295.
Misericordia de Dios hacia las debilidades.
El
Padre celestial, aunque es padre, no tuvo a su hijo con una esposa, por lo que
el Hijo unigénito de Dios no tuvo una madre celestial. El hijo de Dios tuvo una madre terrenal y un
padre celestial. El padre celestial no
necesitó reproducirse para tener el Hijo de Dios. Sino que lo tuvo en el Cielo,
solo, igual que lo tuvo María en la tierra, sola, sin un hombre que la
fecundara, siendo fecundada por el espíritu de Jesús. Jesús no se casó, Jesús no tuvo hijos
físicos, aunque con sus enseñanzas, dice tener más o menos, dos mil quinientos
millones de hijos espirituales, dos mil años después de su partida. Jesús es misericordioso con los errores
humanos, por razón de su perfección.
El
Padre es misericordioso con los errores humanos en la reproducción de la carne.
Para Jesús, las debilidades carnales son menos importantes y graves que para
nosotros. Pues Jesús es un ser puro y sabio. Esas dos virtudes lo hacen muy
comprensivo y misericordioso. Todo
cristiano, al hallar la sabiduría, también es muy comprensivo con respecto a
las debilidades carnales de los que lo rodean.
Contrario a lo que se lee en las enseñanzas de Pablo, donde acusa a los
pecadores y hace escarnio público de ellos.
Por lo que se ve que, en las iglesias, sus seguidores copian el mal
ejemplo sembrado con maestría por Pablo. Iglesias en las cuales los que se
dicen líderes, no limpian a las ovejas que se ensucian, ni curan las heridas de
las que se caen. No les perdonan a las ovejas sin hacer escándalos públicos. Sino
que, mal aconsejados por Pablo, las regañan, las acusan, las critican, las
señalan, las apartan, las expulsan. No es la iglesia de Jesús, es la de Pablo.
Es
tan poca la importancia que Jesús le da a la reproducción humana, y sus
errores, en comparación con la altísima importancia que le da la humanidad en
general, que enseñó que una mujer que tuvo seis esposos, aquí en la Tierra,
cuando esté en el más allá, ni se va a acordar de quién era esposa, ni le dará
importancia. Ella no tendrá los problemas de decidir de cuál de los seis será
esposa en el Cielo, puesto que allá no hay esposos ni esposas.
Jesús,
por su misericordia, por su sabiduría, por su virtud, perdona nuestras
adulteraciones al orden natural de la reproducción. Tal cual le dijo a la mujer
sorprendida en flagrante delito de adulterio. Aquella que los ávidos fariseos
deseaban apedrear. Eso fue lo que enseñó
Pablo que sus seguidores acusen a nivel espiritual, que juzguen a los demás. Que
los estén regañando, como si fueran superiores, como si pudieran tirar la primera
piedra. Mientras Jesús enseña a condenar a nadie, a ser misericordiosos y a
ayudar en vez de rechazar a los más débiles de la carne. Jesús por eso era por lo que decía que las
meretrices iban más fáciles al reino de los cielos que los fariseos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario