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Los que matan los cuerpos no pueden matar las almas (Mateo 10:28).
Jesús
enseñó no temer a los asesinos y a los homicidas, que pueden matar los cuerpos
de los seres humanos, pero las almas no pueden matarlas. Hay que temer
solamente a aquel que sí puede enviar el cuerpo y las almas humanos a la
gehena. Con esta enseñanza Jesús da a
entender que las almas no mueren y que la verdadera muerte es la muerte del
alma, la segunda muerte, la muerte del día del juicio final. Todas las almas están vivas porque para Dios,
que no tiene tiempo, todas las almas viven en el mismo tiempo, por tanto, para nada
es imposible que Jesús haya dicho que Juan permanecerá hasta su segunda la
venida.
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