73. Cada humano acertó o erró por sí mismo, no por los ángeles.


73. Cada humano acertó o erró por sí mismo, no por los ángeles.  
Igual que en el pasaje del libro de Reyes los humanos estaban recibiendo profecías falaces (1º de Reyes 22:1-40), así mismo la abominable desolación en el lugar que no debe, es las enseñanzas de hombres, como las de Pablo, siendo recibidas, adoradas y seguidas como palabras de Dios, por miles de millones de humanos, durante largos dos mil años.
La verdadera gran tribulación espiritual es esa masacre descomunal, es la muerte espiritual de miles de millones de preciosas almas de seres humanos, todos ellos superiores a los arcángeles. Esa masacre de almas que ha pasado silenciosa, desapercibida, como si no hubiera sucedido, hasta el día del juicio final de Jesús sobre todos los seres humanos. La sangre de las almas heridas y asesinadas en la cruda batalla, que corría a cántaros, formando ríos caudalosos e inundando valles, según lo predijo Jesús, que la sangre de la vendimia de la tierra sería desbordante, hasta los frenos de los caballos de los verdugos; esa sangre no era roja, ni olía a pestilencia su podredumbre cadavérica, ni se oía el lamento agónico de los heridos en ese silencioso combate de palabras, porque es la gran tribulación a un nivel de espíritus, no de cuerpos humanos. Esa preciosa sangre derramada, que se ha desperdiciado, por milenios, formando ríos, inundando valles y creando mares, es el verbo de las almas, que se derramó en vano, en pos de palabras humanas, las cuales adoraron y las llamaron palabra de Dios. Ese día todos verán que esa era la anunciada gran tribulación, y ni se dieron cuenta.
Llegará el día en que la humanidad entienda con claridad esa gran masacre de almas perdidas, no fue causada por los ángeles que propusieron el error, sino porque cada uno eligió libremente la falacia como si fuera la verdad. Las almas que perdieron la vida con palabras humanas ni se dieron cuenta que eran muertos vivientes sino hasta el día del juicio final.


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