68.
En el cristianismo los ángeles mentirosos están fieles haciendo su tarea.
Cuando
las mentes llegan al cristianismo se relajan y dan por hecho que todo lo que
les dicen es verdad absoluta. Creen que ya no hay más pruebas, ni más engaños.
Pero también está sucediendo ese espíritu de engaño adentro del cristianismo,
autorizado por Dios, para que ejerzamos los humanos nuestro libre albedrío.
Cuando
los hombres creen, que las palabras de otros hombres, diferentes a Jesús, entre
ellas las Pablo, son la palabra de Dios, caen en un poderoso engaño enviado
desde el Cielo, para ponerlos a prueba. No es que todo lo que diga Pablo sea
mentira, él tiene sublimes enseñanzas verdaderas sobre Dios. Pero, aunque diga
muchas verdades, como cualquier ser humano las puede decir, y aunque las
acompañe de milagros, sus palabras jamás serán la palabra de Dios, solo son
palabras humanas, inspiradas por Dios, pero sujetas a error humano. En esas
palabras humanas, Pablo fue el que les dio a entender que todas las escrituras
tenían el mismo valor divino, de las palabras de Jesús (2ª a Timoteo 3:16). En
esa frase Pablo rebajó a Jesús, trató de tomar su gloria, y ni se dan por
enterados. Ese error humano, ha desviado durante miles de años, a miles de
millones de incautos.
Veía
Jesús a Luzbel descender desde el Cielo como un rayo. (Lucas 10:18) (Hechos
9:3-4) Descendía autorizado por Dios, para poner a prueba a todos los habitantes
de la Tierra. (Apocalipsis 12:9). Cuando, sumisos, ingenuos y crédulos, adoran
esas palabras de grandes hombres, y las llaman palabra de Dios, justamente caen
derribadas de lo alto sus almas, y se estrellan en el suelo. Como cayó Saulo
(Hechos 9:3-4), como también cayó el rey Acab. Adoran lo del suelo, no adoran
lo del Cielo.
Los
miles de millones de extraviados, por tan sutiles falacias, no fueron víctimas
de los engaños enviados del Cielo, junto con la palabra de Jesús, sino que son
víctimas de sí mismos, al elegir el error como verdad. Crear absolutamente todo
en el universo, tanto lo bueno, como lo malo, hace parte de los atributos de
Dios, el cual está, precisamente, muy por encima del bien y del mal. No podemos
juzgar nosotros a Dios, como si fuera un humano. Él es mucho más que humano o
ángel, y sin duda alguna, Él ha creado todo el bien y todo el mal que hay en el
universo.
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