288.
Los hijos de Dios no nacen por voluntad humana.
El
evangelio de Jesús está escrito desde la eternidad, para guiar a los seres
humanos hacia la vida infinita. El
evangelio de Jesús no son normas para vivir y quedarnos en esta Tierra
disfrutando placeres. El evangelio de
Jesús es para los que deseen ir hacia la vida eterna, en el reino de los
Cielos. El evangelio de Jesús fue
escrito para ser recibido y entendido por los hijos de Dios. No será recibido ni entendido, por hijos de
la carne.
Sobre
el tema de la reproducción humana, según el evangelio de Jesús, no según las
falaces enseñanzas de Pablo, se empieza por saber que Jesús es hijo de una
mujer virgen. Que no nació de un acto carnal, ni mediaron placeres carnales en
sus padres, para su fecundación. No fue
importante la reproducción humana y mucho menos sus placeres, para que este ser
humano, el hijo de Dios hecho hombre, llegara a la tierra. Así mismo Jesús, no le dio ni la más mínima
importancia a reproducirse en la carne, y jamás habló de sus placeres. Menos
aun cuando su vida estaba regida por el servirle a los demás. Por eso vemos que Jesús no tuvo novias, ni
mujer, ni tuvo hijos de la carne. Sin embargo, hoy en día hay más de dos mil
millones de seres humanos que dicen ser hijos de Él, engendrados por sus
palabras.
Para
entender que los hijos de Dios no nacen de voluntad de varón, es necesario
tener en cuenta, que los hijos de los seres humanos no son la continuación de
sus padres, como muchos creen. Sino que los hijos de los seres humanos son
seres humanos independientes. Aunque hayan copiado de sus supuestos padres
algunos códigos genéticos, aunque sean muy parecidos a sus padres
terrenales. Pero los hijos espirituales
de Jesús sí son la continuación de su Padre celestial. Se entiende que es más importante ser hijo
espiritual de Jesús que ser hijo de la carne de algún ser humano.
Esos
supuestos padres, de hijos terrenales, en verdad, nada hicieron para crear a
los que llaman sus hijos. Pues hasta las mismas semillas que puso el supuesto
padre en el vientre de la madre, no eran de él. No las había creado el llamado
padre, sino que son unas semillas celestiales, creadas por Dios. Puestas en el
cuerpo del supuesto padre, para que la humanidad tenga la probabilidad de
multiplicarse sobre la tierra. Por eso
los hijos no son propiedad de los padres, ni nacen de los padres, ni son la
continuidad de los padres. Pues todo ser humano que llega a la tierra fue
creado por Dios, invitado por Dios a habitar este planeta. En las
circunstancias que Dios decidió darle y durante el tiempo que Dios le haya dado
de vida sobre la Tierra. De entre la
comunidad de esos seres humanos, creados todos por Dios, es que nacen, por la
palabra viva de Jesús, los hijos de Dios (Juan 1: 12-13).
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