175. Los cuatro vivientes están llenos de ojos.
Todos los que hemos leído los cuatro evangelios, hemos puesto los ojos en ellos (Apocalipsis 4:8). Los profetas Juan, Isaías y Ezequiel vieron a los cuatro vivientes, a los cuatro testigos, llenos de ojos por todas partes porque llevan los ojos de todos los que los hemos leído. Allá, en los cuatro serafines, en los cuatro vivientes, están nuestros ojos, que pusimos en ellos, unidos a los ojos de miles de millones de seres humanos, que hemos tenido el privilegio de leer los cuatro evangelios, las escrituras sagradas de Dios.
Cuando ponemos los ojos en los cuatro evangelios, para leerlos aquí en la Tierra, o cuando leemos una parte de los cuatro evangelios, nuestros ojos quedan puestos en los cuatro vivientes, delante de la presencia misma de Dios, allá en los Cielos, delante y alrededor del trono de Dios. Nuestras almas, en ese instante que leían los cuatro evangelios, estaban ante la presencia de Dios. En ninguno otro momento, los seres humanos de carne y hueso, estamos delante de la presencia de Dios, sino cuando estamos delante de los cuatro evangelios. Solo en ese instante y en ninguno otro instante, los seres humanos de carne y huesos, hemos estado delante de la puerta al reino de los Cielos, solo en ese instante hemos podido conocer a Dios, en el cordero.
Estos cuatro evangelios son las escalas que descienden entre el Cielo y la Tierra. Los cuatro evangelios son el sendero estrecho del alma hacia la presencia de Dios. Sendero que desciende de la presencia de Dios hasta las mentes humanas. Estos cuatro evangelios son la puerta misma a la presencia de Dios, al más allá, (almas allá), a un Reino que no es de este mundo. Al ver los cuatro evangelios vemos la luz, vemos a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el hijo del hombre. Los cuatro evangelios son cristales, son lentes sagrados, que le permiten ver, a nuestros ojos humanos, el más allá celestial, el trono de Dios. Solo a través de esos cuatro lentes, podemos ver a Dios, que es Jesús, en su trono, (Juan 1:51)(Génesis 28:12), y podemos ver la Tierra y a los seres humanos con los ojos que los veía Jesús, como unas gafas que nos envía el creador para verlo a Él y ver a los seres humanos.
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