4.
El número cerrado de doce.
El
hecho de que este número sea cerrado, no se pueda abrir, no se puedan restar,
ni añadir personas a este grupo, inició con el número de los doce hijos de
Jacob, que son las doce tribus del pueblo de Israel, y se confirmó con las doce
piedras del pectoral del sumo sacerdote del Pueblo de Israel, las doce piedras
en el pecho del sumo sacerdote son el pueblo, no son trece piedras, ni son
trece tribus, ni son trece apóstoles. Nadie
puede ser el trece.
Hay
similitud en el número de los doce apóstoles de Jesús, con las doce tribus de
Israel. Jesús dijo ser el Israel espiritual y Jacob es el Israel de carne, el
de la Tierra. Los doce apóstoles que Jesús eligió a sabiendas incluían a uno
que no era de los doce, judas, que luego se suicida y para reemplazarlo se
presentan dos, Matías y Barsabás. Echan suertes y es elegido Matías, para
volver a cerrar el número. Lo mismo sucede con José, que se convierte en
egipcio, y para volver a cerrar el número de las doce tribus, José, con Jacob
antes de morir, logra que Jacob reciba en el seno de las tribus a sus dos
hijos, Efraím y Manasés, como dos medias tribus, no como dos tribus, para que
los doce siguieran siendo por siempre los doce. En ambos casos el número tiende
a romperse, quedan once, se presentan dos, y al final es cerrado en doce
perfecto.
Ya
había indicios, sobre que sería un número cerrado de doce el de los apóstoles.
Doce los voceros humanos autorizados desde el Cielo. Doce los de las palabras
absolutas, incuestionables e inapelables. Doce los seres humanos del contacto
perfecto, sin errores, con Jesús. Los doce únicos representantes de Jesús,
aparte de todos los que, como Pablo (magistralmente), pretendieron unirse con
estrategias diversas a ese grupo cerrado, durante dos mil años.
Según
Jesús, Dios todo poderoso, descendió en persona a la tierra y eligió a doce
israelitas, a los que Él llamó apóstoles, para darse a conocer de toda la
humanidad. Les dio el título único de
apóstoles a ellos doce, elegidos entre los cientos de discípulos, siervos y
seguidores de Jesús. Ellos a sí mismos
no se denominaron apóstoles. Todos los que se han tratado de infiltrar en ese
grupo, como Pablo, han tenido que denominarse a sí mismos: “apóstol”. Los doce
son, desde la eternidad, (según Jesús) doce únicos cimientos del muro que rodea
a la nueva Jerusalén, la ciudad espiritual de Jesús, que desciende del Cielo de
parte de Dios, donde mora siempre la presencia de Dios, cuyo templo es Jesús, el
cordero mismo (Apocalipsis 21:14). No hay trece cimientos de la ciudad
espiritual de Jesús, “que desciende de lo alto”. Ni hay trece puertas de esa misma
ciudad, sino que las puertas son doce, y tienen los nombres de las doce tribus
de Israel. Los doce apóstoles, entonces, están íntimamente unidos en la cuidad
de la nueva Jerusalén con las doce tribus de Israel. Los doce apóstoles son los
doce únicos cimientos del muro que rodea a la ciudad, y las doce tribus son las
doce únicas puertas de ese mismo muro de entrada a la ciudad. Adentro de la
ciudad está Jesús, el cordero. El trece queda por fuera. De nadie es la treceava
tribu de Israel y nadie es el treceavo apóstol de Jesús.
Cuán
importante es nadie en esta historia. No se ve, pero es imprescindible entender
su lugar. Si aceptamos que el doce es un número inalterable, un número eterno,
un número “descendido del Cielo”, por lo tanto, todo aquel que pretenda ser el
trece, está forzando la estructura creada.
Por lo tanto, Pablo está por fuera de ese número, nadie puede ocupar el
treceavo lugar allí.
Éxodo 28:15-28
ResponderBorrarNueva Versión Internacional
El pectoral
15 »El pectoral para impartir justicia lo bordarás artística mente con oro, púrpura, carmesí, escarlata y lino fino, como hiciste con el efod. 16 Será doble y cuadrado, de veinte centímetros[a] de largo por veinte de ancho. 17 Engarzarás en él cuatro hileras de piedras preciosas. En la primera pondrás un rubí, un crisólito y una esmeralda; 18 en la segunda, una turquesa, un zafiro y un jade; 19 en la tercera, un jacinto, un ágata y una amatista, 20 y en la cuarta, un topacio, un ónice y un jaspe.[b] Engárzalas en filigrana de oro. 21 Deben ser doce piedras, una por cada uno de los doce hijos de Israel. Cada una de las piedras llevará grabada como un sello el nombre de una de las doce tribus.
Apocalipsis 21:14
ResponderBorrarReina-Valera 1960
14 Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.