198. El que lee los evangelios aquí, los lee allá en el Cielo.
No es necesario irse hacia el pasado, para reconocer la veracidad y la autenticidad de las palabras de Jesús, impresas en los cuatro evangelios, pues son esas mismas palabras todo poderosas de Dios, las que atraviesan, sin adulteraciones, los siglos, para dar, a todos los que crean en esas palabras, la vida infinita. Esas palabras eternas que están delante de ti cuando lees los cuatro evangelios, y a la vez están delante del trono de Dios, esas palabras son el sendero, el puente al trono de Dios y a la vida infinita. Al leerlas aquí en la tierra, las estás leyendo delante del trono de Dios, tus ojos quedan impresos en los cuatro seres vivientes. Por tanto, al estar tú delante de ellas, leyéndolas u oyéndolas, estás delante de Dios en Espíritu.
Esos cuatro libritos, son la verdadera rosa de los vientos, que te guía por la vida y te orienta. Sin los cuatro evangelios errarías sin rumbo. Esos cuatro vivientes, que han salido a soplar su Espíritu en la Tierra entera, de oriente a occidente y de norte a sur, en todos sus confines, esas humildes palabras, lejos de volver vacías a Jesús, están regando la Tierra con su lluvia, y dan semillas a los sembradores, y son ellas, y solo ellas, el pan y el vino de la vida infinita, la santa cena que compartimos, el santo grial, la sagrada copa. Esas palabras de los cuatro evangelios son el cuerpo de Jesús y son su sangre (Juan 6: 53-63), y esas palabras de los cuatro evangelios serán prosperadas en aquello para lo cual Jesús las envió a recorrer la Tierra.
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