61.
Los ángeles residen en nuestras mentes, por tanto, son menores que nosotros.
Las
mentes humanas tienen todo el tiempo, a los ángeles del lado oscuro, y a los
ángeles del lado de la luz, unidos, enviados a todos. Esos ángeles proponen
toda clase de deseos, que son los frutos del árbol de la ciencia del bien y del
mal. Ese árbol que fue dado a probar, por Dios mismo, al hombre en el paraíso
terrenal, cuando dijo: De este árbol no comeréis (Génesis 2:17). Prohibiendo
comer de ese árbol, puso en el hombre la posibilidad de decidir.
Luego
apareció allí en el paraíso, un ángel del lado oscuro, obviamente. Apareció con
el consentimiento de Dios, enviado por Dios. A ese ángel le fue dado por Dios,
hacer que naciera en todos los humanos el deseo de probar ese fruto que había
prohibido y que el hombre no tomaría. Ese ángel oscuro consiguió que el hombre,
por primera vez, tuviera el deseo de hacer su propia voluntad y no siempre
obedecer a Dios. Por tanto, esos frutos del árbol de la ciencia del bien y del
mal, son la esencia humana, son el libre albedrío. Aquello que hizo al hombre diferente
a todo el resto de la creación, la cual va en paz y en orden cantando, la
gloria de su hacedor.
Todo
está en perfecta armonía, menos los humanos, por ese caos de deseos en todas
las mentes, desde el momento de probar, todos al nacer, los frutos de ese
árbol, en el paraíso terrenal, cumpliendo el itinerario que Dios había trazado
al hombre, desde la creación misma. Porque tomar los frutos de ese árbol,
tampoco sucedió en contra de la voluntad de Dios: Pues en todo el universo,
nada sucede en contra de la voluntad de Dios, que es todo poderoso, todo lo
sabe, todo lo ve y está en todas partes. Esos son los no bien entendidos
atributos de Dios. Solo quien los tenga en cuenta siempre, sin olvidarlos,
entenderá la palabra de este Dios, que es omnipotente, omnisciente y
omnipresente.
Por
lo tanto, hasta en los más oscuros y en los más ardientes rincones del
infierno, Dios es el Rey absoluto, sin discusión alguna, por siempre y para
siempre. El árbol de la ciencia del bien y del mal fue creado exclusivamente
para el hombre, para el día que deseara tomar el primero de sus frutos.
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