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Del costado de Jesús, salió sangre y agua.
“Pero
uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza, y al momento salió sangre
y agua. Y el que lo ha visto ha dado
testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice la verdad, para
que vosotros también creáis” (Juan 19: 34-35).
Esta
frase del evangelio de Jesús según Juan, en sí misma está diciendo que ella
guarda un misterio, que ese misterio ha sido falseado y que a aquel a quien le
sea revelado el misterio comprenderá algo reservado desde la eternidad. También en una de sus epístolas, el apóstol
Juan, escribe así: “Él es el que vino por el agua y por la sangre. No solo con agua, sino con agua y con
sangre. Y el Espíritu es el que da
testimonio, porque el Espíritu es la verdad.
Porque tres son los que dan testimonio en el Cielo: el Padre, el verbo y
el espíritu de Jesús, y estos tres son uno.
Y tres son los que dan testimonio en la Tierra: el Espíritu, el agua y
la sangre, y los tres concuerdan (1ª de Juan 5: 6-8). Toda esta escritura
sublime, toda esta señal se perdió por siglos, debido a las enseñanzas de
Pablo, con sus mensajes sobre el agua, como un mal elemento para el cuerpo
humano. Una sola frase de Pablo a uno de
sus discípulos ha extraviado a miles de millones de seres humanos, del sendero
de la verdad dejado por Jesús, en sus cuatro evangelios.
Si
dejamos de lado las enseñanzas de Pablo, el verdadero cristianismo ilumina el
alma de los creyentes, y en verdad Jesús hace así nuevas todas las cosas según
su promesa. Que daría libertad al pueblo de Dios, a los hijos de su palabra,
que un día saldrían en paz de la cautividad de la Gran Babilonia espiritual, la
de las enseñanzas de Pablo. Ese que ha sido el falso profeta, que ha seducido y
extraviado a las naciones, durante estos dos mil años, con las señales y
prodigios que le fue dado hacer delante de la bestia.
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