255. ¿Jesús entregó la iglesia a Juan?


255. ¿Jesús entregó la iglesia a Juan?
En el apocalipsis, hay una señal que puede confirmar que Jesús le entregó verdaderamente la Iglesia a Juan y no a Pedro. Dice que apareció en el Cielo una señal “grande y maravillosa”. Una mujer revestida del sol, con la luna debajo de sus pies y una corona de doce estrellas en la cabeza.  Estaba encinta y gritaba por los dolores y las angustias del parto. Pero apareció en el Cielo otra señal como antagonista: Un enorme dragón, de color rojo encendido, que tenía siete cabezas y diez cuernos y una diadema en cada cabeza.  Con la cola arrastró la tercera parte de las estrellas del Cielo, y las arrojó sobre la Tierra. 
Cuando la mujer estaba a punto de dar a luz, el dragón se plantó delante de ella, para devorar a su hijo tan pronto como naciera.  Ella dio a luz un hijo varón, que gobernará a todas las naciones con puño de hierro.  Pero ese hijo fue arrebatado y llevado hasta Dios, que está en su trono.  Y la mujer huyó al desierto, a un lugar que Dios le había preparado para que allí la sustentaran durante mil dos cientos sesenta días (Apocalipsis 12: 1-6). Cuando el dragón se vio arrojado a la Tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al Mesías.  Pero a la mujer se le dieron las dos alas de la gran águila para que volara al desierto, al lugar donde sería sustentada durante un tiempo y tiempos y medio tiempo, lejos de la vista de la serpiente.  La serpiente, persiguiendo a la mujer, arrojó por sus fauces agua como un río, para que la corriente la arrastrara. Pero la tierra ayudó a la mujer: abrió la Tierra su boca y se tragó el río que el dragón había arrojado por sus fauces.  Entonces el dragón se enfureció contra la mujer, y se fue a hacer guerra contra el resto de sus descendientes, los cuales obedecen los mandamientos de Dios y se mantienen fieles al testimonio de Jesús (Apocalipsis 12: 13-17).
Juan es el águila que protege a la mujer lejos de la bestia y del falso profeta (Apocalipsis 4: 7). Es este Juan, el que permanece, y al que le fue entregada la madre de Jesús, justo antes de morir Jesús en la cruz. Para que Juan protegiera a esa mujer, a esa Iglesia, mientras pasan los tiempos de las naciones. Las cuales tratarán de pisotear las enseñanzas de Jesús y a los que de verdad las siguen, para lo cual se han confabulado los príncipes de la Tierra. han dado su respaldo a la bestia (iglesia romana) y al falso profeta (Pablo), que han seducido y extraviado a las naciones.  La virgen, la novia del cordero, requiere ser protegida aparte, durante un tiempo, mientras pasa la cautividad espiritual de la Gran Babilonia, la madre de las rameras y de las abominaciones de la Tierra. Esa es la usurpadora, la hechicera, contraria a la Iglesia virgen que se desposará con el cordero.
Si a Pedro le dio el Señor la ramera. Si a Pedro no le dio el Señor a su madre, no se la entregó para que la cuidara. Si la madre de Jesús, María, se la dio el Señor en persona a Juan, entonces la iglesia la tiene Juan.  Pedro es la base, la piedra sobre la cual será edificada la iglesia. Y Juan, que es el águila, trae esa Iglesia del lugar espiritual secreto, donde le fue dado esconderla, mientras pasan los tiempos de las naciones. La trae después de estos tiempos sombríos de Pablo, y hace nido con ella sobre la roca, sobre las naciones. 
Entonces es válido esperar que la virgen no esté en Roma, pero sí se va a aparecer. La mujer con la corona de doce estrellas en su cabeza es la Iglesia de los doce apóstoles de Jesús. La única Iglesia en la cual Jesús en carne y sangre fue el Pastor, el ministro, el sacerdote. En la cual el mismo Jesús ofreció a Dios Padre, el sacrificio de su propia carne y sangre.  Esa mujer también, a la vez, es la madre del Mesías.  En una sola persona están las dos identidades, haciendo de ella otra primogénita de todas las mujeres, con doble herencia.  Ella, María, es la mujer fiel, es la contraparte de la ramera, de babilonia, la infiel.


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