228.
Dos etapas en Dios y en el hombre.
Jesús
es la carne y su Espíritu es el Espíritu santo. Los dos son Dios y son las dos
etapas de la revelación de Dios, vivientes al tiempo en un solo ser, en el
Cristo. Dios Padre se da a conocer de
los seres humanos enviando a Jesús con su espíritu adentro. Se va Jesús y el
Padre envía espíritu de Jesús, en nombre de Jesús. Dios creó al hombre en dos
momentos, semejantes al hijo y al Espíritu de Jesús. Por eso dice la escritura que Dios primero
formó un muñeco de barro y luego le infundió el espíritu de vida y lo llamó
hombre.
También
todo ser humano se forma en dos etapas, primero nace un cuerpo humano que
siente, como sienten los animales, pero a los meses, ese ser recibe el
lenguaje, y al hablar y pensar con el lenguaje, el ser tiene conciencia de su
existencia. También por eso el hombre
nace de mujer, pero luego debe nacer del espíritu. Siempre se ve una constante de creación en
dos etapas, en lo humano y en lo divino.
Estas
dos etapas tienen semejanza con la dentadura, que es por donde el cuerpo se
alimenta y a la vez por donde las palabras salen, por lo que parece ser que
toda la vida reside en la boca del ser humano.
A todo ser humano primero le da Dios una dentadura pequeña, provisional,
mientras crece y se desarrolla su cuerpo, y cuando ya está preparado su cuerpo,
esa dentadura se cae sola y es reemplazada por una nueva dentadura, permanente,
fuerte y acorde con su cuerpo desarrollado.
Así
mismo Jesús le dijo a Pedro que lo seguiría muy pronto, pero también al mismo
Pedro, le dijo Jesús que Juan permanecería hasta su venida. Pedro es provisional, mientras crece la
Iglesia, mientras es atacada por Pablo y sus semejantes, que la convierten en
una ramera idólatra, en una iglesia de hombres lobos que aúllan su adoración a
las palabras de un hombre. La iglesia que se deja llevar en pos de las
enseñanzas de seres humanos, como si fueran palabras de Dios
Pero
luego, al amanecer del tercer día, que es el amanecer del tercer milenio, viene
Juan, que es la madurez de la Iglesia. Cuando la iglesia deja de ser ramera,
deja de prostituirse en pos de las enseñanzas de hombres, deja de creer que los
grandes hombres (Pablo) pueden hablar palabras de Dios. Con Juan la Iglesia es fuerte, no hay falsos
apóstoles, como Pablo, infiltrados en la Iglesia, que la puedan extraviar,
porque ya los cristianos no le añaden palabras humanas, a las palabras de Jesús
y sus doce apóstoles.
A
nadie además de Jesús adoran los de la Iglesia del milenio. El periodo de los
engaños de Luzbel y los engaños de Pablo se da mientras la Iglesia es niña, con
Pedro, cuando la iglesia está sujeta a los extravíos de los maestros de la
palabra. Pero durante el milenio de Juan, ni Luzbel ni Pablo tienen poder,
entre los que sean tenidos por dignos de vivir en el milenio. Ha llegado el reino y la autoridad de la
palabra de Jesús a la tierra, para reinar sin imponerse durante mil años.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario