20. El Padre, Jesús y sus doce, todos son
uno.
Realmente
son uno por la negación de Jesús y por la negación de los doce apóstoles. Son
uno por su sumisión total de todos a la voluntad del Padre. Solo así ese
Espíritu de Jesús los une en verdad.
Jesús rogó al Padre, por todos aquellos que crean en Él (en Jesús), por
las enseñanzas de los doce apóstoles. Jesús no rogó por los que crean en las
enseñanzas de alguno otro ser humano. Jesús no rogó por lo que crean en las
enseñanzas de Pablo. Jesús se negó a sí
mismo, y los doce apóstoles se negaron a sí mismos, se hicieron nadie. Así se
hicieron uno con Jesús y con el Padre por la negación de sus voluntades. Todo aquel que se niegue a sí mismo que
deponga su voluntad, para hacer la voluntad del Padre expresada en las
enseñanzas de Jesús y en las enseñanzas de los doce apóstoles, ese, como ya no
es alguien, como es nadie, llega a ser uno con Jesús.
Ser
nadie es algo que obviamente Pablo no pudo ser, porque no se podía negar a sí
mismo. Pablo tenía que hacer todo lo contrario de negarse, él se tenía que
afirmar, ser muy llamador de la atención, para poder atraer a los cristianos
hacia su persona. Cuando los habitantes de la ciudad de Listra trajeron bueyes
para sacrificarlos delante de Pablo, porque vieron uno de sus milagros, él se
opuso rotundamente, diciendo que él era un simple ser humano. Pero en sus
epístolas, Pablo incita muchas veces a sus lectores a que lo idolatren, a que
sean imitadores de él, como si imitaran a Cristo. Pablo no les decía que fueran imitadores de
Cristo. Pablo le escribe a uno de sus
discípulos que no tenga temor de dar testimonio de Jesús y de él, de Pablo, que
era su maestro, porque Pablo pretendía ser un puente entre Cristo y los
cristianos.
Pablo
hace lo uno y hace lo otro con sutileza, da gloria a Jesús y a la vez quita, en
otras enseñanzas, la gloria a Jesús. Por eso fue por lo que terminó engañando a
las naciones por dos mil largos años. Si
Pablo se negaba a sí mismo, desaparecía como gran maestro, no podría ejercer su
ministerio extraviador de los seres humanos. Pablo tenía que llamar mucho la
atención de los humanos hacia su persona, para poder distraer a los cristianos,
que tenían la atención puesta en Jesús. Mientras que los doce apóstoles y Jesús
sí se negaron a sí mismos, Pablo se tenía que afirmar. Esta diferencia solo la
puede notar aquel que esté tratando de negarse a sí mismo. Por eso no es notada
por las naciones que son como un mar efervescente de egos.
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