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Los ciento cuarenta y cuatro mil que sí entendieron. (Apocalipsis 14:4)
Esos
ciento cuarenta y cuatro mil, que le mostró en visión el ángel a Juan, son
vírgenes. “Son los que no se contaminaron con mujeres”. Son los que acompañan
al cordero adonde quiera que va. Son lo más seleccionado de entre todos los
seres humanos que consiguieron entrar al reino de los Cielos. Que sean vírgenes, no es un capricho de Dios,
ni es una irracionalidad del Cielo. Obviamente
estos ciento cuarenta y cuatro mil, antes de corromperse con los placeres
carnales, si entendieron la enseñanza de Jesús en Mateo 19:11, aquella que no
todos entienden.
¿El
apocalipsis fue escrito por alguien a quien no le gustaban las mujeres? o ¿Esta
de los vírgenes, es una enseñanza muy profunda? ¿No todos entenderán a estos
vírgenes, como a aquellos de lo que a sí mismos se hicieron eunucos, como se
hizo eunuco Jesús, por amor del reino de los Cielos? ¿Será que las mujeres por
sí mismas son malas, por lo que los que no se contaminen con ellas serán lo
mejor del Cielo? ¿Entonces ninguna
mujer, por el solo hecho de ser mujer, estará entre los ciento cuarenta y
cuatro mil? ¿El ser mujer entonces ya de
por sí es una condena en sí mismo? Tal
vez innumerables mujeres estarán entre los ciento cuarenta y cuatro mil, que no
se contaminaron de mujeres.
Tal
vez el ángel que le reveló a Juan la identidad de los ciento cuarenta y cuatro
mil, no se refiere a la condición de mujer en sí misma. Sino que se refería al
uso del cuerpo humano no como un campo de placeres de los órganos de los
sentidos. Los ciento cuarenta y cuatro
mil no entregaron sus cuerpos a las adulteraciones del orden natural de la
reproducción. Ni a la sensualidad. Ni una sola vez. Son los más puros. Sus
vestiduras no estaban manchadas, como las de la inmensa mayoría de seres
humanos.
Pablo
con sus sutiles enseñanzas, algunas de las cuales son trampas para el alma,
lazos de sensualidad, hace que los cristianos no tengan en cuenta estas
enseñanzas de Jesús. Enseñanzas vitales, para que todo cristiano sea llevado
por el Espíritu, hacia la continencia de la carne. Hacia la renuncia voluntaria
de los placeres carnales, que es la negación de sí mismo, que es la crucifixión
de la carne y sus placeres. Sin lo cual no es posible ser tomado como verdadero
discípulo de Jesús. Jesús lo enseñó en su evangelio, cuando dice que, si el ser
humano no se niega a sí mismo, si no toma su cruz cada día y lo sigue a Él,
entonces, que no se engañe, pues no es digno de ser llamado su seguidor.
Si
un cristiano se engaña a sí mismo, creyendo que también las enseñanzas de Pablo
son palabra de Dios, con igual valor que las enseñanzas de Jesús, ese cristiano
por ningún motivo va a buscar la continencia. Pues en esas enseñanzas de Pablo
se incita a los cristianos al placer carnal, se incita a la incontinencia, para
atender a la pareja en los placeres. No importando para Pablo, que con ello
incita a adulterar el orden natural de la reproducción. Razón por la cual las personas
llegan a la Tierra y hallan a todo el mundo de acuerdo en los placeres
carnales, no crucificando sus cuerpos en la cruz. Es todo un complot mundial en
contra del porvenir de la humanidad.
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