CAPITULO 13
LOS QUERUBINES NO SON LOS EVANGELISTAS.
Los querubines son los evangelios.
Los evangelistas son humanos.
1. Los cuatro vivientes no son los cuatro evangelistas.
De los cuatro evangelistas hay más palabras, hay más escritos, como el libro de los hechos de los apóstoles, escrito por Lucas, las tres epístolas de Juan y el apocalipsis escrito por Juan. Todos esos escritos, hallados en las biblias, no contienen el testimonio de Jesús. En ellos no se niegan a sí mismos sus escritores, hablan en primera persona y enseñan con la autoridad que les corresponde, lo que opinan que deben hacer los cristianos. También ponen por escrito los sucesos que se dieron después de haberse ido Jesús al cielo, para no volver más, sino hasta el día del juicio final (ver hechos 1: 10-11).
Es de vital importancia entender esto: Para escribir los cuatro evangelios, se negaron a sí mismos. Ellos se negaron a sí mismos, para que esas palabras, fueran reveladas desde el Trono de Dios, a la Tierra. Si los cuatro evangelistas fueran eternos, y estuvieran delante del trono de Dios, y en medio de ellos cuatro estuviera el Hijo de Dios, serían como Jesús. Pero son personas. Los cuatro vivientes sí son los cuatro evangelios, pero “no” son los cuatro evangelistas.
Los cuatro evangelios son eternos, están alrededor del trono de Dios desde la eternidad, por los siglos de los siglos, pero los cuatro evangelistas no están delante del trono de Dios desde la eternidad, por los siglos de los siglos, ellos son humanos como nosotros, que fueron usados por Dios, para que los cuatro vivientes llegaran a dar su testimonio eterno a la Tierra.
Los cuatro vivientes allá, delante del trono de Dios, y los cuatro evangelios aquí en la Tierra, dan testimonio de Jesús delante del trono y delante de los hombres, por los siglos de los siglos (Apocalipsis 4:8-11).
2. Los evangelios no son autoría de los evangelistas.
El gran ejemplo de los cuatro evangelistas, ejemplo grande en sabiduría, con el que se diferencian, de los aparentemente verdaderos evangelios de Jesús, es que los cuatro evangelistas sabían que los testimonios de Jesús, que ellos escribieron, no eran creación de ellos cuatro, ni eran sobre ellos cuatro.
Pablo sí escribió como si él fuera el autor y el personaje principal de sus vastas epístolas, lo cual vemos cuando toma partes de la gloria de Dios, para gloria de él, que es un simple mortal y escribe mucho de sí mismo, y se alaba muchas veces. Mucha egolatría, mucha falta de negación de sí mismo, en las epístolas de Pablo.
Del trono de Dios vinieron esos cuatro breves libritos, y fueron dados a la humanidad, a través de estos cuatro seres humanos. Ese es su único, inmenso e incomparable honor, que con nadie comparten. Pues nadie es el portador de un quinto evangelio.
Esa sabiduría de la negación de uno mismo permite reconocer la identidad oculta de Pablo, cuando ves a miles de millones siguiéndolo, y ves a Pablo escribiendo muchas frases sobre él, escribiendo que lo imiten a él, y crean en “su” evangelio, como si el evangelio fuera de él, y no de Jesús. El evangelio verdadero es de Jesús, no de hombre alguno. El evangelio, cuando es verdadero, es de nadie además de Jesús.
3. Negación de los cuatro evangelistas.
Los cuatro evangelistas dieron a Jesús toda la gloria, absolutamente toda la gloria. Lo cual no pueden hacer los que desean la gloria de Jesús. Si se negaran de verdad a sí mismos los que desean la gloria de Jesús, no distraerían la atención de los cristianos hacia otros profetas, para desviarlos de Jesús. La negación de sí mismo por parte de algunos de los testigos de Jesús, es la señal inequívoca, para diferenciar a los verdaderos testigos de Jesús.
Los cuatro evangelistas escribieron los cuatro evangelios sin mencionarse a sí mismos en ellos. Los cuatro evangelistas escriben sobre sí mismos en los evangelios, solo cuando es estrictamente necesario, pero refiriéndose a sí mismos en tercera persona, como si no hicieran parte de la historia que describen, como si fuesen otra persona. No se leen en los cuatro evangelios, frases que hablen de “cuando nosotros…”, o “cuando yo…”, o “me dijo…” o “le hice…”. Tampoco se leen en los cuatro evangelios frases de grupo, como, por ejemplo, “cuando nosotros esto o aquello”, frases tan abundantes en las epístolas de Pablo, con las cuales desvía a los humanos, sin que estos se den cuenta, y les impide negarse a sí mismos. Con el mal ejemplo que les da, les impide darle toda la gloria a Dios.
Nada de esos malos ejemplos y robos de la gloria de Dios, sucedió en los cuatro evangelios, pues los evangelistas se describieron a sí mismos hasta con otros nombres. Eso se llama escrúpulo, pulcritud, honestidad, no tomar para sí ni una pequeña parte de la gloria del Señor. Es una voluntad totalmente contraria a la de Pablo. Esta forma de escribir los cuatro evangelistas, los evangelios sobre Jesús, esta negación de sí mismos, es verdadero respeto por su Maestro descendido del Cielo, como descendidos del Cielo son los cuatro evangelios, que ellos recibieron y escribieron, sobre las enseñanzas y las obras de Jesús. Este ejemplo de negarse a sí mismos los cuatro evangelistas, es un ejemplo digno de admiración y de ser seguido. El gran ejemplo de los cuatro evangelistas es no estar en lo que escribieron, no tomar ni una pequeña parte de la gloria de Jesús.
4. Negación de Mateo.
Cuando Leví tuvo que mencionar que, estando sentado en el lugar de los tributos, recibió y atendió el llamado que le hizo Jesús, para ir en pos de Jesús dejándolo todo, Leví escribió que un hombre llamado Mateo, estaba sentado en el lugar de los impuestos, y Jesús lo llamó, y ese Mateo, dejando todo, le siguió (Mt 9: 9-13). Leví se negó a sí mismo al no escribir su propio nombre, al no hablar de sí mismo, ni del grupo de los apóstoles en primera persona, ni hablar desde su punto de vista.
En el evangelio de Jesús según Lucas (Lucas 5: 27-32) y en el evangelio de Jesús según Marcos (Marcos 2: 14-17), dice que Mateo, en realidad, se llamaba Leví. Leví no buscaba su gloria, sino la gloria de Jesús. Leví (Mateo) hizo algo totalmente contrario a lo que hizo Pablo en sus epístolas, donde se negó aparentemente a sí mismo, pero en realidad se afirmó a sí mismo. Pablo habla demasiado de sí mismo, de “su” evangelio.
Si a uno le es dado entender la total y profunda negación de estos cuatro evangelistas, por contraste con las “no negaciones” de otros, entiende las falacias y la altivez de Pablo, el usurpador, que viene en su propio nombre, a robar, matar y destruir, según advirtió Jesús (Juan 10:10-12). Pablo quiso tomar, con falacias, para sí, la gloria de Jesús. Solamente si uno respeta la gloria del que lo envió, sabe cuándo otros respetan, o no respetan, la gloria del que los envió, sin apropiarse ni siquiera de una pequeña parte de esa gloria, por insignificante que les parezca.
5. Negación de Marcos.
Es muy posible que Marcos, en el evangelio de Jesús, escribiera de sí mismo, en tercera persona, cuando describió a un joven que tuvo que huir desnudo, del huerto de los olivos, la noche del arresto de Jesús (Marcos 14: 51-52).
Marcos, antes de ser el secretario personal e hijo espiritual de Pedro (1ª Pedro 5:13), fue compañero de viajes y compañero de predicaciones de Pablo. Marcos y Pablo se separaron luego de un fuerte e insalvable desacuerdo entre ambos, cuyos motivos quedaron guardados en secreto en su momento (Hechos 13:13) (Hechos 15:36-39). Marcos se separó de Pablo, de improviso y sin una mínima explicación de por medio, regresando Marcos a Jerusalén.
Luego de saber la identidad oculta de Pablo (el que usurpa), cualquiera saca conclusiones de cuáles serían las razones secretas, tan importantes, como para quedar esa separación fuerte de Marcos, registrada entre las crónicas de los apóstoles, unos verdaderos y otros no tan verdaderos. Después de dejar la compañía de Pablo, cuya verdadera doble identidad era un secreto, Juan Marcos, acompañó a Pedro hasta el final de sus días, fue sus secretario y dicen algunas tradiciones que Marcos escribió en parte lo que Pedro predicaba en Roma (1ª Pedro 5:13).
6. Negación de Lucas.
Lucas escribió el evangelio de Jesús como un evangelio de autor desconocido, sin firma alguna. Se sabe que este tercer evangelio, el del viviente con rostro de toro, lo escribió Lucas, por sus semejanzas de estilo con el libro de los hechos de los apóstoles, pues ambos libros los dedica el mismo escriba, a un supuesto discípulo, llamado Teófilo, que quiere decir, el que tiene sed del conocimiento de Dios.
Los dos libros son de la misma persona, porque les da los nombres de primer libro sobre el testimonio de Jesús y segundo libro sobre los hechos de algunos apóstoles. Libro este de los hechos de los apóstoles, que no es un evangelio de Jesús, ni está delante del trono de Dios por la eternidad, como sí lo está el primero de los dos libros, el evangelio de Jesús según Lucas.
Lucas no firma el evangelio de Jesús con su nombre, ni se cambia de nombre, ni pone un seudónimo. Solo en el prólogo habla en primera persona, anónima, para narrar por qué, siendo un gentil, alguien ajeno al pueblo de Israel, está escribiendo una historia de judíos, tan importante para la humanidad. Lucas fue a la fuente misma de los hechos del Mesías, con todo el respeto que el Señor merece de las criaturas que llegan a conocerlo. Lucas escribe con fidelidad, la verdad expresada a él, por los que fueron testigos oculares de estos hechos y a la vez ministros de la palabra, es decir tuvo que hablar con la madre de Jesús y con los doce apóstoles verdaderos de Jesús (Lc 1: 1-4). Pablo contrario a esto dice que “su evangelio” lo recibió de Jesús y no necesitó a las personas que Lucas dice haber entrevistados.(Gálatas 1:11-12).
El segundo libro de Lucas, el de los “hechos de algunos apóstoles”, es un libro humano, inspirado por el espíritu de Jesús, que indica la vida de los primeros apóstoles, unos verdaderos y otros no tan verdaderos. El libro de los hechos ha quedado como testimonio de las obras y enseñanzas de Pablo, para que las naciones, vean cómo fue que se infiltró, con cuales falacias ha seducido a las naciones y las ha extraviado. Si alguien lee los cuatro evangelios y no lee el libro de los hechos de los apóstoles, no pierde a Jesús y ese conocimiento le es suficiente para seguir a Jesús. El libro de los hechos no es imprescindible, como sí lo son los cuatro evangelios.
7. Negación de Juan.
Juan escribió en tercera persona. Juan, siendo de tan alta importancia entre los apóstoles de Jesús y aun siendo tan importante en toda la historia del cristianismo, se negó a escribir sobre sí mismo en el evangelio de Jesús según Juan. No escribió de sí mismo en primera persona, ni aun sabiendo que era el discípulo y el apóstol preferido por Jesús, sino que se refería a sí mismo en el evangelio, como al discípulo a quien más amaba Jesús.
Está muy involucrado Juan con Jesús. Es el apóstol de confianza, aquel a quien le reveló más secretos. Es aquel a quien Jesús le entregó su madre, que es la Iglesia, para que, con las alas de águila de Juan, la llevase lejos de Babilonia la grande, lejos de Roma en forma espiritual, lejos de la ramera, mientras pasan los tiempos de las naciones, los tiempos de la impostura de anticristo (Apocalipsis 12:1-6 y 13-17).
Siendo Juan aquel apóstol que debe volver para profetizar a los pueblos (Apocalipsis 10:11), siendo que permanecerá hasta la venida del Señor (Juan 21:22), así y todo, Juan desaparece en el evangelio que escribió sobre la vida de Jesús.
Juan solo se menciona a sí mismo con nombre propio, cuando tuvo que enumerar la lista de los doce apóstoles. Es un respeto grande y lleno de la sabiduría, opuesta en todo, esta sabiduría de los evangelios, a las enseñanzas Pablo, que han seducido a las naciones durante dos mil años.
8. Sin negarse no hay evangelios, ni apóstoles, ni cristianos.
En los evangelios llamados apócrifos Jesús queda opacado por personajes secundarios y por los escritores. Son muy de este mundo. Ese es uno de los elementos para saber que los cuatro evangelios sí son los que deben ser. Si Jesús para dar a conocer al Padre se niega a sí mismo, por consecuencia los evangelistas para dar a conocer a Jesús se niegan a sí mismos. Sin negación de sí mismo no hay fidelidad en lo escrito. También los doce apóstoles de Jesús, que hablan autorizados en nombre de Dios, se niegan a sí mismos. Todos son uno con el Padre porque se negaron a sí mismos. La negación de sí mismo es imprescindible, para ser discípulo de Jesús, nacido de la lectura los cuatro evangelios y de las enseñanzas de los doce apóstoles.
Es imprescindible negarse a sí mismo para dar testimonio real de Jesús, ya sea para predicar o para escribir sobre él. La falta de negación convierte al ser humano en usurpador de la gloria de Jesús, lo convierte en anticristo. Anticristo no es el que está contra Cristo, sino el que se desvía tan solo un poquito a la humanidad. Como Pablo, que en vez de negarse a sí mismo, tenía que afirmarse a sí mismo y llamar mucho la atención sobre su persona para atraer a los humanos hacia él. Jesús, contrario a Pablo, atrajo a todos a sí por la negación de sí mismo, al dar su vida en la cruz para cumplir el plan del Padre.
Negarse a sí mismo es la esencia del cristiano, de todo seguidor de Cristo, es algo que no se puede dejar de hacer, y no se puede dejar de buscar durante toda la vida hasta el último minuto. Negarse no es algo opcional. Negarse a sí mismo es la única forma de ser uno con Cristo y con el Padre, no hay otra forma de ser cristiano. Sin negación no hay evangelio de Jesús. Negarse a sí mismo es el sendero de los nadie.
9. Nadie puede escribir un quinto evangelio.
Nadie puede escribir un quinto evangelio, puesto que no hay cinco ángeles, no hay cinco querubines, no hay cinco vivientes, delante del trono de Dios, dando testimonio de Jesús por toda la eternidad, rodeando al cordero de Dios. Nadie tiene ese poder. Nadie es tan importante. Hay muchos evangelios escritos desde los primeros tiempos, pero solo hay cuatro evangelios autorizados por Dios mismo, solo hay cuatro seres vivientes. Los profetas Ezequiel y Juan vieron solo a cuatro vivientes delante del trono de Dios. (Ez 1: 1-7), (Ez 10: 9-22), (Apocalipsis 4: 1-10). No fue visto un quinto ángel, un quinto serafín, un quinto viviente.
Nadie puede ser un quinto viviente, un quinto querubín, un quinto evangelio, igual que nadie puede ser el treceavo apóstol de Jesús, pues Jesús a nadie constituyó como su treceavo apóstol. Anatema ha sido, es y será siempre quien pretenda ser, ya sea quinto evangelio o el treceavo apóstol, y ambos anatemas se hizo Pablo, para poner a prueba a los cristianos de toda la Tierra y de todos los tiempos. Pablo, para poder seducir a miles de millones de seres humanos, tenía que pretender ser el treceavo apóstol y pretender tener un evangelio propio aparte de los cuatro evangelios, y así lo hizo.
10. Si aceptas evangelios humanos, pierdes a Jesús.
Los cuatro evangelios no son libros sujetos a aprobación de lectores, ni pueden ser objeto de premios de literatura. Son una llave para abrir la puerta al infinito. Si cambias las enseñanzas de los cuatro evangelios, por enseñanzas humanas, pierdes a Jesús. Los cuatro evangelios son algo nunca visto sobre la faz de la Tierra. Los cuatro evangelios no son de este mundo, no son de la Tierra. No hay tesoro que pueda comparárseles a los cuatro evangelios. Nada hay sobre la Tierra semejante a esos cuatro evangelios, ni hay algo más importante que esos cuatro evangelios, ni lo habrá sobre la Tierra.
Al elogiarlos a ellos cuatro, como la fuente celestial de donde mana la sabiduría de Dios, que desciende del Cielo a la Tierra, según fueron revelados por Dios, no estamos desestimando a los demás escritores y escrituras, ni destruyéndolos, solo estamos reconociendo el lugar de escrituras sagradas, eternas, que no pasarán, lugar sagrado dado por Dios, a esos cuatro evangelios cuando los creó, desde la eternidad. Los cuatro evangelios son el código de Dios, los demás libros son de la Tierra. Si alguien da un testimonio de Jesús no procedente de la fuente celestial, no procedente de los cuatro evangelios, no está unido a la vid, no tiene a Jesús, no va por el sendero de Dios.
11. Juan vio a un ángel volando con un evangelio.
En el apocalipsis, Juan vio en el Cielo, al final de los tiempos, a un ángel volando, con un evangelio eterno procedente del Padre, para predicarlo a los moradores de la Tierra, a toda nación, tribu lengua y pueblo (Apocalipsis 14: 6). ¿Será ese un supuesto quinto evangelio, el esperado por gran parte de la humanidad, que esperan que alguna palabra, de un momento a otro, cambiará la forma de ver el cristianismo?
Pero no lo vio Juan como un quinto evangelio, una verdad adicional sobre Jesús. No vio Juan a ese ángel volar por lo alto de Cielo con un nuevo evangelio, sino que es un evangelio eterno dado para los hombres, al final del tiempo. Es al final de los tiempos que viene ese ángel, volando por lo alto del Cielo, con ese evangelio eterno, como testimonio a las naciones. No es un pregón destinado a que las naciones conozcan mejor a Jesús. Ese evangelio es, en verdad, un juicio a los hombres, que no creyeron en los cuatro evangelios de Jesús, y le añadieron las falaces enseñanzas de Pablo, y las enseñanzas de los demás teólogos y maestros humanos (Apocalipsis 14: 6-8).
De no ser suficiente con los cuatro serafines, con los cuatro evangelios, de ser necesaria una nueva revelación, un nuevo evangelio, entonces la enseñanza de Jesús hubiera sido incompleta, el Señor habría perdido su tiempo aquí en la Tierra, y los que no hubieran podido conocer esa revelación complementaria, estarían por fuera de la salvación, por tener información insuficiente. Ese evangelio eterno ha de coincidir, perfectamente, con los cuatro evangelios, y es la prueba de que Jesús fue fiel a la palabra que el Padre le dictó, desde el trono celestial, por lo que a su vez es el juicio de Dios, que cortará de raíz las falacias, que le había añadido Pablo, al evangelio de Jesús. Pero ya será tarde para los que traspasaron las enseñanzas de Jesús, porque ya será la hora del juicio de Dios, ya será la hora final, según dice el apocalipsis.
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