163. El anticristo no tiene el traje de bodas.
Por este secreto, de identidad de Pablo, secreto reservado para ser revelado al final de los tiempos, fue que Jesús enseñó que el día de las bodas del cordero, había allí un hombre sentado sin el vestido de bodas, y el amo de la casa, Jesús, le dijo: “Amigo, ¿Cómo llegaste aquí sin el vestido de bodas?” (Mateo 22:1-14). Enseña Jesús que ese hombre, en ese momento, enmudeció, obviamente estaba asustado, no esperaba ser rechazado, sino todo lo contrario, esperaba homenajes. Porque Pablo, todo el tiempo pareció un líder del cristianismo, pero en verdad, aunque era tan fanático de Cristo, que dio su vida por Jesús, era un enemigo de los cristianos, que se dejaron seducir y se engañaron a sí mismos, sin darse cuenta, con las enseñanzas de Pablo, hasta recibirlas como palabras de Dios.
Lo que más impresionará el día final, para los seguidores de las enseñanzas de Pablo es que, siendo supuestamente un amigo incondicional de Jesús, que hizo prodigios en nombre de Jesús, que fue asesinado por el nombre de Jesús, el mismo Jesús ordenará que ese amigo sea arrojado de pies y manos a las tinieblas exteriores, adonde, por consecuencia, serán arrojados todos los seguidores de Pablo, todos los que dicen que sus enseñanzas son palabra de Dios, allí será el llanto y el crujir de dientes.
Estará ahí Pablo el día del juicio, presente el día de la última cena de la humanidad, igual que sucedió con Judas el día de la última cena en Jerusalén, cuando Jesús avisó que uno de los doce lo traicionaría. A nadie se le ocurrió sospechar de Judas Iscariote. Así mismo Pablo estará hasta el final de la cautividad de la Gran Babilonia, firme, fuerte, arriba en el poder, libre de toda sospecha, dirigiendo el cristianismo, como profeta de Dios, elevado a los altares, adorado, idolatrado, admirado y seguido servilmente, por la mayoría de los seres humanos, que, extraviados, creen que sus palabras son palabras de Dios.
El traje de bodas es negarse a sí mismo, vestirse de nadie, ser nadie. Sin ese traje no se entra. Al reino de Jesús nadie entra de verdad, no es charla. Y Pablo no podía ponerse vestido de nadie, todo lo contrario, tenía que ser muy llamador de la atención, para atraer a los que más pudiera, a sus enseñanzas, para desviarlos un poquito de Jesús. Era todo lo que necesitaba Pablo. Sus seguidores, al imitarlo, no se niegan a sí mismos. Allí están todos los errores de las iglesias actuales, no hay negación, hay liderazgo. En cambio, los doce desaparecieron a los ojos de los humanos, porque se negaron a sí mismos, mientras Pablo resplandecía llamando la atención. Los doce están con su traje de bodas.
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