268.
Nada hay encubierto que no llegue a revelarse.
Jesús
enseñó que nada hay escondido que no llegue a descubrirse. Parecería que Jesús se equivocó, porque
muchos seres humanos se fueron a la tumba con secretos, de obras buenas. Y
también secretos de crímenes, que aparentemente se quedaron impunes, sin
castigo, sin saber quién fue el autor.
Pero si es verdad que las almas no mueren, si es verdad que nada se
queda oculto y si es verdad que nada se queda sin su recompensa, buena o mala,
en esta Tierra, entonces es porque es verdad que algunas almas no se van. Por
lo que se entiende que las personas pagan el mal y reciben premios, por el bien
que hicieron, aunque de momento está oculto a sus ojos.
Los
que se deleitan en la maldad ignoran esta ley de Jesús. Pues sabrían que tarde
o temprano, así sea siglos después, recogerán todo aquello que sembraron (Mateo
10:26). Por eso se ve en esta Tierra
tanta aparente injusticia de Dios, cuando a muchos les suceden males
inexplicables, mientras que algunos otros todo les sale aparentemente bien.
Si
no fuera por las palabras de Pablo y la epístola a los hebreos, el pueblo
sabría la verdad. Los paganos y los impíos se abstendrían de muchos males, y
todos los seres harían mucho bien. Puesto que nada se queda sin su recompensa. El probador, el falso profeta Pablo y sus
seguidores, han de recoger el fruto de su trabajo. Los seguidores de Pablo no
van a poder decir que los engañaron, sino que ellos mismos se engañaron con palabras
humanas que recibieron como palabras de Dios.
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