60. Los ángeles, si
pudieran, desearían tener libre albedrío.
Esta
verdad, desconocida por la mayoría de los cristianos, la confirmó Pedro, cuando
escribió que los ángeles, desde siempre y por siempre, si pudieran desear,
desearían ser como nosotros. (1ª De Pedro 1:10-12). Porque los ángeles no
tienen deseos propios, como nosotros los tenemos. Y por error, vemos a los
ángeles como somos los humanos.
Los
ángeles no pueden decidir ser buenos o malos. Pues ellos son los ejecutores
directos de la voluntad de Dios, son sus soldados. Ellos son en sí mismos la
voluntad de Dios en ejecución. Al espíritu que Dios le asignó hacer el trabajo
sucio, o de infiltrado, o de demonio, a ese le corresponde hacerlo y punto. Y esos
ángeles, ni desean, ni deciden, si obedecen o no.
Los
ángeles, no se ponen a pensar, que mejor hubieran querido, hacer o no hacer,
esto o aquello, que les fue ordenado desde el trono celestial. Ninguno de ellos
desea la misión de otro ángel. Ninguno desearía, que no le hubiera
correspondido hacer lo que pudiera considerar, algún trabajo desagradable. Todo
eso sí nos sucede a nosotros, pero no a ellos. Ni uno solo, de entre todas las
miríadas de ángeles, incluidos los del lado oscuro, tiene ni el más mínimo
conflicto de autoridad con Dios.
El
afirmar que los ángeles no tienen libre albedrío, a primera vista, parece contradecir
lo escrito por Pedro (2ª de Pedro 2:4) y Judas (1:6-9) en sus epístolas, dónde
dicen que Dios condenó al infierno a los ángeles que pecaron. Dicen que Dios no
los perdonó. Pero se puede entender que la afirmación de Pedro y Judas hace
énfasis en que, si esos ángeles fueron enviados por Dios a hacer el trabajo de
probadores, a proponerle a todos los seres humanos lo oscuro, lo malvado, aun
así, habiéndolos enviado Él, no los trajo de nuevo a su lado. Dios no limpió a
esos ángeles, de esa iniquidad que crearon para probar a los humanos, no los
restauró. Sino que, los condenó a compartir el destino preparado para aquellos
humanos que les hicieron caso. Si a ellos, que fueron creados para esa misión
oscura, Dios no los perdonó, ¿qué se dejaría para los humanos? Esa parece ser
la palabra de Pedro y Judas.
Ahí
se puede entender más la afirmación de Pedro y Judas, que no se debe blasfemar
de esos ángeles oscuros, como no lo hacía el arcángel Miguel, sino que decía, “que
el Señor te reprenda oh, Luzbel”. Miguel no lo hacía aun siendo el antagonista directo
de Luzbel en las mentes humanas. Porque el antagonista de Luzbel no es Dios, ni
es Jesús. Luzbel es sumiso en todo a ellos dos y los adora como su siervo. Si no
fuera así no serían Dios. Entonces esto ayuda a entender que los ángeles (Miguel
y Luzbel) no son enemigos entre sí. Como parecería a primera vista, sino que
compiten por obtener la decisión libre de las mentes humanas.
Para
los ángeles, entonces, no hay objeción de conciencia; ellos jamás se oponen a
una orden de Dios. Ellos fueron creados así. Ellos hacen lo que Dios les ordena
hacer. Ellos son los espíritus del bien y del mal, enviados por Dios a toda la
Tierra. Todos los ángeles, sin excepción, son soldados perfectos. Ejecutores al
cien por ciento de la voluntad de su grandioso general celestial, sea cual ella
fuere. Pues ese general celestial y solo Él, en sus tres personas distintas,
Padre, Hijo y Espíritu de Jesús, está por encima del bien y del mal.
Todo
aquel que desee, de verdad, entender la palabra de Dios no olvide esto: Él, y
solo Él, (Padre, hijo y Espíritu de Jesús), está por encima del bien y del mal.
El que no lo tenga en cuenta, jamás conocerá bien la palabra de Dios.
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