118. Los profetas los enviaron a asesinar pueblos.
Los profetas estaban seguros de que Dios, y no Luzbel, los había enviado a asesinar personas. Es demasiado estar metido Luzbel adentro de sus almas y los seres humanos ser demasiado entenebrecidos, embotados, enceguecidos, para creer que cuando asesinaban eran obedientes a Dios. Cada vez que está escrito en los libros del antiguo testamento, que Dios, o un profeta, (grandes profetas), autorizaban a un rey, o a un hombre, para que fuera y matara a otro ser humano, era Luzbel haciendo su trabajo. Aunque fuese el incitador al asesinato alguno de los jueces legendarios del pueblo de Israel, que ordenaba al pueblo a asesinar a otros pueblos, o era Dios, era Luzbel. El espíritu que incitaba al mismo Moisés, para que fuera a la guerra contra otro rey, y le avisara el profeta que Dios lo ponía en sus manos, no era Dios, era Luzbel.
Siempre que se dio la orden, o la autorización de matar a algún ser humano, aunque ese ser humano se llamara Goliat y blasfemara contra Dios, no era Dios el que había dado la orden, ni Dios se gloriaba de la muerte de los enemigos del pueblo de Israel. Ellos no sabían de qué espíritu eran, como dijo Jesús. Ellos iban enceguecidos, asesinando seres humanos en nombre de Dios.
Cuándo todos ellos, desde el más grande, desde el profeta, el sacerdote y el gobernante, hasta el más humilde labriego, iban y asesinaban seres humanos en nombre de Dios, no sentían complejo de culpa, sino más bien la satisfacción de ser unos buenos hijos de su Dios. Se creían respaldados y enviados por su Dios y por su ley. Todo estaba claro para ellos, hacían la voluntad de Dios, eran hijos buenos de Dios, asesinando estaban ganando su Cielo.
Pero, para su sorpresa, no era el Dios de la vida, el que los enviaba, ni el que inspiraba esa acción. Dios da la vida y solo él la puede quitar. Dios no envía a otro a matar en su nombre. Absolutamente a nadie enviaría a matar en su nombre. Por eso fue por lo que Jesús se dejó matar, eligió dejarse matar impunemente, siendo Jesús Dios mismo, siendo el Padre mismo, para que los seres humanos, no estuvieran más engañados creyendo que podían asesinar a alguien en nombre de Dios.
Todo ese supremo y fatal engaño está en las escrituras para probarte, incitándote a una religión homicida y asesina, que mata a sus enemigos. Toda la presión de los maestros de la religión está escrita ahí y permitida por Dios para probarte, a ver si le crees a Jesús, o te dejas seducir por enseñanzas humanas, para probarte a ver si reconoces la verdad en medio de los errores. A ver si eres de la verdad. A ver si no te da miedo enfrentar al mundo entero con la verdad.
¿Cuánta cantidad de engaño hay entonces sobre la tierra? Es mucho más del que alguien se pueda imaginar. ¿Cuántos eran los errores de la ley del pueblo de Israel, aquella que vino Jesús a llevar a su perfecto cumplimiento? ¿Eran también los errores como las arenas del mar, tan numerosos como los asesinados por el pueblo de Israel? A Luzbel le fue dado del Cielo, engañar infiltrado, haciéndose pasar por Dios, y ha quedado escrito como prueba ahora y como juicio al final para todos los que se engañaron a sí mismos con esos errores plantados por Luzbel infiltrado.
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