8. Los engaños son los que no han sido descubiertos.


8.  Los engaños son los que no han sido descubiertos.
Todos los millones de engaños que en estos dos mil años ya fueron descubiertos, que ya se sabe que no son verdad, no son engaños, pues ya se sabe la verdad, ya se sabe que son errores y engaños.  Por lo tanto, si Jesús habló de engaños, no pocos, sino muchos, es porque no fueron descubiertos, es porque pasaron como venidos de Dios, pasaron los siglos aceptados por las muchedumbres y aceptados por los líderes, como si hubieran sido palabras del Creador, o de Jesús, o de su Espíritu, durante estos dos mil años. 
Miles de millones de cristianos son engañados en nombre de Jesús, es inevitable, pues parece que así fue decidido por Dios, que todo ser humano sea probado a ver si reconoce la voz, las palabras, las enseñanzas de la verdad, en medio de las apariencias. nadie está exento de esta prueba, pues somos dioses, según Jesús, debemos hallar la sabiduría y la verdad por nosotros mismos, con la injerencia de nadie.
Los engaños vienen desde Luzbel, en el antiguo testamento, y vienen desde su hijo Pablo, en el nuevo testamento.  Los engaños son el espíritu de ellos dos. Su arte es la falacia. Los engaños son las enseñanzas falsas que aún no se ha descubierto que eran engaños, esos son los muchos engaños, no pocos engaños, y engañan a muchos, no engañan a pocos. Engañan por igual a doctos e iletrados. Aquellas enseñanzas que a todas luces parecen verdaderas, pero en realidad son falsas, son las falaces enseñanzas, esos son los engaños.  Muchos han venido en nombre de Jesús, engañados por Luzbel y por su hijo Pablo (el anticristo), y creyendo trabajar para Jesús, trabajan para el error, y a su vez esos muchos engañan a muchos.
Esos muchos espíritus impostores, que fueron anunciados por Jesús y por algunos de sus doce apóstoles, vinieron y se quedaron en la Tierra, engañando impunemente, durante miles de años, a miles de millones de almas, no por su propio poder, no como si a Dios no le importara, no como si Dios lo ignorara.  Jesús denunció la impostura de muchos espíritus, no porque fuera imposible para Dios combatirlos y destruirlos él mismo, sino porque eran una prueba de parte de Dios (Mateo 7:22-23).  Esos millones de espíritus impostores han logrado engañar a miles de millones de almas, no porque Dios, que es todopoderoso, fuera incapaz de controlarlos, sino que esos espíritus impostores fueron autorizados por Dios, para poner a prueba a todas las almas humanas, absolutamente a todas las almas humanas, con la excepción del alma de nadie. Toda alma debe elegir entre la verdad, el error disfrazado de verdad y el error. Ese es el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. Por más enemigo de lo espiritual que sea un ser humano, siempre estará eligiendo lo que cree que es verdad y señalando a los demás lo que cree que es error. Esa es la más alta prueba de toda mente.
La dura prueba a la que esos engaños someten a toda la humanidad, esa prueba que vino sobre toda la Tierra, extraviando a la humanidad, es una orden de Dios.  Esa prueba asesina las mentes al elegir ellas los errores como verdades. Es tal la masacre de almas, que dice que es como un mar, que es como una gran vendimia de uvas y la sangre de los vendimiados llega hasta los frenos de los caballos (Apocalipsis 14:20). Todo sucede en silencio, no se oyen lamentos de los asesinados, ni repugna el olor fétido de la sangre derramada descomponiéndose, porque no mueren los cuerpos sino las almas, en el impresionante proceso de la creación de los dioses. Los muertos siguen vivos y no se dan cuenta que murieron al elegir los errores como verdades. Son los muertos vivientes deambulando por toda la Tierra.


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