CAPITULO 18
PEDRO MÁS JUAN
Dos estrategias complementarias.
1. Jesús acercaba a Pedro, Santiago y Juan.
Jesús estableció, adentro de su Iglesia personal, adentro de su primera Iglesia, adentro de la Iglesia de sus doce apóstoles, a un pequeño grupo de tres apóstoles, llamados Pedro, Santiago y Juan. A ellos dio más informaciones, y les reveló situaciones de las cuales les prohibió hablar a ellos tres, hasta que Jesús no se hubiera ido a su Reino, según se halla en los evangelios.
Por ejemplo, el día que Jesús se transfiguró delante de ellos tres aparte de los demás, se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús. Jesús le advirtió a Pedro, a Santiago y a Juan, que a nadie le revelaran lo que habían visto y oído, en la trasfiguración «hasta que el hijo del hombre hubiera resucitado de entre los muertos». Era una revelación de la más alta importancia, una revelación que influye en muchos temas del cristianismo, del cristianismo no adulterado por las enseñanzas de Pablo, el falso apóstol, el falso profeta.
También el día de la última cena, Jesús le reveló a Juan y por su intermedio a Pedro, la identidad secreta del traidor, cuando todos los demás, entre los doce, creyeron que Jesús había enviado a Judas Iscariote, a que preparara la pascua, o a que comprara algunos víveres. Esto debido a que Judas, era muy importante entre los doce, pues Judas era el tesorero de Jesús, el que administraba los bienes de Jesús. Aunque Judas era un siervo de Luzbel, destinado a perderse, ninguno pensaba que el traidor sería ese personaje tan importante en el grupo de los doce.
Al establecer responsabilidades y misiones especiales, en Pedro, Santiago y Juan, Jesús no hace injusticia. Por ninguna razón se debe presuponer que los doce todos iban a tener las mismas responsabilidades y la misma revelación.
2. Relaciones de Jesús con Pedro y Juan.
El paso de los siglos sobre la iglesia de Jesús ha dejado al descubierto que Pedro y Juan, representan dos etapas en El cristianismo, dos estrategias complementarias. Dos estrategias para que los seguidores, al entenderlas, puedan ser vencedores, cuando sean asaltados y atacados en su fe. Estas dos estrategias se oponen a las dos estrategias secretas, también complementarias, que tiene el lado oscuro, que son los engaños de Luzbel y Pablo. Ellos dos se confirman y se apoyan en sus falacias el uno al otro.
Jesús reconoció que Pedro lo amaba más que los demás (Juan 21: 15), para que lo tuviéramos bien en cuenta, y no creerle a Pablo en sus epístolas pisoteando la autoridad de Pedro y su sabiduría de. El amor es sabiduría pura, por eso, según Jesús, Pedro que era el que más amaba a Jesús, obviamente estaba inspirado de una alta sabiduría. en lo referente al reino de los Cielos. Pedro fue el primero que reconoció que Jesús es el Mesías, y dice el evangelio que eso se lo reveló el Padre. Pablo está lejos de esa autoridad y trata, con sus enseñanzas, de desprestigiar a Pedro.
Si para Jesús, Juan era su preferido, eso no es un adorno, no es un capricho, ni una frase exagerada. Es una señal de la más alta importancia, pues para los seguidores de Jesús, las enseñanzas de Juan han de ser las preferidas, para eso hizo Jesús esta señal. Para que los seguidores del sendero vean primero las enseñanzas y escritos de Juan. Siendo ese punto de vista el principal al tratar de conocer a Jesús.
Estas relaciones entre Pedro, Jesús y Juan no son detalles sin importancia, son decisiones de Jesús, que definen la autoridad y misiones, de Pedro y Juan entre los doce. Estas referencias no son tenidas en cuenta entre las naciones, porque las naciones han estado engañadas, extraviadas, seducidas, por las enseñanzas de Pablo, que los menosprecia en sus escritos. A Pablo le fue dado hacer la guerra a los doce apóstoles y vencerlos, en las almas y en los corazones de los seres humanos, que, engañados, los menosprecian.
3. Pedro hace las bases de la iglesia y Juan la construye.
Pedro es el formador de la piedra de base en las naciones (Mateo 16: 18), y Juan es el constructor del templo. A Juan el ángel le dio una caña de medir, para levantar el templo de Jerusalén, que estaba destruido (Apocalipsis 10:11 a 11:3). El templo de la Jerusalén espiritual, que es las enseñanzas de Jesús, está destruido por la cautividad de esa verdad en Babilonia. El templo está pisoteado y traspasado por los engaños y las enseñanzas de Pablo.
Les fue dado a Pablo y a Roma, en un solo hombre, con doble identidad de fariseo y romano, hacerles la guerra espiritual a los doce apóstoles de Jesús y vencerlos, llevándolos secuestrados en espíritu, hacia las enseñanzas de Pablo. Le fue dado llevarlos cautivos, incluyendo a Pedro, mientras el imperio romano espiritual se extiende por todo el mundo, con la verdad de Jesús como su rehén, atada con los lazos sutiles de las enseñanzas del césar romano, Pablo.
Cuando se cumplan los tiempos de las naciones y sea atado el falso profeta (Pablo), la verdad estará tan perfecta como siempre en los cuatro evangelios, esperando a sus lectores. Entonces se inicia el tiempo de Juan, el milenio. Cuando sea removido Pablo por mil años, se verá el templo de Jesús tan perfecto como siempre ha sido. Todo a su tiempo. Pablo era como el andamiaje requerido en toda construcción. Al tiempo se retira y queda el diseño original de la construcción.
4. Hombres de piedra, más aliento de vida.
Hoy hay sobre la tierra hombres de piedra, hombres de Pedro. Hay muñecos de barro, igual que con la creación del primer hijo de Dios en el paraíso. Fue formado primero de un muñeco de barro y luego el Señor le infundió aliento de vida. Así entre los hijos de Jesús, hoy hay hombres con un corazón de piedra (Pedro), esperando el aliento de vida (Juan). Que es las palabras que habló Jesús, cuando por fin sean recibidas sin añadirles palabras de hombres (Pablo). Pedro es cuerpo de piedra. Por eso en Roma se ven grandes monumentos de estatuas de piedra, eso no es casualidad, sino todo lo contrario, es coincidencia, porque coincide con su propia esencia. Hoy Roma está poblada de estatuas de piedra, sin corazón, sin vida.
Jesús en su estrategia doble, tiene a un Pedro que es el cuerpo de los Hijos de Dios, y tiene a un Juan, que es espíritu, es águilas. Juan es palabras del Hijo de Dios, Juan es palabras de Jesús, Juan es conocer a Jesús en la totalidad de sus enseñanzas, sin mezclas de enseñanzas humanas. Sobre la piedra que es Pedro, Juan mide el templo (Apocalipsis 10:11 a 11:3). En la doble estrategia del Espíritu de Jesús, Juan se levanta sobre Pedro, sobre la piedra de base, que ha formado Pedro durante dos mil años.
Juan se levanta con el verbo de Dios, con la verdad, con las enseñanzas de Jesús, pero sin las enseñanzas humanas de Pablo. No se levanta Juan contra la piedra, no se levanta Juan contra Pedro, Juan se levanta para tomar las medidas del templo y erigir las columnas del templo. Juan se levanta sobre la piedra, pero deja de lado el atrio exterior del templo, que fue entregado a las naciones, que fue entregado al imperio romano espiritual, que fue pisoteado por las enseñanzas de Pablo. Que ha sido pisoteado por dos mil largos años por las naciones enceguecidas, que hollarán la ciudad santa, que es la verdad de Jesús, la hollarán mientras pasan los tiempos de las naciones (Apocalipsis 11:2).
5. Dos etapas en Dios y en el hombre.
Jesús es la carne y su Espíritu es el Espíritu santo. Los dos son Dios y son las dos etapas de la revelación de Dios, vivientes al tiempo en un solo ser, en el Cristo. Dios Padre se da a conocer de los seres humanos enviando a Jesús con su espíritu adentro. Se va Jesús y el Padre envía espíritu de Jesús, en nombre de Jesús. Dios creó al hombre en dos momentos, semejantes al hijo y al Espíritu de Jesús. Por eso dice la escritura que Dios primero formó un muñeco de barro y luego le infundió el espíritu de vida y lo llamó hombre.
También todo ser humano se forma en dos etapas, primero nace un cuerpo humano que siente, como sienten los animales, pero a los meses, ese ser recibe el lenguaje, y al hablar y pensar con el lenguaje, el ser tiene conciencia de su existencia. También por eso el hombre nace de mujer, pero luego debe nacer del espíritu. Siempre se ve una constante de creación en dos etapas, en lo humano y en lo divino.
Estas dos etapas tienen semejanza con la dentadura, que es por donde el cuerpo se alimenta y a la vez por donde las palabras salen, por lo que parece ser que toda la vida reside en la boca del ser humano. A todo ser humano primero le da Dios una dentadura pequeña, provisional, mientras crece y se desarrolla su cuerpo, y cuando ya está preparado su cuerpo, esa dentadura se cae sola y es reemplazada por una nueva dentadura, permanente, fuerte y acorde con su cuerpo desarrollado.
Así mismo Jesús le dijo a Pedro que lo seguiría muy pronto, pero también al mismo Pedro, le dijo Jesús que Juan permanecería hasta su venida. Pedro es provisional, mientras crece la Iglesia, mientras es atacada por Pablo y sus semejantes, que la convierten en una ramera idólatra, en una iglesia de hombres lobos que aúllan su adoración a las palabras de un hombre. La iglesia que se deja llevar en pos de las enseñanzas de seres humanos, como si fueran palabras de Dios
Pero luego, al amanecer del tercer día, que es el amanecer del tercer milenio, viene Juan, que es la madurez de la Iglesia. Cuando la iglesia deja de ser ramera, deja de prostituirse en pos de las enseñanzas de hombres, deja de creer que los grandes hombres (Pablo) pueden hablar palabras de Dios. Con Juan la Iglesia es fuerte, no hay falsos apóstoles, como Pablo, infiltrados en la Iglesia, que la puedan extraviar, porque ya los cristianos no le añaden palabras humanas, a las palabras de Jesús y sus doce apóstoles.
A nadie además de Jesús adoran los de la Iglesia del milenio. El periodo de los engaños de Luzbel y los engaños de Pablo se da mientras la Iglesia es niña, con Pedro, cuando la iglesia está sujeta a los extravíos de los maestros de la palabra. Pero durante el milenio de Juan, ni Luzbel ni Pablo tienen poder, entre los que sean tenidos por dignos de vivir en el milenio. Ha llegado el reino y la autoridad de la palabra de Jesús a la tierra, para reinar sin imponerse durante mil años.
6. Pedro y Juan representan las dos alianzas.
Hay un pueblo de Israel de la carne y un pueblo de Israel de espíritu. El Padre previó dos alianzas en el pueblo de Dios. Primero formó el pueblo de carne, el pueblo de Israel, que son los descendientes de las doce tribus de Jacob, que es Israel. Cuando eso su alianza estaba grabada en su carne con cuchillos de piedra, la ley de Dios estaba grabada en Piedras. Y fue grabada dos veces, porque Moisés tuvo que subir dos veces al monte para recibir la ley escrita en dos tablas de piedra.
Dios luego formó su pueblo del espíritu, con su alianza grabada en los corazones, el Israel espiritual, que es el pueblo formado por todos los cristianos de la Tierra, descendientes espirituales de los doce apóstoles de Jesús. En el Israel espiritual las leyes de Dios también están grabadas en piedra, puesto que los hombres de piedra, por Pedro, reciben las enseñanzas de Jesús sin añadirles palabras de hombres. Pero le es dado a Pablo extraviar a las naciones con sus seducciones. Le es dado al pueblo de Dios que decidan si desean ser idólatras, si desean hacerse becerros de oro, si desean adorar diciendo que son de Dios, palabras de hombres, como las enseñanzas Pablo. En Pedro el pueblo de Dios tiene la verdad grabada en la piedra y en Pablo, tienen a Aaron y su becerro de oro.
El pueblo de Israel vivió dos etapas importantes en su definición como pueblo de Dios. Porque uno es el que le da forma e identidad al pueblo (Moisés). Pero otro líder es el que entra al pueblo a su tierra prometida, a su reino de los Cielos (Josué). Así mismo se da en el cristianismo, con Pedro formando una gran base, una gran piedra de base. Y luego viene Juan, para tomar las medidas del templo de Dios sobre esa base. Y con palabras escritas sobre esa piedra santa, reconstruir el templo de Dios, que estaba arrasado por las naciones. Pisoteado por jaurías de hombres lobos romanos aullando blasfemias, al decir que las enseñanzas de Pablo eran palabras de Dios.
7. Semejanzas de José y Juan entre los doce.
Otros dos hombres ungidos de Dios con semejanzas, en las dos alianzas del pueblo de Dios, son José el preferido de Jacob, en el Israel de la carne, y Juan el preferido de Jesús, en el Israel del espíritu. Igual que José desapareció de entre sus hermanos en Egipto, Juan despareció del gobierno de la iglesia de Jesús. Pedro, semejante a Rubén, se hacía cargo de todo lo referente a los hermanos, en ausencia de Juan. Juan fue separado de su lugar entre los doce por un tiempo y luego vuelve. Como José, que volvió a sus hermanos. Juan debe volver a profetizar, a medir el templo, a esperar al Maestro el día de su venida.
José y Juan, se fueron de los doce, desaparecieron, pero ambos volvieron a aparecer para ser los dirigentes del pueblo de Dios. Ambos eran el preferido de Israel, Jacob, Israel de la carne y el preferido de Jesús, el Israel del Espíritu. Ambos tuvieron doble herencia, pues en Israel, el primogénito siempre tiene doble herencia. José heredó a través de sus hijos, dos medias tribus y por su lado. Juan debe volver a profetizar, a medir el templo de la verdad de Jesús, arrasado por las enseñanzas de Pablo. Sea como sea que la manifestación de Juan llegue a hacerse realidad, Jesús dijo que juan permanecerá hasta la venida del Señor y Jesús no se equivoca, ni habla por hablar, ni exagera.
Juan vuelve. Igual que volvió Elías, en otro Juan (el bautista). Cada que Jesús viene lo recibe un Juan. En la primera venida lo recibió Juan bautista. En la segunda Juan, no se sabe en qué persona, pero será Juan.
8. Pedro más Juan: dos Iglesias en una.
Hay dos iglesias en una: la ramera y la virgen, la de Pablo, y la de los doce apóstoles. En la iglesia real, Jesús creó también dos Iglesias que se complementan la una a la otra.
Primero se deja ver muy definida la Iglesia de Jesús según Pedro, la iglesia de las naciones, la iglesia ramera. La iglesia donde se siguen las palabras de Jesús y las de Pablo a la vez. Es la iglesia que ha reinado durante dos mil años, sobre miles de millones de hombres lobos, que han aullado, sin saberlo, su adoración a un lobo romano disfrazado de oveja israelita. Esta iglesia se va resquebrajando debido a los errores de las palabras de Pablo, que siguen como palabras de Dios.
Luego de dos mil años, se deja ver la Iglesia de Jesús según Juan. La iglesia virgen, la iglesia que reconoce que solamente Jesús es Dios, aquel Jesús que bajó en carne a la tierra, por lo que solamente Jesús habló palabras de Dios. La iglesia con Juan es la que respeta a todos los grandes líderes, los aprecia, los ama, como a Pablo, pero no adora sus enseñanzas, no acepta que todas las palabras de hombres, por grandes que hayan sido, que en algún momento hablaron o escribieron inspirados por el Espíritu de Jesús, son palabras de Dios. Esta iglesia es el porvenir de la humanidad, que ya está preparada para la verdad.
9. La iglesia en Pedro es horizontal y en Juan es vertical.
La base de piedra se extiende con Pedro a todos los confines de la Tierra, en la gran iglesia que Pedro llamó la Gran Babilonia, llevando a todos las enseñanzas de Jesús. Pero en la piedra todas las escrituras y palabras tienen igual valor y autoridad. Es de piedra porque las palabras de Jesús (Dios), no valen más que las de los hombres (Pablo). Aún no tiene vida debido a ese error temporal. No hay autoridad, es horizontal, cualquiera puede hablar palabras de Dios. El Mesías es menospreciado, pisoteado y humillado por los seguidores de Pablo. Ellos ni se dan cuenta de esto.
La Iglesia vertical se levanta con Juan, reconoce el principio de autoridad de las palabras y enseñanzas de Jesús, sobre toda otra palabra o enseñanza de cualquier profeta y de cualquier tiempo. Luego de la autoridad suprema de Jesús, en orden descendente de autoridad, están las palabras y enseñanzas de los doce apóstoles. Al final, descendiendo, están las enseñanzas de todos los demás seres humanos, con igual valor, todos, sin excepción. Aquí las palabras de Pablo no valen lo mismo que las de Jesús, que es Dios. Ni siquiera valen como palabras de Dios las de Moisés y Elías, que estaban el día de la trasfiguración, ayunaron cuarenta días, como Jesús y que, como Jesús, de ellos dos no se conoce que tuvieran una tumba en la tierra. Las palabras de todos los seres humanos valen lo mismo, solo son opiniones. Cuando alguien habla la verdad es solo eso, la verdad. No es palabras de Dios.
Si tuviéramos que elegir de entre todos los seres humanos a los más grandes, sin lugar a duda, serían Moisés y Elías. Sin embargo, nadie pretende que sus enseñanzas sean palabras de Dios mismo. Todos sabemos que Elías hombre era semejante a nosotros, lo mismo que Moisés. Pablo no estuvo en la trasfiguración, no ayunó cuarenta días, fue decapitado y sepultado. Pero los seres humanos, por tradición, aceptan sus enseñanzas como si fueran las palabras mismas de Dios (2ª Timoteo 3:16-17). Pablo, un mortal, con muchos errores y soberbias, en sus enseñanzas insinúa, que todas las escrituras tienen igual valor. Es en esas falacias que las escrituras se vuelven horizontales, ofendiendo al Mesías, cuyas palabras en verdad son iguales a las de nadie en valor y en autoridad. No es santificado el nombre de Jesús cuando los extraviados dicen que las enseñanzas de un ser humano son palabras de Dios mismo en persona, palabras eternas.
10. Pedro y Juan escribieron sobre las iglesias elegidas.
Continuando con las dos estrategias, Pedro es enviado a las naciones y Juan a las iglesias elegidas. Jesús inicialmente envió a sus discípulos a predicar su evangelio con la advertencia explícita de que no fueran a Jerusalén, ni tomaran camino de los gentiles, sino que fueran a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Estas son la dispersión, a la diáspora, que eran los Judíos que vivían en el Asia menor (Mateo 10:5-6).Las iglesias elegidas por Jesús, según consta en los evangelios, en las epístolas de Pedro y Juan, en el apocalipsis y en el libro de los hechos de los apóstoles, fueron las iglesias del Asia menor, del ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia.
Pedro desde Roma, a la cual llamó Babilonia, señaló cuales eran las Iglesias elegidas, “según la presciencia de Dios Padre” (1ª Pedro 1:1-2). Pedro da cuenta de la elección de las Iglesias del Asia menor, cuando desde Roma, escribía para los cristianos de esas Iglesias, y se despide diciendo que él saluda a los cristianos del Asia menor, saluda a las ovejas perdidas de la casa de Israel, que se habían asentado en su mayoría en el Asia menor la diáspora, la dispersión. Este saludo especial lo escribía Pedro desde la iglesia de Roma, participe de que la elección reposaba en las Iglesias del Asia menor (1ª de Pedro 5:13).
Juan escribe desde una de las iglesias elegidas y así la llama, “elegida”, pero además las llama por sus nombres de Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiátira, Sardis, filadelfia y Laodicea en el Apocalipsis. Entre las elegidas no estaba la iglesia de Roma (Babilonia), antes, por el contrario, esa fue elegida para ser la oponente de la verdad, la ramera que adora las falaces enseñanzas de Pablo, como si fueran palabras de Dios, la secuestradora del pueblo de Dios.
11. “la iglesia de Babilonia participe de vuestra elección.”
Algunos han traducido por siglos, diciendo que, en esa frase, de saludo a las Iglesias elegidas del Asia menor, Pedro dice que la iglesia que está en Babilonia también fue elegida como las del Asia menor (1ª de Pedro 5:13). Traducen que la iglesia de Babilonia es elegida como las otras elegidas. Lo cual es imposible, puesto que La iglesia de Roma representa a todas las iglesias del mundo. El tema de las elegidas es para tenerlas en cuenta aparte de todas. Roma las representa a todas. Por tanto, es imposible elegirlas a todas. Se pierde la esencia de ser elegida. No es “elegida igual que vosotras”, sino: “partícipe de que vosotras sois las elegidas” allá con Juan, esperando que pasen los tiempos de las naciones con Pablo.
Juan en el apocalipsis, describe a la Gran Babilonia, (Pedro le puso ese nombre), como la Gran enemiga, como la antagonista del cristianismo, que se ha bebido la sangre de todos los mártires de Jesús. Pero para que se dieran los tiempos de Pablo al frente de la Iglesia ramera, para que se dieran los tiempos de las naciones, ha sido ocultada por designio de Dios, temporalmente la verdad sobre Babilonia.
Esos traductores, que dicen que Babilonia es elegida como las del Asia menor, sin saberlo, trabajaron para Pablo, ayudando a desaparecer la importancia del tema de las iglesias elegidas. Pablo, para “su evangelio”, necesitaba que las iglesias elegidas no se notaran, puesto que Jesús las eligió para apartarlas de la Roma que acepta como de Dios las palabras de Pablo.
12. El Espíritu impidió Pablo entrar en Asia.
Esa es la razón de las dos estrategias, dejar que una parte sea cuidada por Juan sin la influencia de Pablo, oculta a la vista de las naciones, por un tiempo y dos tiempos y medio tiempo. Pablo quiso entrar a predicar al Asia menor, pero recibió orden expresa del Espíritu de Jesús, de no predicar allí (hechos 16: 6). luego dice Pablo, haber recibido una conveniente visión de un varón macedonio, para que fuese a predicar allí. ¿Por qué el Espíritu de Jesús le prohibió a Pablo predicar en el Asia menor, si justamente es ahí donde estaban asentadas las iglesias llamadas “elegidas” en el Apocalipsis y en la epístola de Pedro? Le fue prohibido por el Espíritu de Jesús, a Pablo, predicar en Asia menor, en Turquía, y no pudo inicialmente entrar en Éfeso, la ciudad donde Juan estaba al frente de la iglesia.
¿Realmente se manifestó el Espíritu de Jesús, para decirle a Pablo que no entrara al Asia menor? Pablo al final, durante sus viajes, entró al Asia menor y predicó durante más de dos años, según está escrito, y se armaron escándalos en Éfeso y en otros lugares del Asia menor, por cuenta de Pablo, para que fuera evidente que había estado allí predicando. Si Pablo entró en el Asia menor desobedeciendo la advertencia del Espíritu de Jesús, o si después le fue permitido, eso no está escrito, pero sí leemos el mensaje advirtiendo que a Pablo no le era posible entrar y afectar con sus enseñanzas a las iglesias elegidas.
13. Los primeros no son los primeros según Jesús.
En la primera etapa del cristianismo, la de Pedro, se ha llevado durante dos mil años el nombre de Jesús hasta los confines de la Tierra. Pero las enseñanzas de Pablo han impedido durante esos dos mil años, que sea conocida la verdad de Jesús en su totalidad. No porque falten verdades, sino porque le añadieron palabras de hombres, las cuales adoran como palabras de Dios.
En la segunda etapa del cristianismo, la del apóstol Juan, es reconocida libremente la verdad sin añadiduras humanas. Los primeros no son los primeros. En la etapa de Juan, Luzbel y Pablo no tienen poder, porque ha terminado la etapa romana. Los siguientes personajes de Israel, que siendo primeros no fueron primeros, son una señal de Dios sobre la transición entre Pedro y Juan.
Adán: fue el primer hombre, y fue creado predestinado por Dios, para que cayera en los engaños de Luzbel, para que luego viniera el segundo Adán, que es Jesús, el verdadero hijo de Dios, para traer el equilibrio según la voluntad de Dios, de concedernos el libre albedrío, que nos hace semejantes a Dios. El verdadero Adán es Jesús, el segundo Adán.
Caín: fue el primer hijo de Adán, pero asesinó a su hermano Abel, y con eso se perdieron para siempre, tanto Abel, que no tuvo descendencia, como Caín. Por lo que el verdadero heredero de Adán, con miras a la creación de la historia de la humanidad, fue set, el cual invocaba el nombre de Dios, según dice la escritura. En el tercer hijo de Adán, en Set, está la descendencia de la humanidad.
Enoc: fue un ser humano recto a los ojos de los hombres, el séptimo desde Adán, que anduvo en rectitud delante de la presencia de Dios durante 365 años, y Dios se lo llevó. No está escrito que Enoc murió. Pero aun así Enoc no fue Mesías, Enoc no dejó enseñanzas, Enoc solo fue una primicia fugaz, pues para el Padre aún no había llegado el tiempo del Mesías. También podemos decir que una cosa es andar rectamente ante Dios, según el punto de vista humano, pero otra muy diferente es ser cien por ciento fiel a la voluntad de Dios, según el punto de vista del Padre, lo cual solo se dio en Jesús (Génesis 5: 22). Si Enoc hubiera sido perfecto, como se lee, haría inútil la venida de Jesús.
Abraham: fue el elegido por Dios para que de su semilla naciera el pueblo de Dios, Abraham fue el Padre tanto de los hijos de Ismael, como de los hijos de Isaac. De Abraham realmente nacieron esos dos pueblos, enemigos para siempre, pero el padre real del único pueblo de Dios no fue Abraham. Ni siquiera fue su hijo Isaac, El padre del único pueblo de Dios fue Jacob, el nieto de Abraham, tercero en la línea de descendencia. De Jacob Dios formó una tribu con cada uno de los doce hijos. Con las doce tribus, Dios formó el pueblo de Dios. El pueblo de Dios no es el pueblo de Abraham, puesto que incluiría a los ismaelitas, incluiría a todos los hijos de Abraham, que eran ocho en total: Ismael, Isaac, Zamrán, Jocsán, Medán, Madián, Jesboc y Sue. Sería un pueblo de ocho tribus, por lo que el Mesías elegiría entonces ocho apóstoles y Jesús sería llamado el Abraham espiritual y el pueblo sería llamado el pueblo de Abraham, no el pueblo de Israel. El pueblo de Dios tampoco es el pueblo de Isaac, puesto que incluiría a los edomitas. El pueblo de Dios se llama el pueblo de Israel. Jacob es Israel. El pueblo de Jesús no es el pueblo del Abraham espiritual, ni es el pueblo del Isaac espiritual, el pueblo de Jesús es el pueblo del Israel espiritual. Los dos primeros no fueron los primeros.
Ismael: Ismael realmente fue el primogénito de Abraham, el verdadero hijo mayor de Abraham, el hijo de Agar la sierva de Sara, la esposa de Abraham. Sara autorizó a su sierva darle hijos a Abraham, no fue un engaño, ni fue una petición de Abraham o de Agar, sino que la concepción de Ismael fue la voluntad de Sara. Pero no fue en Ismael que el Señor mantendría la promesa de un pueblo para Dios, sino en Isaac, que realmente no era el primogénito y, aun así, no siendo el primero, la bendición y la primogenitura le fueron dadas al que no era el primero.
Esaú: (Génesis 25: 23) Desde el vientre de su madre, Esaú venía predestinado por la palabra de Dios, que había profetizado que el hijo mayor de Isaac serviría a su hermano menor, que el primero, también en ellos, no sería el primero, ni tendría las bendiciones de la primogenitura, que una vez más el último era el primero. Jacob tomó la primogenitura de su hermano, no le fue dada, la robó con engaños, y así y todo el pueblo de Dios tomó su nombre. Era posiblemente más honesto Esaú que Jacob, pero ni aún por la honradez los primeros fueron primeros.
Rubén: El primogénito de los doce hijos de Jacob, en cuya tribu no se dio la dinastía del Mesías. Ni siquiera la tribu de Leví, que era el segundo hijo de Jacob, fue la tribu elegida, sino que fue elegida la tribu de Judá, que era el tercer hijo de Jacob. Esa fue la tribu elegida, ese fue el heredero elegido por Dios.
Leví: Lo normal y lo que todos pensarían, es que el Mesías, viniera a la Tierra en medio de la familia de alguno de los sacerdotes de la tribu de Leví. Se suponía que ellos eran mejor vistos a los ojos de Dios y mejor reconocidos delante de la presencia de Dios. Por estar más en el estudio de la palabra de Dios. Porque ellos vivían todo el tiempo en la oración, en las labores de adorar a Dios. Le ofrecían a Dios los sacrificios de todo el pueblo, y se suponía que, si era verdad que Dios era el que había elegido a la tribu de Leví, a través de la tribu de Leví, Dios enviaría la mayoría de sus mensajeros. Y por consecuencia, el Mesías vendría en el seno de la tribu de Leví. El que Dios, al reducirse a su forma de Mesías, hubiera elegido a José y a María, una familia de la tribu de Judá constituye un antecedente importante para entender que, no una sino muchas veces, Dios estaba avisándonos que los primeros no son los primeros, para que abramos los ojos y estemos alertas, ante todos los personajes que nos sean presentados como los primeros.
José: Era el hijo más amado de Jacob, era el primogénito de la mujer que Jacob más amaba. Aquella que, habiendo pedido de primera Jacob, le fue suplantada. Aquella que, siendo la primera, le fue dada de última. Aquella por la cual Jacob, el engañador, fue, a su vez, engañado por su tío Labán. Además, José el primogénito del corazón de Jacob, había sido destinado a reinar sobre sus hermanos, José era el que tenía los sueños y José también era un vidente. Aquel a quien Dios le revelaba muchas verdades, que para los demás estaban ocultas. A los ojos humanos, ese hijo de Jacob, José, era el número uno de los hijos de Jacob. Todo ser humano daría por hecho que el Mesías vendría entre la descendencia de José. Pero para la dinastía del Mesías, Dios Padre tenía los ojos puestos en la tribu de Judá. José, para Dios, no era el primero ni, aunque hubiera heredado doble tribu.
Moisés: Fue el primer gran líder del pueblo de Israel. Cuando ya los doce hijos de Jacob no eran igual que al principio, una familia grande y numerosa. Sino que, durante la cautividad en Egipto, habían llegado a ser un pueblo tan numeroso que sobrepasaban el medio millón de individuos. Cuando Jesús fue juzgado y asesinado por los príncipes y por los sacerdotes del pueblo de Israel, ellos eligieron entre Jesús y Moisés. Eligieron entre los dos grandes líderes que les hablaron de parte de Dios. Pero el verdadero líder no fue el primero, Moisés, sino el último, Jesús. En la ley de Moisés confiaban a ciegas los hijos de Israel, pero la verdadera ley perfecta, no fue la ley de Moisés, sino la de Jesús, que fue después de la ley de Moisés.
Moisés fue el libertador del pueblo de Israel, los liberó de la esclavitud de Egipto. Moisés fue el que los sacó de Egipto, con mano poderosa, y los guio por cuarenta años, en el desierto. Pero a Moisés no le fue permitido por Dios, entrar a la Tierra prometida. Fue a otro, que no era el primero, a Josué, a quien le fue concedido ese gran honor de entrar al pueblo de Israel en la tierra prometida. Los primeros no son los primeros una vez más.
Saúl: Fue el primer rey de Israel, pero fue desechado por Dios, estando aún vivo. Por lo que Dios ungió al verdadero primer rey de Israel, a David, de cuya dinastía vendría el Mesías. David respetaba la vida del primer rey de Israel. Respetaba la vida de Saúl, aunque el espíritu de Saúl no fuera bueno y tratara de matar a David. Pero David no le tocaba ni un pelo a Saúl, solo esperaba el momento en que Dios decidiera hacer justicia. Siempre hubo un primero que no era primero, en toda la historia del pueblo de Israel, y en todas las personas que rodeaban al Mesías, y en todas las enseñanzas que rodeaban a las enseñanzas del Mesías, hubo unas primeras enseñanzas que no eran perfectas, por eso decía Jesús que todos los que vinieron antes de Él, eran ladrones y salteadores.
David: Fue el primer gran rey de Israel, y de su descendencia era José, el padre terrenal de Jesús, pero así y todo David no brilló por tener una gran sabiduría. Ni el Señor le permitió a David, hacerle un templo, porque sus manos estaban manchadas de sangre inocente (1ª de Juan 3:15). Al final de sus días David se alejó de la protección del Señor, se alejó de vivir de acuerdo con los preceptos y ordenanzas del Señor. Y a pesar de que los profetas anunciaban al Mesías como un nuevo David, estaba David lejos de parecerse siquiera al Mesías de Dios.
Absalón: Era el primer hijo de David, era fuerte, era el más opcionado heredero del trono de David. Supuesto heredero de las promesas del Señor. Supuesto heredero de la dinastía que recibiría al Señor. Pero a pesar de ser el preferido de David, Dios no lo había elegido para ser el continuador de la dinastía del Mesías. Y muy por el contrario, la vida de Absalón fue azarosa, marcada por muchas injusticias.
Juan bautista: Era el portador, sin saberlo él, de la segunda parte del espíritu de Elías. De aquellas dos partes que pidió el profeta Eliseo, cuando tomó el manto de Elías, antes de que Elías fuese llevado al Cielo. Según Jesús, entre los nacidos de mujer, no ha habido profeta más grande que Juan el bautista, pero el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. Juan el bautista, que es Elías, que volvió, es el más grande profeta de la antigua alianza, pero ni siquiera es comparable, con el más pequeño del Reino de los Cielos. Por tanto, en Juan el bautista, en Elías, se revela que la primera alianza, la alianza de Abraham, la alianza de la carne, que fue la primera alianza, en verdad no era la primera alianza, sino que la primera, en verdad era la de Jesús. Y ninguno de los de la primera alianza pudo entrar al reino de los Cielos, según Jesús.
Los Fariseos y los saduceos: En realidad no eran tribus de las doce del pueblo de Israel, sino que eran las dos escuelas teológicas más importantes en el pueblo de Israel. Eran los primeros en el estudio y en el conocimiento de la ley y los profetas. Cualquiera supondría que el Mesías, cuando se presentara en Israel, iba a ser aprobado por los escribas, e iba a ser aprobado por los fariseos, y por los saduceos. Cualquiera supondría que, a su vez, el Mesías los iba a reconocer a ellos como verdaderos intérpretes de la ley. Y que, por tanto, el Mesías sería un fariseo o un saduceo más. Que al aglutinar en El a todos los maestros y teólogos del pueblo de Israel, se unirían en uno solo y se resolverían en paz todas la diferencias teológicas que había entre ellos.
Pero no solamente no reconocieron al Mesías los fariseos y los saduceos. Sino que el Mesías se convirtió en un problema para ellos, le tuvieron gran temor. El Mesías no siguió los preceptos y enseñanzas de los fariseos, o los de los saduceos. Ellos aborrecieron al Mesías, lo odiaban a muerte, rechinaban los dientes ante su presencia, o ante sus enseñanzas. Para el Mesías no eran los primeros, ni los que se iban a salvar, ni los que iban a ser justificados. Justamente los seres humanos que los fariseos y los saduceos despreciaban, por ser ignorantes de su teología, por ser publicanos, o por ser pecadores de la carne, para el Mesías estaban primeros e iban a ser justificados a los ojos de Dios. Los últimos han sido, son y serán los primeros. Estrategia de lo alto.
Pablo: como anticristo, se anticipó, para poder seducir una humanidad engañada, que no lo esperaba. Pablo escribió que el esperado anticristo se manifestaría al final de los tiempos, para que los cristianos no desconfiaran de él. Porque en verdad él era el gran anticristo. Por eso, en Pablo se cumple que estando desde el principio, parecía estar al final de los tiempos. El que parecía de último, realmente estaba de primero. Pablo parece ser el número uno entre todos los cristianos, pero no se negó a sí mismo, es más pequeño que el más pequeño en el reino de los Cielos.
Pedro y Juan: Cuando Jesús les decía a sus discípulos, que los primeros no serían primeros, estaba declarando la sabiduría misma con la que Dios había creado todo. Hablaba Jesús de siglos de historia del pueblo de Israel, escrita durante miles de años. Escrita con guerras, con sangre, y con grandes sacrificios. Para que todo aquel que estudie la palabra de Dios, pueda entender que en todos los niveles de sus verdades y en todos los tiempos, los primeros no son los primeros.
Pedro fue el primero a quien envió Jesús a las naciones, lo envió a apacentar sus ovejas. Luego Jesús le avisó a Pedro, que pronto sería sacrificado por el nombre de Jesús. Que sería removido de su cargo, en el cual no permanecería hasta la segunda venida de Jesús. Y que Juan permanecería hasta el día de la segunda venida de Jesús. Pedro parece ser el primero, pero en verdad Juan, aquel a quien Jesús más amaba, siendo el segundo, el olvidado, el desaparecido, estando en silencio durante dos mil años, es hoy el primero.
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