Espíritu “Santo”, y logra diferenciarlo, desprenderlo de las palabras de Jesús,
cuando su nombre es “Espíritu de Jesús”.
El
Padre de Jesús contiene el nombre de Jesús y el Espíritu de Jesús contiene el
nombre de Jesús. Por lo que los tres tienen el nombre de Jesús. Único nombre
dado a los hombres para conocer a ese enigmático ser llamado Dios.
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