300. Al fin libres de
elegir.
Durante
todos los siglos, todos los cristianos, sin darse cuenta, han estado eligiendo
libres, entre seguir y adorar a Dios o a un ser humano. Siempre ha sido, es y será así hasta el final
de los tiempos. La gran influencia que ejercen los seres humanos sobre sus
congéneres, supera toda otra influencia. Por eso los seres humanos, con el paso
de los años, van teniendo cada vez más ídolos humanos, sin darse cuenta de que
su supuesta admiración es una real idolatría.
Los
hijos del pueblo de Dios siempre deciden entre Jesús y seres humanos. El pueblo de Israel, delante de Poncio
Pilatos, con sus sacerdotes, hicieron gracia de un ser humano homicida. Pues
ellos eligieron a Barrabás, alguien que vino a quitar vidas humanas. Ese mismo día ellos también dijeron no ser
discípulos de Jesús, dador de vida, sino discípulos de Moisés quitador de vidas
humanas en nombre de Dios. Ese día, también delante de poncio Pilatos,
representante del césar, ellos dijeron que no deseaban más rey que al
césar. Desecharon a Jesús, ese mismo
día, a cambio de tres homicidas, Barrabás, Moisés, César.
Roma
pasó a ser el centro del pueblo de Israel, porque ellos no quisieron a Jesús
como su rey, y gritaban que no tenían más rey que al césar. Por esa libre elección de ellos que habían
elegido a Roma como su madre, Pedro terminó en Roma, preso y perseguido. Pero a
su vez, con el paso de los siglos, Pedro terminó invadiendo a Roma con el
cristianismo. Por eso Pablo también fue
a trabajar en Roma, su patria, pues además de fariseo, era Romano. Pablo es el césar romano espiritual.
Los
cristianos, en el circo romano, se dejaban asesinar por fieras y por
gladiadores, porque no aceptaban que el césar era Dios. Los padres eran llevados al sacrificio aún
con sus hijos menores. Y así y todo no renegaban de su fe, no aceptaban que un
ser humano, era Dios. Todos esos miles de mártires son deshonrados por los
cristianos que hoy en día dicen que las enseñanzas del césar romano espiritual,
Pablo, son palabras de Dios.
Todo
cristiano, durante dos mil años ha estado eligiendo entre Jesús y el césar
espiritual, y ni se han dado cuenta de su fatal elección. Sobra decir que la
inmensa mayoría de seres humanos elige servirle a Pablo, adorar como palabras
de Dios las palabras del césar espiritual. Sin darse cuenta, se engañan se
extravían, traspasan a Jesús, y creen que le sirven a Jesús. De esa prueba, de ese supremo dilema, de
tener que hacer elección entre Dios y un ser humano, nadie se salva. Y en su
mayoría, los seres humanos decidieron, deciden y decidirán, creerle a Pablo. Eligen
entre Jesús y Pablo, ese que siempre ha sido el homicida de los cuerpos y de
las almas de los cristianos por excelencia.
Si
una persona no cree que las enseñanzas de Pablo son palabras de Dios, sino que
cree que son simples opiniones humanas, sujetas a error, y no sigue esas
enseñanzas, pero esa persona sí sigue las enseñanzas de Jesús, esa persona no
se va a dejar de salvar, porque no siguió a Pablo, pero sí siguió a Jesús.
De
donde se deduce que no creer que las enseñanzas de Pablo son palabras de Dios,
no es condenación. Puesto que Pablo no es el mesías de Dios, ni es el redentor,
ni sus enseñanzas son el Espíritu de Jesús. Por lo que sus enseñanzas no son
necesarias para hallar salvación, ni sus enseñanzas son imprescindibles.
Pero
traspasar las enseñanzas de Jesús para compartir el adorar la divinidad de sus
palabras con las enseñanzas de seres humanos, como Pablo, ya es estar
prisionero, en la gran Babilonia espiritual creada por Pablo en sus epístolas. Es
hallar condenación bajo el siniestro pacto de la niebla. Es ser idólatra. Es no
reconocer que Jesucristo vino en carne. Es ser del anticristo. Es no ser libre.
Es tener el alma asesinada por falacias. Es ser un muerto viviente en lo
espiritual. Es ser un hombre lobo, uno de los miles de millones de lobos
romanos, pero ahora espirituales. Alaban
al Señor con aullidos de lobos y no lo saben.
Jesús
con nadie comparte su gloria, por tanto, de nadie además de Jesús es necesario adorar
sus enseñanzas, como si fueran palabras de Dios. Esa es la gran importancia de nadie
en el cristianismo. Adorando las
enseñanzas de nadie más viene el reinado de Jesús y se acaba la
usurpación. Nadie, además de Jesús, es
imprescindible en el cristianismo. Nadie, además de Jesús, es muy importante en
esta Tierra de libertad. Es imprescindible
que los cristianos pongan las enseñanzas de nadie, además de las de Jesús, en
el gran trono de las palabras de Dios. Como lo hicieron lo doce apóstoles de
Jesús, para adorar esas palabras, para reverenciarlas, para postrar las mentes
y los corazones ante ellas y ante las palabras de nadie. Para que nadie tenga
el poder de extraviarlos. Para que sean seguidores de Jesús y de nadie además
de Él. Y sean, solo así, uno con los apóstoles, con Jesús y con el Padre,
porque los une el espíritu de Jesús y el de nadie además de Él.
Al
fin las puertas espirituales de la gran Babilonia se abren totalmente, para que
los seguidores de Jesús puedan salir en paz hacia la libertad. Al fin la esperada verdad, la suprema verdad,
la verdadera verdad es dicha. Al fin la
esperada verdad hace humanos libres. Al
fin la humanidad, que entre cadenas gime sin saberlo, comprenderá las palabras
de Jesús. Al fin ha llegado la
autoridad, el poder y el reino de Jesús.
Al fin Jesús reina en verdad sobre la tierra durante un tiempo, durante
un milenio de paz para los verdaderos cristianos. La gloria ha sido, es y será para Jesús y
para nadie además de Él.
Jesús o el césar espiritual (Jesús o Pablo) ustedes
sabrán que hacer.
Si uno que no es nadie vino, vio y halló la verdad, cualquiera
puede hallarla.
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