5.
Solamente las enseñanzas de los doce son incuestionables.
El
único y exclusivo caso en el cual, todas las palabras y todas las enseñanzas de
unos seres humanos, absolutamente todas sus palabras, fueron autorizadas y
avaladas previamente por Jesús, como provenientes de su Espíritu, desde antes
de ser habladas y escritas esas palabras y esas enseñanzas, fue en los doce
apóstoles. Les dijo Jesús a ellos doce, no a todos los creyentes, ni a todos
sus discípulos y seguidores, ni a los sucesores de algunos de los doce, sino
solamente a ellos doce y a nadie además de ellos doce, que todo lo que ellos
doce ataran en la Tierra, sería atado en el Cielo, y todo lo que ellos doce
desataran en la Tierra, sería desatado en el Cielo. La autorización (autoridad), dada a los doce
apóstoles es total, absoluta, incuestionable y exclusiva. Es una carta en
blanco que les dejó firmada para que ellos hablaran en su nombre.
Jesús
dijo que las palabras de sus doce apóstoles, a partir de la venida del Espíritu
de Jesús sobre ellos, se convertirían en ley, en palabra firme, en bases y
fundamentos del cristianismo mundial. Ese cristianismo es la Jerusalén
espiritual. Ellos doce son, nada más y nada menos, que los testigos oficiales
de la aparición de Jesús, descendido desde el trono de Dios, (Hechos 1:
15-26). Ellos doce son la primera
iglesia de Jesús. A partir de ellos doce
se formó todo el cristianismo. Cualquier
cristiano es necesariamente testigo de Cristo, de su divinidad, de su
resurrección, y de que volverá a juzgar a toda la humanidad, pero solamente hay
doce apóstoles de Jesús. Ni uno solo de los cristianos y discípulos, nadie
además de ellos doce, puede llamarse a sí mismo, o hacerse llamar, apóstol de
Jesús y nadie, además de ellos puede pretender tener la autoridad de Jesús en
el cristianismo.
Hechos 1:15-26
ResponderBorrarReina-Valera Antigua
15 Y en aquellos días, Pedro, levantándose en medio de los hermanos, dijo (y era la compañía junta como de ciento y veinte en número): 16 Varones hermanos, convino que se cumpliese la Escritura, la cual dijo antes el Espíritu Santo por la boca de David, de Judas, que fué guía de los que prendieron á Jesús; 17 El cuál era contado con nosotros, y tenía suerte en este ministerio. 18 Este, pues, adquirió un campo del salario de su iniquidad, y colgándose, reventó por medio, y todas sus entrañas se derramaron. 19 Y fué notorio á todos los moradores de Jerusalem; de tal manera que aquel campo es llamado en su propia lengua, Acéldama, que es, Campo de sangre. 20 Porque está escrito en el libro de los salmos: Sea hecha desierta su habitación, Y no haya quien more en ella; y: Tome otro su obispado. 21 Conviene, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entró y salió entre nosotros, 22 Comenzando desde el bautismo de Juan, hasta el día que fué recibido arriba de entre nosotros, uno sea hecho testigo con nosotros de su resurrección. 23 Y señalaron á dos: á José, llamado Barsabas, que tenía por sobrenombre Justo, y á Matías. 24 Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál escoges de estos dos, 25 Para que tome el oficio de este ministerio y apostolado, del cual cayó Judas por transgresión, para irse á su lugar. 26 Y les echaron suertes, y cayó la suerte sobre Matías; y fué contado con los once apóstoles.