124. Luzbel en el Cielo, en la reunión de los hijos de Dios.
Estaban los hijos de Dios reunidos y allí estaba también Luzbel, tranquilo entre ellos. Así empiezan los dos primeros capítulos del libro de Job, en las escrituras (Job 1:6-12) (Job 2:1-7). El lugar natural de Luzbel es estar entre los hijos de Dios, según el libro de Job. Dios y Luzbel hablan bien, sin odio. Ninguno de los dos tiene problemas por la presencia del otro. Hablan como amo y siervo sumiso. En el Cielo no se arma una guerra de ángeles al estar Luzbel en la presencia de Dios. Hay armonía en la relación de Dios y su ángel Luzbel. No hay odio, no hay rebeldía, Dios no ejerce autoridad sobre Luzbel a la fuerza, ni Luzbel le obedece a regañadientes, ni murmurando, ni blasfemando contra Dios. Ni sucede que Luzbel espera un descuido de Dios para hacer algo en contra de la voluntad de Dios. Ni siquiera cuando supuestamente está lejos de Dios, paseándose Luzbel por la Tierra, hace obras que Dios no le haya autorizado hacer previamente. Son amo y siervo en una perfecta relación, como corresponde con todos los siervos de Dios. Los demonios se postraban con naturalidad delante de Jesús, no obligados, ni maldiciendo, pues Jesús es la autoridad natural para ellos.
Que Luzbel diga lo contrario a los seres humanos, para inducirlos a rebelarse en contra de Dios es lo evidente. Decirles a los humanos que es rebelde a Dios, que está por fuera de la voluntad de Dios, lo camufla con una identidad que Luzbel no tiene, la falsa identidad de rebelde, pues Luzbel fue creado mentiroso. Dios le dio ese poder de engaño a Luzbel sobre las naciones, a las cuales Luzbel controla, obviamente las controla con engaños, con errores y con falacias. Luzbel no creó el mundo, ni creó el poder de las naciones, Luzbel no recibió ese poder de parte de un Luzbel más grande, lo cual es imposible (Lucas 4: 6), sino que ese poder le fue concedido de parte de Dios, para probar a todos los seres humanos. Todo lo que le fue concedido, es lo que hace Luzbel, no puede hacer más de lo que le fue concedido, ni puede hacer menos, y lo hace una y otra vez, por siglos. Miles de millones de seres humanos caen en sus lazos, en sus redes, en sus falacias, debido a la orden y previa autorización de Dios. A Luzbel le fueron entregados por Dios todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, puesto que le dijo a Jesús que todo este poder y su gloria le daría, porque a él había sido dado, y a quien Luzbel desea, se lo concede tener.
Las tradiciones falaces enseñan que Luzbel no hace la voluntad de Dios, que Luzbel no tiene parte con Dios, que Luzbel no tiene tratos con Dios, que Luzbel supuestamente no dependería de Dios. Pero todo ese poder y su gloria no le fue dado por otro ser malvado más grande que Luzbel, sino por Dios. Y no le fue entregado por Dios ese gran poder sobre las naciones a Luzbel, porque Luzbel haya engañado a Dios, ni porque Luzbel haya obligado a Dios, o porque Luzbel se los haya ganado a Dios, en alguna competencia, o en alguna apuesta, o en alguna batalla celestial.
Nadie más que Dios, (en orden a que se cumpla la voluntad divina), le podía otorgar ese poder a Luzbel, en el universo de Dios. A Luzbel le fue dado todo ese gran poder, no se lo robó, no lo obtuvo por sí mismo, no se lo inventó, sino que le fue dado por Dios, para que tuviera los medios suficientes y necesarios, para cumplir su misión probadora de seres humanos, ordenada desde el trono de Dios. Por tanto, Luzbel está oculto ahí en las escrituras detrás del disfraz de rebelde, que necesita tener, para poder tentar a todos los seres humanos.
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