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¿Oras a muchos dioses sin darte cuenta?
Los
seguidores de Pablo, adoradores de palabras humanas, ingenuos, no creen que
todas las palabras y los deseos que se hallan en sus mentes, eso en sí mismo es
orar, a toda clase de dioses. No creen que se hacen idólatras sin darse cuenta,
extraviados por las enseñanzas de Pablo.
Creen que en sus mentes pueden hacer un paréntesis en sus palabras, que
pueden hacer una isla en sus pensamientos, para hablarle a Dios y que solo eso
es orar. Ni siquiera creen que escuchar
a Dios, o leer los evangelios es orar. Por eso incurren en el mucho hablarle a
Dios. No creen que durante todo el día
oran, no creen que incluso durante el sueño oran.
Que
realidad tan diferente tiene Jesús para mostrarte, después de los milenios de
las naciones, extraviadas por las falaces enseñanzas de Pablo. En el principio era el verbo. Todo se ha hecho con el verbo. Sin el verbo no se ha hecho algo de cuanto ha
sido hecho. Nosotros no somos carne, no
somos cuerpo, somos almas, conformadas por palabras, que fueron plantadas y
crecieron en los cuerpos. Por eso nuestra identidad no es la carne, sino las
palabras que oímos, pensamos y hablamos.
Por esto dice Jesús que, aunque nada material nos llevamos de este mundo
al más allá, las palabras que hablamos durante toda nuestra existencia, sí nos
las llevamos. Y por esas palabras, que son nuestra identidad, el Señor nos va a
declarar justos o nos va a condenar.
Al
hacerles creer Pablo a sus seguidores, que orar es una isla de palabras a Dios.
Formada en el mar de las muchas palabras del día de un ser humano, impide que
se den cuenta que toda palabra, toda frase, es oración. Y que, por lo tanto,
muchas de esas palabras y frases, son oraciones a supuestos dioses materiales o
a espíritus de maldad, odio, lujuria, ira, rencillas. Pablo extravió las mentes a sus seguidores, y
no ven que, durante todo el tiempo de sus vidas, son en sí mismos, una oración
a diferentes potestades espirituales.
Es
tal el poder del verbo, que Luzbel le decía a Jesús: “Si eres hijo de Dios
ordena” (Mateo 4:3). también enseñó
Jesús que, si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: vete
de aquí a allá, y se irá, y todo cuanto con fe pidiereis en la oración creed
que lo recibiréis y se os dará. La verdadera enseñanza de Jesús entonces es, transformar
todas las oraciones de nuestra mente, de todo el tiempo, en oraciones lo más
altas posibles, lo más celestiales posible, todo nuestro hablar, todo nuestro
oír, todo nuestro pensar. Para así dejar de orar a otros dioses, a otras
potestades espirituales del lado oscuro, del lado del mal.
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