236.
Los primeros no son los primeros según Jesús.
En
la primera etapa del cristianismo, la de Pedro, se ha llevado durante dos mil
años el nombre de Jesús hasta los confines de la Tierra. Pero las enseñanzas de
Pablo han impedido durante esos dos mil años, que sea conocida la verdad de
Jesús en su totalidad. No porque falten verdades, sino porque le añadieron
palabras de hombres, las cuales adoran como palabras de Dios.
En
la segunda etapa del cristianismo, la del apóstol Juan, es reconocida
libremente la verdad sin añadiduras humanas.
Los primeros no son los primeros.
En la etapa de Juan, Luzbel y Pablo no tienen poder, porque ha terminado
la etapa romana. Los siguientes
personajes de Israel, que siendo primeros no fueron primeros, son una señal de
Dios sobre la transición entre Pedro y Juan.
Adán: fue
el primer hombre, y fue creado predestinado por Dios, para que cayera en los
engaños de Luzbel, para que luego viniera el segundo Adán, que es Jesús, el
verdadero hijo de Dios, para traer el equilibrio según la voluntad de Dios, de
concedernos el libre albedrío, que nos hace semejantes a Dios. El verdadero Adán es Jesús, el segundo Adán.
Caín: fue
el primer hijo de Adán, pero asesinó a su hermano Abel, y con eso se perdieron
para siempre, tanto Abel, que no tuvo descendencia, como Caín. Por lo que el verdadero heredero de Adán, con
miras a la creación de la historia de la humanidad, fue set, el cual invocaba
el nombre de Dios, según dice la escritura.
En el tercer hijo de Adán, en Set, está la descendencia de la humanidad.
Enoc: fue
un ser humano recto a los ojos de los hombres, el séptimo desde Adán, que
anduvo en rectitud delante de la presencia de Dios durante 365 años, y Dios se
lo llevó. No está escrito que Enoc
murió. Pero aun así Enoc no fue Mesías,
Enoc no dejó enseñanzas, Enoc solo fue una primicia fugaz, pues para el Padre
aún no había llegado el tiempo del Mesías.
También podemos decir que una cosa es andar rectamente ante Dios, según
el punto de vista humano, pero otra muy
diferente es ser cien por ciento fiel a la voluntad de Dios, según el punto de
vista del Padre, lo cual solo se dio en Jesús (Génesis 5: 22). Si Enoc hubiera
sido perfecto, como se lee, haría inútil la venida de Jesús.
Abraham: fue el elegido por Dios para que de su
semilla naciera el pueblo de Dios, Abraham fue el Padre tanto de los hijos de
Ismael, como de los hijos de Isaac. De
Abraham realmente nacieron esos dos pueblos, enemigos para siempre, pero el
padre real del único pueblo de Dios no fue Abraham. Ni siquiera fue su hijo Isaac, El padre del
único pueblo de Dios fue Jacob, el nieto de Abraham, tercero en la línea de
descendencia. De Jacob Dios formó una tribu con cada uno de los doce
hijos. Con las doce tribus, Dios formó el
pueblo de Dios. El pueblo de Dios no es
el pueblo de Abraham, puesto que incluiría a los ismaelitas, incluiría a todos
los hijos de Abraham, que eran ocho en total: Ismael, Isaac, Zamrán, Jocsán,
Medán, Madián, Jesboc y Sue. Sería un
pueblo de ocho tribus, por lo que el Mesías elegiría entonces ocho apóstoles y
Jesús sería llamado el Abraham espiritual y el pueblo sería llamado el pueblo
de Abraham, no el pueblo de Israel. El
pueblo de Dios tampoco es el pueblo de Isaac, puesto que incluiría a los edomitas. El pueblo de Dios se llama el pueblo de
Israel. Jacob es Israel. El pueblo de Jesús no es el pueblo del Abraham
espiritual, ni es el pueblo del Isaac espiritual, el pueblo de Jesús es el
pueblo del Israel espiritual. Los dos
primeros no fueron los primeros.
Ismael: Ismael realmente fue el primogénito de
Abraham, el verdadero hijo mayor de Abraham, el hijo de Agar la sierva de Sara,
la esposa de Abraham. Sara autorizó a su
sierva darle hijos a Abraham, no fue un engaño, ni fue una petición de Abraham
o de Agar, sino que la concepción de Ismael fue la voluntad de Sara. Pero no fue en Ismael que el Señor mantendría
la promesa de un pueblo para Dios, sino en Isaac, que realmente no era el
primogénito y, aun así, no siendo el primero, la bendición y la primogenitura
le fueron dadas al que no era el primero.
Esaú: (Génesis
25: 23) Desde el vientre de su madre, Esaú venía predestinado por la palabra de
Dios, que había profetizado que el hijo mayor de Isaac serviría a su hermano
menor, que el primero, también en ellos, no sería el primero, ni tendría las
bendiciones de la primogenitura, que una vez más el último era el primero. Jacob tomó la primogenitura de su hermano, no
le fue dada, la robó con engaños, y así y todo el pueblo de Dios tomó su
nombre. Era posiblemente más honesto Esaú
que Jacob, pero ni aún por la honradez los primeros fueron primeros.
Rubén: El
primogénito de los doce hijos de Jacob, en cuya tribu no se dio la dinastía del
Mesías. Ni siquiera la tribu de Leví,
que era el segundo hijo de Jacob, fue la tribu elegida, sino que fue elegida la
tribu de Judá, que era el tercer hijo de Jacob. Esa fue la tribu elegida, ese
fue el heredero elegido por Dios.
Leví: Lo
normal y lo que todos pensarían, es que el Mesías, viniera a la Tierra en medio
de la familia de alguno de los sacerdotes de la tribu de Leví. Se suponía que ellos eran mejor vistos a los
ojos de Dios y mejor reconocidos delante de la presencia de Dios. Por estar más
en el estudio de la palabra de Dios. Porque ellos vivían todo el tiempo en la
oración, en las labores de adorar a Dios. Le ofrecían a Dios los sacrificios de
todo el pueblo, y se suponía que, si era verdad que Dios era el que había
elegido a la tribu de Leví, a través de la tribu de Leví, Dios enviaría la
mayoría de sus mensajeros. Y por consecuencia, el Mesías vendría en el seno de
la tribu de Leví. El que Dios, al
reducirse a su forma de Mesías, hubiera elegido a José y a María, una familia
de la tribu de Judá constituye un antecedente importante para entender que, no
una sino muchas veces, Dios estaba avisándonos que los primeros no son los
primeros, para que abramos los ojos y estemos alertas, ante todos los
personajes que nos sean presentados como los primeros.
José: Era
el hijo más amado de Jacob, era el primogénito de la mujer que Jacob más amaba.
Aquella que, habiendo pedido de primera Jacob, le fue suplantada. Aquella que,
siendo la primera, le fue dada de última. Aquella por la cual Jacob, el
engañador, fue, a su vez, engañado por su tío Labán. Además, José el primogénito del corazón de
Jacob, había sido destinado a reinar sobre sus hermanos, José era el que tenía
los sueños y José también era un vidente.
Aquel a quien Dios le revelaba muchas verdades, que para los demás estaban
ocultas. A los ojos humanos, ese hijo de
Jacob, José, era el número uno de los hijos de Jacob. Todo ser humano daría por
hecho que el Mesías vendría entre la descendencia de José. Pero para la
dinastía del Mesías, Dios Padre tenía los ojos puestos en la tribu de Judá.
José, para Dios, no era el primero ni, aunque hubiera heredado doble tribu.
Moisés: Fue el primer gran líder del pueblo de
Israel. Cuando ya los doce hijos de Jacob no eran igual que al principio, una
familia grande y numerosa. Sino que, durante la cautividad en Egipto, habían
llegado a ser un pueblo tan numeroso que sobrepasaban el medio millón de
individuos. Cuando Jesús fue juzgado y
asesinado por los príncipes y por los sacerdotes del pueblo de Israel, ellos
eligieron entre Jesús y Moisés. Eligieron entre los dos grandes líderes que les
hablaron de parte de Dios. Pero el verdadero líder no fue el primero, Moisés,
sino el último, Jesús. En la ley de Moisés confiaban a ciegas los hijos de
Israel, pero la verdadera ley perfecta, no fue la ley de Moisés, sino la de Jesús,
que fue después de la ley de Moisés.
Moisés
fue el libertador del pueblo de Israel, los liberó de la esclavitud de
Egipto. Moisés fue el que los sacó de Egipto, con mano poderosa, y los guio por
cuarenta años, en el desierto. Pero a
Moisés no le fue permitido por Dios, entrar a la Tierra prometida. Fue a otro,
que no era el primero, a Josué, a quien le fue concedido ese gran honor de
entrar al pueblo de Israel en la tierra prometida. Los primeros no son los primeros una vez más.
Saúl: Fue
el primer rey de Israel, pero fue desechado por Dios, estando aún vivo. Por lo
que Dios ungió al verdadero primer rey de Israel, a David, de cuya dinastía
vendría el Mesías. David respetaba la
vida del primer rey de Israel. Respetaba la vida de Saúl, aunque el espíritu de
Saúl no fuera bueno y tratara de matar a David.
Pero David no le tocaba ni un pelo a Saúl, solo esperaba el momento en
que Dios decidiera hacer justicia.
Siempre hubo un primero que no era primero, en toda la historia del
pueblo de Israel, y en todas las personas que rodeaban al Mesías, y en todas
las enseñanzas que rodeaban a las enseñanzas del Mesías, hubo unas primeras
enseñanzas que no eran perfectas, por eso decía Jesús que todos los que
vinieron antes de Él, eran ladrones y salteadores.
David: Fue
el primer gran rey de Israel, y de su descendencia era José, el padre terrenal
de Jesús, pero así y todo David no brilló por tener una gran sabiduría. Ni el
Señor le permitió a David, hacerle un templo, porque sus manos estaban
manchadas de sangre inocente (1ª de Juan 3:15).
Al final de sus días David se alejó de la protección del Señor, se alejó
de vivir de acuerdo con los preceptos y ordenanzas del Señor. Y a pesar de que
los profetas anunciaban al Mesías como un nuevo David, estaba David lejos de
parecerse siquiera al Mesías de Dios.
Absalón: Era el primer hijo de David, era fuerte,
era el más opcionado heredero del trono de David. Supuesto heredero de las
promesas del Señor. Supuesto heredero de la dinastía que recibiría al Señor. Pero
a pesar de ser el preferido de David, Dios no lo había elegido para ser el
continuador de la dinastía del Mesías. Y muy por el contrario, la vida de
Absalón fue azarosa, marcada por muchas injusticias.
Juan bautista: Era el portador,
sin saberlo él, de la segunda parte del espíritu de Elías. De aquellas dos
partes que pidió el profeta Eliseo, cuando tomó el manto de Elías, antes de que
Elías fuese llevado al Cielo. Según
Jesús, entre los nacidos de mujer, no ha habido profeta más grande que Juan el
bautista, pero el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. Juan el bautista, que es Elías, que volvió,
es el más grande profeta de la antigua alianza, pero ni siquiera es comparable,
con el más pequeño del Reino de los Cielos. Por tanto, en Juan el bautista, en
Elías, se revela que la primera alianza, la alianza de Abraham, la alianza de
la carne, que fue la primera alianza, en verdad no era la primera alianza, sino
que la primera, en verdad era la de Jesús. Y ninguno de los de la primera
alianza pudo entrar al reino de los Cielos, según Jesús.
Los Fariseos y los saduceos: En realidad no
eran tribus de las doce del pueblo de Israel, sino que eran las dos escuelas
teológicas más importantes en el pueblo de Israel. Eran los primeros en el
estudio y en el conocimiento de la ley y los profetas. Cualquiera supondría que
el Mesías, cuando se presentara en Israel, iba a ser aprobado por los escribas,
e iba a ser aprobado por los fariseos, y por los saduceos. Cualquiera supondría
que, a su vez, el Mesías los iba a reconocer a ellos como verdaderos
intérpretes de la ley. Y que, por tanto, el Mesías sería un fariseo o un
saduceo más. Que al aglutinar en El a todos los maestros y teólogos del pueblo
de Israel, se unirían en uno solo y se resolverían en paz todas la diferencias
teológicas que había entre ellos.
Pero
no solamente no reconocieron al Mesías los fariseos y los saduceos. Sino que el
Mesías se convirtió en un problema para ellos, le tuvieron gran temor. El
Mesías no siguió los preceptos y enseñanzas de los fariseos, o los de los
saduceos. Ellos aborrecieron al Mesías,
lo odiaban a muerte, rechinaban los dientes ante su presencia, o ante sus
enseñanzas. Para el Mesías no eran los
primeros, ni los que se iban a salvar, ni los que iban a ser justificados. Justamente
los seres humanos que los fariseos y los saduceos despreciaban, por ser
ignorantes de su teología, por ser publicanos, o por ser pecadores de la carne,
para el Mesías estaban primeros e iban a ser justificados a los ojos de
Dios. Los últimos han sido, son y serán los
primeros. Estrategia de lo alto.
Pablo: como
anticristo, se anticipó, para poder seducir una humanidad engañada, que no lo
esperaba. Pablo escribió que el esperado
anticristo se manifestaría al final de los tiempos, para que los cristianos no
desconfiaran de él. Porque en verdad él era el gran anticristo. Por eso, en Pablo
se cumple que estando desde el principio, parecía estar al final de los tiempos.
El que parecía de último, realmente estaba de primero. Pablo parece ser el
número uno entre todos los cristianos, pero no se negó a sí mismo, es más
pequeño que el más pequeño en el reino de los Cielos.
Pedro y Juan: Cuando Jesús les
decía a sus discípulos, que los primeros no serían primeros, estaba declarando
la sabiduría misma con la que Dios había creado todo. Hablaba Jesús de siglos
de historia del pueblo de Israel,
escrita durante miles de años. Escrita con guerras, con sangre, y con
grandes sacrificios. Para que todo aquel que estudie la palabra de Dios, pueda
entender que en todos los niveles de sus verdades y en todos los tiempos, los
primeros no son los primeros.
Pedro
fue el primero a quien envió Jesús a las naciones, lo envió a apacentar sus
ovejas. Luego Jesús le avisó a Pedro,
que pronto sería sacrificado por el nombre de Jesús. Que sería removido de su
cargo, en el cual no permanecería hasta la segunda venida de Jesús. Y que Juan
permanecería hasta el día de la segunda venida de Jesús. Pedro parece ser el primero, pero en verdad
Juan, aquel a quien Jesús más amaba, siendo el segundo, el olvidado, el
desaparecido, estando en silencio durante dos mil años, es hoy el primero.
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