49.
El Padre no tiene, ni tendrá rivales, ni oponentes.
El
Padre, siendo omnipotente, omnipresente y omnisciente, no tiene enemigos, el
Padre no tiene opositores, el Padre no tiene siervos rebeldes, ni siquiera uno,
ni siquiera Luzbel. Al padre nada le
falla, el Padre no se descuida, el Padre no comete errores. Nadie se le puede dañar o torcer al Padre, a
menos que el Padre lo haya previsto. El
Padre no es presa de conspiradores que, ocultos a su presencia y lejos de su
saber, tramen rebeliones en contra de Él.
Nadie puede rebelarse en contra de la voluntad de Dios y sobrevivir, a
menos que Dios prevea que así debe ser, pues nadie es tan poderoso, tan sabio y
tan grande como Dios. Nadie es rival de
Dios, nadie se opone a Dios, nadie hace obras fuera de la voluntad de
Dios. Nadie es semejante a Dios. Nadie es imprescindible al lado de Dios. El Padre todo lo sabe, el Padre todo lo
ve. Nada hay en el universo que el Padre
no vea, nada hay en el universo que el Padre no sepa, absoluta mente nada. El Padre en ningún momento deja de ver todo
el universo, en su todo y en sus partes, por diminutas que nos parezcan. El Padre Está en todas partes. El Padre todo lo ocupa. El Padre está en todo el universo infinito,
pero el Padre también está en todas las partes de ese universo. Por lo tanto, en el Padre está el universo
mismo
Según
Jesús, el Padre ya sabe cómo sucedió toda la historia humana, el Padre ya sabe
cómo nos fue a todos y a cada uno de nosotros en nuestras pruebas. Según Jesús, el Padre ya sabe si fuimos
vencedores o si fuimos vencidos. Según
Jesús, el Padre ya hizo el juicio final, el Padre ya vivió el juicio final,
desde el principio de todos los tiempos, desde la eternidad, porque para el
Padre el tiempo no existe. Para el Padre
todos los seres humanos vivimos al mismo tiempo, según enseñó Jesús, que es el
único que puede dar a conocer al Padre.
Para Jesús, igual que para el Padre, nadie puede ser su oponente, su
rival, pues nadie está a su altura.
Jamás se le oyó decir a Jesús que Luzbel era su oponente. Jamás los demonios, al estar en la presencia
de Jesús le decían que era su oponente, sino su amo y le obedecían sumisos en
todo.
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