161. Silencio inesperado de los que sabían la verdad.
La humanidad no esperaba el silencio de los que sabían la verdad. No se esperarían jamás los humanos de todos estos siglos, que todos los que supieran la verdadera identidad secreta de Pablo, guardaran silencio por siglos, y menos se esperarían los seguidores de Pablo, que así fuera establecido por Dios. Menos aún se esperarían los seres humanos, que los apóstoles lo supieran y que todos guardaran silencio sobre la verdadera identidad de Pablo. El Señor ordenó que todas las enseñanzas, tanto las verdaderas, cuanto las falsas enseñanzas, crecieran en la iglesia hasta la siega, día en el cual las enseñanzas de todos los falsos cristianos, la cizaña, sería arrojada al fuego eterno (Mateo 13:30).
Ha vivido el falso profeta incrustado en el cristianismo, protegido por los hombres, adorado, idolatrado y seguido sin reservas, durante dos mil años, debido al silencio de los sabios, pues el que lo denuncie daña la huerta del Señor. Los seres humanos, engañados por Luzbel y por su hijo Pablo, se esperan que los justos denuncien siempre el mal, que los justos denuncien a los inicuos. Los cristianos, prisioneros de los engaños de Pablo, cautivos por dos mil años, en la Gran Babilonia espiritual de las enseñanzas de Pablo, esperan que los justos peleen contra los injustos y los ataquen. Esperan, según las enseñanzas de Pablo, que los cristianos denuncien los errores, esperan que ataquen los errores, no esperan que los cristianos guarden silencio sobre los errores.
Los que adoran como palabras de Dios las enseñanzas de Pablo, juzgan a los “hermanos”, los acusan delante de Dios y delante del pueblo, por sus pecados, los regañan por sus errores, no consuelan a la oveja caída, no limpian a las ovejas que se ensuciaron, no sanan a las ovejas que se hirieron, no les importa el rebaño, no aman al rebaño, sino que por el contrario, dividen el rebaño y agitan al rebaño, no lo apacientan, pues así les enseñó Pablo a sus seguidores. También la gran mayoría de los profetas antes de Jesús, acusaban al pueblo de Israel y creían, con ello, servirle a Dios, pero estaban engañados por Luzbel.
Jesús viene a consolar, a limpiar, a sanar, a perdonar. Pero Pablo es el que incita a los cristianos a estar denunciando el mal ajeno, a estar acusando a los cristianos, a estar redarguyendo y regañando a los hermanos. Los incita a tratar de sacar la paja del ojo ajeno, algo que Jesús dijo que no hiciéramos. Por esta razón, los miles de millones de cristianos cautivos de los engaños de Pablo, en la Gran Babilonia espiritual, no entienden el silencio milenario de los doce apóstoles de Jesús, sobre los errores ajenos, sobre los errores de Pablo.
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