296.
Pablo establece diferencias entre hombres y mujeres.
¿Por
cuál razón las mujeres no tenían que cortarse algo de su cuerpo, para
pertenecer al pueblo de Dios? ¿Por cuál
razón las mujeres no participaban directamente en la alianza de Dios con el
pueblo de Israel? ¿Por cuál razón las
mujeres no eran tenidas en cuenta en el pueblo de Israel? Según las enseñanzas
de Pablo, continuando con los errores del pueblo de Israel, el Padre celestial
no ve iguales a los hombres y a las mujeres. Por lo que, en sus epístolas,
Pablo dice que las mujeres son inferiores o son impuras. Que no pueden enseñar
la palabra de Dios. Que las mujeres se salvarán por la crianza de los hijos (1ª
a Timoteo 2: 8-15).
Pablo
no ve dignas a las mujeres, las cuales, según sus enseñanzas, deben quedarse
calladas, sujetas, obedeciendo. Las mujeres no pueden entrar al templo con la
cabeza descubierta. Y las acusa de haber sido las culpables de la caída en el
paraíso. Enseñanzas que jamás saldrían de Jesús. Que no son palabra de Dios. Sino
que son propias del alma de un fariseo. De un alma apegada a los rituales y a
las formas. De las cuales Jesús decía que eran solo apariencia, hipocresía, y
que los cristianos debían cuidarse mucho de esa levadura de los fariseos. Pablo es el gran continuador de la secta de
los fariseos espirituales, en medio del cristianismo.
Pero
para todos los que, como Pablo, creen que ser hombre o ser mujer es ser
diferente en sí mismo, Jesús los contradice en sus enseñanzas. Jesús dice que,
aunque aquí en la tierra, por las evidentes e innegables diferencias de los
cromosomas y las hormonas, reaccionamos de forma diferente, que aunque
pareciera que los hombres y las mujeres pensamos diferente, dice Jesús que a
los ojos del creador somos iguales, tanto los hombres como las mujeres.
Según
Jesús lo verdaderamente importante es que todos, tanto hombres como mujeres,
tenemos que comer, vestirnos, dormir, y deseamos ser reconocidos por los
demás. Es decir: Dios, desde arriba
hacia abajo, del todo a las partes, ve que todos tenemos los deseos de los
ojos, los deseos de la carne y el orgullo de la vida, por igual, tanto hombres
como mujeres.
Pues
tanto hombres como mujeres somos hijos de Dios. De aquel Dios que siendo uno
solo, y siendo espíritu, no tiene cromosomas, ni hormonas, y no tiene una
esposa en el Cielo. Por lo que no existe una diosa junto a Dios, para las
mujeres, con enseñanzas diferentes para mujeres. No vino una Mesías mujer, con cromosomas de
mujer y con hormonas femeninas, con Jesús, el Mesías hombre, a salvarnos. Y no
enviaron un espíritu santo de mujer junto con un espíritu santo de hombre. Sino
que Las enseñanzas de Jesús están dirigidas tanto para hombres como para
mujeres por igual. Y el Espíritu de Jesús fue enviado para todos, hombres y
mujeres por igual. Por tanto, somos
iguales, en lo esencial, en lo fundamental.
Para
Dios los cromosomas, las hormonas y los cerebros, con la mayor racionalidad de
los unos y la mayor sensibilidad de las otras, eso no nos hace diferentes. Pablo, se equivocó, supongamos que, de buena
fe, y con él se equivocaron las hordas de sus seguidores. Que incurrieron en
dividir a la humanidad, cuando para Dios no hay diferencias, ni por el color de
la piel, ni por las facciones de las diferentes razas, ni por la altura de las
personas, que van desde gigantes hasta enanos.
Ese de dividir a la humanidad y descalificar a la mitad de la población
mundial, es un error típico de la mente de un fariseo. Si es un error, entonces esas palabras, esas
enseñanzas, no son de Dios. Por lo tanto, son falacias, parecen ser en verdad
palabras de Dios, absolutas, inobjetables y eternas, pero nada de eso son. Solo
son palabras humanas sujetas a errores. Solo son fugaces y pasajeras opiniones
humanas, nada más.
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