283.
Cuarenta días de ayuno.
Nacer
del agua representa algo más que bañarse en un río. Representa algo más que ser
rociado por agua. Dice Pedro que el agua
del bautismo nos salva como un antitipo. Como una señal del verdadero nacer del
agua preparada para los seguidores de Jesús.
Si alguien entiende la importancia del agua y la neutralidad del agua
cuando se trata de ayunar, puede abrir la puerta estrecha de los cuarenta días
de ayuno. Por esa puerta ya han entrado Moisés, Elías y Jesús. Ellos tres
tienen en común cuarenta días de ayuno y oración. Como consecuencia de ello, los tres tienen en
común que de ninguno de los tres hay tumba sobre la Tierra. Moisés dejó ir al pueblo para entrar en la
Tierra prometida. Y dice la escritura que Dios se encargó de él. El pueblo de Israel se despidió de Moisés, y
siguieron su sendero hacia la Tierra prometida, algo muy extraño. Lo mismo le sucedió a Elías, que fue llevado
al cielo por un carruaje de fuego, por lo cual no hay tumba de Elías. No hay indicio ni señal de la muerte de Moisés
y Elías.
Moisés,
Elías y Cristo, estaban el día de la trasfiguración juntos, hablando de la
partida de Jesús, que había de cumplirse en Jerusalén. Y hablaban delante de
Pedro, Santiago y Juan, que los oían sin poder entender en ese momento la razón
de ser de tan extraño encuentro. Quiere
decir la escritura, en su lenguaje de símbolos celestiales, que en el agua hay
un sendero, establecido por Dios para sus siervos. Un sendero de cuarenta días
de agua pura, un sendero de poder y de vida infinita. Muestra la escritura, que ellos tres, luego
de haber ayunado cuarenta días, eran poderosos sobre las fuerzas de la
naturaleza. Lo que ellos decían era obedecido por las nubes, por el agua, por
el aceite. Hasta la muerte obedecía a sus palabras, puesto que resucitaron
personas y no hay tumba de ellos.
Jesús
es Dios, pero Moisés y Elías solo son seres humanos. Tan sujetos a pasiones y
errores como cualquier humano, como Pablo.
Por esto sucedió que el día de la trasfiguración, mientras Pedro decía
que hicieran tres tiendas, una para Jesús, otra para Moisés y otra para Elías,
los cubrió una nube y se oyó una voz del cielo que decía: “este es mi hijo, el
amado, a él oíd”. Y cuando la nube se desvaneció, ya nadie estaba al lado de
Jesús, pues ni Moisés ni Elías eran dignos de estar al lado de Jesús, luego de
esa frase del Cielo. Las palabras de nadie
deben ser oídas como palabras de Dios además de las de Jesús, Él es el único
camino formado en el agua, hacia el reino de los Cielos.
Debido
a las enseñanzas de Pablo y de sus seguidores, el mensaje de los cuarenta días
de ayuno y oración, que nace de las enseñanzas de Jesús, no ha sido aún
estudiado por los cristianos. Es uno de los mensajes más sublimes. Uno de los
mensajes superiores de Dios a los humanos. Pablo dice que los seres humanos no
deben tomar agua porque es mala para el estómago. Lo cual ha sido tomado como
palabras de Dios mismo. Una sola frase
de un ser humano, una opinión humana, sujeta a errores, ha desviado del sendero
a miles de millones de humanos. Esta
desafortunada enseñanza ha impedido que por siglos los cristianos entiendan que
para ayunar pueden beber agua, pues de agua estamos formados. Un ser humano no aguanta cuarenta días de
ayuno sin beber agua. A lo sumo el ser humano dura sin beber agua unos veinte
días, a menos que medie algún milagro que le de vida sin agua.
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