274. En la misma iglesia hay dos iglesias.


274. En la misma iglesia hay dos iglesias.
A la iglesia cristiana le sucede igual que a una persona. Está la iglesia corporal, la de Pedro y Pablo. La que ven y creen que eso es todo.  Y adentro de esa iglesia visible está la iglesia protegida por Juan, invisible, mientras pasan los tiempos de las naciones. Mientras pasan los tiempos en que aceptaron las palabras de Pablo como palabras de Dios. Por eso se dice que está cautiva. Pero si la iglesia de Babilonia no tuviera esa iglesia pura adentro no tendría vida. La iglesia pura es el alma de la iglesia que idolatra a Pablo. Llegará el momento que la gran babilonia de Pedro, secuestrado espiritualmente por Pablo, caiga estruendosamente y ya las naciones solo necesitaran la iglesia de los cuatro evangelios, la iglesia virgen, la novia del cordero.
Está la iglesia virgen, la iglesia pura, la que sigue en pos de Jesús y de nadie además de Jesús.  Pero también está la iglesia ramera, la que sigue en pos de Jesús y en pos de las enseñanzas de Pablo. La iglesia del romano (Pablo), la que Pedro llamó la Gran Babilonia.  Eso de “Gran Babilonia” es verdad, es grandísima y en verdad sigue en pos de las enseñanzas sagradas de Jesús, pero le han añadido palabras de hombres; se extraviaron.  La iglesia ramera, tiene cautiva a la iglesia virgen, a la iglesia pura. La ha tenido secuestrada, durante dos mil años. La tiene prisionera, la ha pisoteado, mancillado, ofendido. Y los reyes de la tierra, los magnates, los sabios, los líderes, han fornicado con la ramera sin ver la verdad pisoteada en ella.  Es como si se hubieran confabulado todos en contra de la verdad de Jesús.  Las dos iglesias son de Jesús, hablan de Jesús, enseñan a Jesús, pero una es la puerta ancha y la otra es la puerta estrecha, una es sendero amplio y la otra es el sendero estrecho.
Jesús autorizó que a todos los cristianos les sean propuestos esos dos senderos, el ancho y el estrecho, como si ambos llevaran al Cielo, como si ambos fueran verdaderos. Para que todos sean libres de elegir el sendero a seguir al reino de los Cielos.  Todos creen servir a Jesús, todos creen que serán recibidos en el Cielo. Pero dice Jesús que muchos, es decir la mayoría, (los que se fueron por la puerta ancha), le van a decir que hicieron milagros y profetizaron en su nombre. Le van a contestar seguros que van derecho al Cielo. Y Jesús les va a decir que se engañaron aceptando ellos mismos, libremente, sin que se las impusieran, las enseñanzas de Pablo, como palabras de Dios.  Les va a decir Jesús que es por eso por lo que no los conoce. Que en verdad hicieron todos esos milagros y profecías en su nombre, en la iglesia. Pero era la iglesia de la Gran Babilonia, la ramera que tenía prisionera a la virgen. No eran seguidores de la virgen pura, de la verdad pura. Habían adulterado su fe al aceptar las enseñanzas de un hombre imperfecto (Pablo), como si fueran palabras descendidas del Cielo. Las adoraron y las siguieron como palabras de Dios.


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