237. A Dios lo de Dios y al césar lo del césar.


237. A Dios lo de Dios y al césar lo del césar.
Jesús estableció esto de darle a Dios lo que es de Dios y darle al césar lo que es del césar.  El antagonista elegido por Jesús es el césar.  Fue delante del césar que se inclinaron todos los dirigentes del pueblo de Israel, diciendo que no tenían más rey que al césar.  La Roma de Pedro, y no la Roma del césar espiritual (Pablo), es el verdadero pueblo de Dios. Pueblo cautivo por dos mil años, pueblo secuestrado, como estrategia aceptada por Pedro, en la Roma de Pablo.
No es una virgen la iglesia de Roma, es una ramera, pero ahí en Roma, está la verdad, la gran verdad de los apóstoles de Jesús, está en Pedro a quien tienen secuestrado, y Pedro lo sabe y acepta este sacrificio, ordenado del cielo, para bien de la creación de los hijos de Dios.  Pedro es la piedra de base que se extiende por toda la Tierra. Por eso aceptó ser secuestrado en Roma por dos mil años.  En Pedro vive la buena Roma, que es la que eligió el sendero estrecho y la puerta angosta.  La mala Roma es la Roma de Pablo, la que eligió el camino amplio y la puerta ancha de las enseñanzas de Pablo.
Esa Roma de Pablo es la ramera embriagada, con la sangre de los santos de Jesús. Con la sangre de Pedro y con la sangre derramada por los demás mártires, a los cuales ha vencido espiritualmente Pablo, por dos milenios, con sus enseñanzas. Está ebria esa ramera al servicio de Pablo. Ebria con la sangre espiritual de todas las incontables almas masacradas con las enseñanzas de Pablo. Las almas son masacradas en silencio. No se levanta bullicio, ni llanto escandaloso, no huele a sangre, no hay cadáveres putrefactos.


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