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La verdad estaba preparada para la cautividad en Babilonia.
“El
que está destinado para la cautividad, a la cautividad irá, y que el que está
destinado a morir por la espada, por la espada morirá. Ahí está la paciencia y
la fe de los santos”(Apocalipsis 13:10). El cristianismo estaba predestinado
para la cautividad en Roma. Estaba predestinado a que nadie pudiera salir de la
religión romana, sin perder la verdad, sino cuando de dieran los tiempos
establecidos por Dios.
Dice
la escritura que muchos israelitas trataron de escapar de Babilonia, por su
propia fuerza. Pero nadie pudo salir antes del tiempo decretado por Dios. Todos los que pretendieron evadirse de
Babilonia, fracasaron. Todo eso sucedió no
por capricho, sino como aviso a todos los cristianos. Por miles de años han
estado cautivos, de las palabras de Pablo, romano, israelita y fariseo. La cautividad del cristianismo en la
Babilonia espiritual ha sido padecida mientras se cumple el plazo dado por Dios
a las naciones, para que lleguen a conocer su nombre.
La
cautividad de los doce apóstoles de Jesús y su iglesia secuestrada por las enseñanzas
Pablo (el anticristo), ya está por terminar. En la Babilonia del pueblo de
Israel, cuando se cumplieron los tiempos, el rey Ciro, mandó a llamar a
Zorobabel, gobernador de los judíos y también hizo llamar a Josué, sumo
sacerdote de Israel. Cuando ellos dos se presentaron delante de Ciro, él les
dijo que podían tomar de los tesoros de Babilonia cuanto necesitaran para
reconstruir el templo de Jerusalén. El templo había sido arrasado durante la
cautividad, quedaban solo quedaban los cimientos del templo, su piedra de base,
su “Pedro” de ese entonces.
Ciro,
les dijo que el Dios de ellos lo había puesto ahí para ayudarles en esa misión.
Para que salieran en paz y pudieran reconstruir el templo. Para que ocuparan de
nuevo su tierra. El pueblo de Israel había llegado al final de su larga
cautividad. Ciro les ofreció a Zorobabel y a Josué, la protección de los
ejércitos de Babilonia, para que pudieran llevar término la misión. Esta tarea les
fue encomendada por el rey de Babilonia, por orden de un Dios al cual el rey
Ciro no conocía. El Dios de Israel,
ungió en Babilonia, a un rey pagano para que liberara en paz al pueblo de Israel. Todos estos sucesos, según Pedro, el grande,
no el menospreciado por Pablo, han de darse en el cristianismo, cautivo ahora en
Roma, en la Gran Babilonia espiritual (1 Pedro 5:13).
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