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Es bestia porque no se le puede domar.
No
se le llama bestia al imperio romano porque necesariamente sea malo, se llama
bestia porque es un organismo espiritual viviente, demasiado grande e imposible
de controlar del todo, nadie lo puede domar, por eso es una bestia. La bestia es el lenguaje romano y sus siete
hijos, que son las siete lenguas romances, más el derecho romano, que son las
leyes romanas, que han conquistado a todos los pueblos, con el paso de los siglos,
más la religión romana. Ellos tres son
todos entidades espirituales, son palabras, son verbo. Ellos constituyen la bestia espiritual
indomable. Tres veces el seis.
La
religión romana es el más grande poder espiritual del orbe. Por eso, la manifestación más poderosa de esa
bestia indomable y grande, además del lenguaje y las leyes romanas, es la
religión romana. La religión romana, dividida en tres, (católicos, ortodoxos y
protestantes), cabalga a esa bestia. Es Jezabel y está ebria de la sangre espiritual
de miles de millones.
Todos
están aún en Roma, aunque algunos crean haber salido de esa Gran Babilonia. Están
todos presos de las hechicerías de la ramera y de las mentiras del falso
profeta (Pablo), que ha conseguido seducirlos con sus engaños por dos mil
largos años. No pertenecen a la gran
Babilonia todos los cristianos, por su sumisión al obispo de Roma, sino por su
sumisión a las falaces enseñanzas de Pablo.
Porque todo el Cristianismo, desde el primer siglo, estaba contaminado
de las sutiles desviaciones de difícil inteligencia, de Pablo. Aquel que,
siendo Israelita, también era ciudadano romano, y tiene a todo el cristianismo
seducido, cautivo, prisionero en Roma, su ciudad, un lobo romano disfrazado de
oveja israelita.
La
bestia conquista al mundo, autorizada desde el Cielo, elegida desde el Cielo
para conquistar a todos los pueblos. Elegida para ser la antagonista espiritual
de los cristianos de toda la Tierra. La
religión romana, el derecho romano y los lenguajes latinos, que hacen la bestia,
no son en sí mismos malos. La maldad de
la bestia está en la mujer que la cabalga ebria de la sangre de los mártires y
de los santos de Jesús. Esa mujer ramera es la iglesia de Pablo, que suplantó a
la verdadera Iglesia, la de los apóstoles de Jesús. Y ambas iglesias están en
Roma, la falsa está usurpando el lugar que no debe y la verdadera está
prisionera.
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