125. ¿Un poder engañoso puede venir de parte de Dios?

125. ¿Un poder engañoso puede venir de parte de Dios?
La historia del profeta Micaías (1° de reyes capítulos 22 y 23), en la que Acab, el rey de Israel recibe una profecía engañosa, pero no de parte de Luzbel, sino de parte de Dios, parece un absurdo, una contradicción. Un espíritu de engaño salió del trono celestial, para engañar, no a los profetas de Baal, sino a todos los profetas de Dios, a que le digan al rey Acab, que salga a batalla contra el rey de Siria, que controla la tierra de Ramot de Galaad, y en esa batalla muera el rey Acab, pues Dios ha decidido que el rey debe morir ese día, por causa de las heridas recibidas en esa batalla. 
Por más que el profeta Micaías, le reveló al rey Acab esta verdad del espíritu engañoso enviado por Dios, no le creyó el rey. No le creyó a pesar de que algunos de los profetas engañados confirmaron la versión de Micaías, que todos los profetas de Israel habían sido engañados por orden de Dios. Esto sucedió pues Dios desde su trono había decretado que el espíritu engañoso que Él, Dios, enviaría, engañaría de todas formas al rey Acab, y conduciría irremediablemente a la muerte a Acab. A pesar de las profecías verdaderas de Micaías y la rectificación de algunos de los profetas engañados, el rey Acab no le creyó al profeta, sino que ordenó que lo pusieran preso, hasta que el rey volviera supuestamente sano y salvo de la batalla. Y salió Acab a batalla ese día, seguro que Dios había puesto en sus manos al rey de Siria, según los engañados profetas del pueblo de Israel le habían avisado. Ese día Acab, el rey de Israel fue asesinado, pues los profetas fueron engañados desde el trono de Dios, por orden de Dios. 
Por lo tanto, o se equivocan las escrituras, escribiendo que alrededor del trono celestial, Dios tiene espíritus engañosos, dispuestos para tratar de engañar, para probar a los seres humanos, cosa que nadie esperaría de Dios. O se equivocan los que dicen que todas las escrituras son perfectas y allí no hay engaños, que Luzbel no está camuflado, oculto en las mismas escrituras, autorizado por Dios, para ponernos a prueba, a ver nuestras almas que actitud y que decisiones toman frente a estas revelaciones. 
Si de parte de Dios no vienen espíritus engañosos, entonces en las escrituras hay errores, como este del espíritu engañoso en los profetas de Israel, y por lo tanto hay engaños. Las dos opciones dan el mismo resultado: que Luzbel puede venir del cielo de parte de Dios para ponernos a pruebas con engaños. Esto posibilita que Luzbel caiga del cielo como un rayo, haciéndose pasar por Jesús, para decirle a Pablo que es Jesús a quien él persigue. Y luego, Luzbel puede inspirar a Ananías a orar por Pablo, para que recobre la vista. En este caso Dios envía un espíritu engañoso a poner a prueba a los habitantes de la tierra. Prueba enviada de lo alto para todo aquel que dice creer en Jesús. La última y más sutil de todas las pruebas.
Los que desconocen los atributos de Dios, que todo lo sabe, que todo lo puede, que está en todas partes y que está por encima del bien y del mal, no pueden aceptar que Dios haya enviado ese espíritu engañoso. No deducen que Dios envió a Luzbel, que Dios eligió a Judas Iscariote a sabiendas, que Dios también autorizó el engaño de Acab, y que Dios ideó el envío de Pablo adentro del cristianismo, a enseñar palabras humanas que han sido adoradas como palabras de Dios, por más de dos mil largos años. Luzbel y Pablo han seducido a las naciones como lo ha previsto Dios desde lo alto.
Todos esos espíritus engañosos descendieron del cielo, no subieron del infierno. Y ya sea que se haya equivocado la escritura, por lo que entonces habría en ella ese supuesto error de un espíritu engañoso que vine de parte de Dios, o ya sea que se hayan equivocado los doctores de la ley, los teólogos, al tomar los engaños como verdades, entonces la conclusión es la misma, que Luzbel y su hijo Pablo sí son hallados ahí en las escrituras, engañando a los seres humanos, con la autorización de Dios para que todos, con la excepción de nadie, seamos puestos a prueba.  Es necesario tener en cuenta que Dios está por encima del bien y del mal.  Dios no está sujeto a Juicio.
Ese día del espíritu engañoso que descendió sobre todos los profetas de Israel, de parte de Dios mismo, el rey Acab, estaba disfrazado de hombre común, para que no lo reconocieran y así evitar ser asesinado.  A pesar de estar el rey Acab disfrazado de hombre común, sin sus vestiduras reales, ese día un soldado del ejército enemigo, disparó una única flecha al aire.  Ese día esa flecha, que descendió del Cielo, se clavó al azar en el pecho del rey Acab, a pesar de que estaba disfrazado, y el rey Acab murió por una orden de Dios, ejecutada fielmente por un espíritu engañoso, emanado del trono de Dios, que engañó a todos los profetas del pueblo de Dios, menos al profeta Micaías. El espíritu engañoso descendió y también la flecha descendió. Por eso, cuando Jesús decía que veía a Luzbel descender desde el cielo como un rayo, estaba diciendo lo mismo que pasó ese día de la muerte del rey Acab. La flecha descendió como un rayo al hijo de perdición que era el rey Acab, igual que Luzbel descendió, como un rayo sobre el hijo de perdición, Pablo. Descendió el rayo directamente del cielo con la misión de probarnos a todos, autorizado por Dios, y con poderes.  Todo esto lo dice Jesús con solo decir que Luzbel descendía del Cielo. 
Pablo es el que da testimonio de este supuesto encuentro con Jesús en una supuesta y falsa segunda venida de Jesús, ya que Jesús se había ido al Cielo diciendo que no volvería sino el día del juicio.  Obviamente ese día del rayo, Pablo no viajaba con cristianos al lado, que dieran fe de esa anormal segunda venida de Jesús, puesto que le temían a Pablo, porque él odiaba a muerte al espíritu de Jesús, blasfemaba contra el Espíritu de Jesús de los cristianos. Por eso fue por lo que descendió sobre él, y no sobre otro, el falso espíritu directamente del Cielo.  No es firme el testimonio de Pablo al decir que habló con Jesús en una venida adicional a la Tierra, puesto que da testimonio de sí mismo (Juan 7:18). Y no es firme el testimonio de Ananías, puesto que este hecho de la más alta trascendencia lo debía ratificar no Ananías, sino los doce apóstoles de Jesús.  No es más que un espíritu engañoso enviado del Cielo, para poner a prueba a todos los habitantes de la Tierra.


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