114. ¿Quién autorizó a los israelitas a asesinar personas?
Todo aquel que lee la historia del pueblo de Israel, sin entrar por la verdadera puerta, sin empezar por las enseñanzas de Jesús, y sin darles la importancia debida a las palabras de Jesús, se alegra con la muerte de todos los asesinados por Israel, se solidariza con los asesinos, siente hervir su sangre de deseos de hacer lo mismo, se hace homicida sin darse cuenta. Luzbel juega con su mente, lo hace elegir entre dos males, no elige entre el bien y el mal.
Es como si los judíos tuvieran permiso único de ellos, de parte de Dios, para asesinar. Como si tuvieran licencia para matar, y todos los demás pueblos de la Tierra no tuvieran voz ni voto delante de Dios para quejarse de los amillones de asesinatos de los israelitas. Como si no fueran humanos todas las demás personas que había sobre la Tierra en ese entonces, cuando tomaron por asalto la tierra prometida. Como si esos humanos no tuvieran alma divina, como si no existieran, como si sus habitantes fueran animales de caza.
Luzbel juega, desde siempre, un juego macabro en las mentes humanas, haciéndolas solidarizarse con una bandada de asesinos, todo porque lo hacían en nombre de Dios. ¿Los enemigos del pueblo de Israel no eran personas? ¿Eran despreciables a los ojos del creador de la vida? ¿Las vidas de los asesinados y sus hijos, eran basura para Dios? ¿No eran humanos? ¿No eran hijos de Dios? ¿Sus vidas no eran sagradas a los ojos de Dios, como parecería que sí lo eran las vidas de los hijos de Israel?
Cuando uno es padre de varios hijos, sabe, a ciencia cierta, que jamás enviaría al uno a matar al otro, como sucede, hasta el día de hoy, sin piedad alguna, que se asesinan mutuamente entre los descendientes de Ismael y los descendientes de Isaac. Dios Padre, a nadie sin excepción alguna, le ha dado autoridad para matar a otro ser humano, y mucho menos en su nombre. Dios, que está por encima del bien y del mal, es aquel único que sí puede disponer de toda vida humana, como y cuando le parezca.
Dios ha sido calumniado por siglos, cuando los cristianos creen que el pueblo de Israel tenía permiso divino para asesinar seres humanos. Y pasados de demasiado ingenuos, y faltos de discernimiento, ajenos a la sabiduría, entorpecidas sus mentes asesinas, ni se dan por enterados, ni piensan, que es totalmente absurdo que el creador de la vida envíe a unos hijos suyos a asesinar a otros hijos suyos, enseñándoles de paso a irrespetar la vida humana, que es sagrada.
Nadie es tan importante y poderoso, como para que Dios le haya dado licencia para juzgar, o para matar. Nadie, entre los humanos, absolutamente nadie, está por encima del bien y del mal, como para que pueda matar seres humanos y no tenga que rendirle cuentas terribles a Dios, por haber destruido a sus hijos, los hijos de Dios. En principio, todos los seres humanos podemos llegar a ser hijos de Dios. Por esto es imposible que un ser humano pueda cortar esa posibilidad de los demás de llegar a ser hijos de Dios. Por eso fue por lo que Jesús tuvo que dar su vida, justamente para enseñarnos a respetar las vidas ajenas, aún a costa de la propia vida, según su sabiduría.
Jesús, dando su vida para entrar al Cielo, nos enseña a dar la vida, para entrar en nuestra Tierra prometida, y no quitar la vida a otros, como lo hicieron los Israelitas para entrar en su tierra prometida. Por esto fue por lo que el apóstol Juan, con su autoridad, escribió esa dura y triste sentencia, que es justamente por quitar la vida humana, que no hay entrada posible a la tierra prometida, que ningún homicida tiene en sí la vida eterna (1ª de Juan 3:15) (1ª de Juan 5:16-17). Quitar vidas violentamente es lo que hizo el pueblo de Israel, al entrar en la tierra de Canaán, porque su supuesto Dios se lo había ordenado. Obviamente no era Dios sino Luzbel, (Juan 8:44) el que los guiaba, el que los incitaba, el que les ordenaba, cuando quitaron la vida a millones de seres humanos, en nombre de una supuesta orden de Dios, para poder entrar en aquella tierra prometida.
Luzbel, haciéndose pasar por Dios, ordenó la masacre de millones de seres humanos, brutal masacre que los israelitas cometieron sin pensarlo dos veces, en nombre del Dios creador de la vida. Claro que dirán que los demás pueblos en toda la vasta tierra asesinaron también a millones de seres humanos, pero no lo hicieron en nombre del Dios de Israel, en nombre del Dios creador de la vida.
Es el punto más alto de la necedad y de la ignorancia asesinar personas en nombre de Dios. Es un irrespeto a Dios, un irrespeto a su sabiduría y un irrespeto a su amor. Es la más alta falta de discernimiento, que no haya espíritu que les diga, adentro de las almas y de los corazones a los cristianos, que eso no fue Dios, el que autorizó esos millones de asesinatos en su nombre. Es el colmo de las desgracias, que los guías de miles de millones de supuestos cristianos no vean en que es una vil blasfemia contra Dios. Es la mayor desgracia que no entiendan ni un poquito, que es una calumnia decir que Dios ordenó al pueblo de Israel cometer tantos y tan grandes genocidios en nombre del creador.
Cuando los israelitas venían de asesinar en masa a los pueblos vecinos, cuando dejaban una estela de muerte y destrucción, cuando masacraban, igual que los terroristas actuales, a hombres mujeres y niños sin piedad, solo por el hecho de no ser de su grupo étnico, entonces hacían fiestas, se creían bendecidos, estaban seguros de que su Dios (no pensaban que era Luzbel), estaba agradado de los asesinatos de ellos.
Cuando un guerrero había matado a diez mil seres humanos, era cantando y danzando que llegaba, exultando de gozo y de alegría porque había cumplido las órdenes de Dios, porque era uno de los mejores hijos de Dios, mientras más seres humanos de los otros pueblos asesinara (1 Samuel 18:7). Igual que los terroristas de hoy en día, ni más ni menos, sin ninguna diferenciación. Esos que hoy se asesinan todos los días allá mismo en esa "Tierra prometida" están recogiendo los frutos que durante siglos han sembrado, cual si fueran sacrificios a sus crueles y sádicos dioses.
Jesús de Nazaret enrostró a los israelitas estas verdades, y les dijo, de frente, que su padre es Luzbel, no lo es Dios. (ver Evangelio de Jesús según Juan cap. 8:44). Por ese error macabro y fatal de andar asesinando personas en nombre de Dios, Jesús se dejó quitar la vida, en vez de quitarla a sus verdugos en defensa propia. Jesús se dejó asesinar de ellos para cambiar de Padre a la humanidad, para que ya no sea más su padre Luzbel, hijos de Caín, sino que de verdad seamos hijos de Set, hijos de Dios, el creador de vida.
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