34.
Jesús enseñó que millones serían enviados a Él de todas las naciones.
Que
vendrían a Él desde todos los confines de la Tierra. Vendrá a Jesús, lo mejor de las naciones,
enviados todos hacia Jesús, por el Padre. Pero no vendrán a Jesús los que los
seres humanos creen que son los mejores, sino los que el Padre decida llamar. El Padre es el que envía a los seres humanos
hacia Jesús, no es potestad humana, reconocer a Jesús como único enviado de
Dios.
Los
israelitas, creían que era potestad humana y le pedían a Jesús que les
comprobara que él era aquel Mesías que ellos estaban esperando. Si el Mesías es su superior, ninguno que lo
sea, les va a demostrar quién es. Antes, por el contrario, les va a exigir que
lo reconozcan ellos a él, sí son los suyos. Jesús no tenía por qué, demostrarle
a su pueblo, ni a los sumos sacerdotes, ni a los escribas, ni a los fariseos,
que Él era el Mesías. Sino que ellos, tendrían necesariamente que reconocerlo. Por eso Jesús siempre se oponía a darles
pruebas de su divinidad, con evidente disgusto.
Todo aquel que es de la verdad, reconoce al creador de la verdad sin que
se lo tengan que demostrar, oye la voz de Jesús como divina y no reconoce como
de Dios las palabras que no son de Jesús.
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