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Pedro hace las bases de la iglesia y Juan la construye.
Pedro
es el formador de la piedra de base en las naciones (Mateo 16: 18), y Juan es
el constructor del templo. A Juan el
ángel le dio una caña de medir, para levantar el templo de Jerusalén, que
estaba destruido (Apocalipsis 10:11 a 11:3).
El templo de la Jerusalén espiritual, que es las enseñanzas de Jesús,
está destruido por la cautividad de esa verdad en Babilonia. El templo está pisoteado
y traspasado por los engaños y las enseñanzas de Pablo.
Les
fue dado a Pablo y a Roma, en un solo hombre, con doble identidad de fariseo y
romano, hacerles la guerra espiritual a los doce apóstoles de Jesús y
vencerlos, llevándolos secuestrados en espíritu, hacia las enseñanzas de Pablo.
Le fue dado llevarlos cautivos, incluyendo a Pedro, mientras el imperio romano
espiritual se extiende por todo el mundo, con la verdad de Jesús como su rehén,
atada con los lazos sutiles de las enseñanzas del césar romano, Pablo.
Cuando
se cumplan los tiempos de las naciones y sea atado el falso profeta (Pablo), la
verdad estará tan perfecta como siempre en los cuatro evangelios, esperando a
sus lectores. Entonces se inicia el tiempo de Juan, el milenio. Cuando sea
removido Pablo por mil años, se verá el templo de Jesús tan perfecto como
siempre ha sido. Todo a su tiempo. Pablo era como el andamiaje requerido en
toda construcción. Al tiempo se retira y queda el diseño original de la
construcción.
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