140. El anticristo no fue autorizado por los doce.
Nadie, además de los doce en pleno, podía autorizar a otro apóstol. Los doce apóstoles de Jesús autorizaron a un solo apóstol (Matías), cuyo nombre no se conocía, pero a nadie más autorizaron.
A Matías no lo autorizó uno solo de los once apóstoles, en una simple frase de una epístola aislada escrita años después, sino que lo autorizó el cuerpo completo de los apóstoles de Jesús, con el único fin de cerrar el número sagrado de los doce apóstoles de Jesús. Para lo cual oraron unidos al Espíritu de Jesús, que manifestase quién era el elegido, de los dos que ellos seleccionaron, entre los muchos que habían sido no solo discípulos, sino también, testigos directos del ministerio de Jesús, de su muerte y su resurrección. Era imprescindible para ellos que el doceavo apóstol, fuera discípulo llamado directamente por Jesús mientras estaba en la tierra y además fuera testigo directo del ministerio de Jesús. Sin esos requisitos, nadie puede ser apóstol de Jesús.
Si los doce apóstoles de Jesús hubieran querido autorizar la predicación de Pablo, como apóstol, guiados por el Espíritu de Jesús, a sabiendas que en nadie además de ellos doce residía tal autoridad, pues en ellos residía el único poder de hablar en nombre de Jesús, si lo hubieran hallado del todo fiel y veraz, ellos lo hubieran llamado para cerrar el número de los doce, como llamaron a Matías.
Si ellos hubieran aceptado que el ministerio de Pablo había sido establecido por la voluntad de Jesús, haciéndolo su treceavo apóstol, luego de haberse ido, aunque Jesús no les había hablado de ese profeta, a ellos que eran sus amigos y sus representantes, con total autoridad sobre la Tierra, ellos doce lo hubieran confirmado, como un treceavo.
Si hubieran aceptado los doce apóstoles de Jesús, que Jesús había cambiado su palabra y había decidido presentarse a otro ser humano, a pesar de que les había dicho que ya no lo vería más nadie de la humanidad, hasta que viniera a juzgar a los vivos y a los muertos, ellos doce lo hubieran anunciado ese cambio, ellos doce hubieran confirmado, como un treceavo, a Pablo. Con sus palabras hubieran hablado de los temas de ese gran profeta, autorizándolo.
Pero su silencio dice mucho de ello. Pues ellos estaban obligados a no dividir al cristianismo, por lo que desautorizar las enseñanzas de Pablo, serviría para que se dieran divisiones, por lo tanto, la única alternativa que ellos tenían, no era autorizarlo o desautorizarlo, sino autorizarlo o guardar un diciente silencio y soportarlo. Y ellos doce guardaron silencio, pero no del todo. Porque en sus epístolas Judas, Santiago, Pedro y Juan, mencionan y tratan temas, personajes y lugares que tuvieron que ver con Pablo, temas y lugares que Pablo también mencionó, pero los tratan de muy diferente y diciente forma, en una forma opuesta.
Por ejemplo, cuando se habla de un tal Demetrio, cuando se habla de la fe y las obras, cuando se habla que el gran anticristo ya está en el mundo. Tratan a esos temas y a esos personajes de muy diferente forma que Pablo, escriben conceptos opuestos, sin mencionar a Pablo, como corrigiendo algunos puntos, como enviándonos unos mensajes. Es de notar que las enseñanzas de Pablo son de inferior valor para los cristianos verdaderos, que las enseñanzas absolutas, inapelables e incuestionables de los doce apóstoles de Jesús.
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