6. Hasta en los más grandes profetas se hallan graves
errores.
Los
profetas de la antigüedad vieron muchas visiones, verdaderas en gran parte, y
los seres humanos han tomado, por siglos, las palabras de esos profetas, como
palabras que Dios habló. Hoy en día se han multiplicado por millones los profetas,
y ven visiones verdaderas.
Cuando
Jesús hablaba de unas profecías del antiguo testamento, profecías muy puntuales
sobre el Mesías, que se habían cumplido, no estaba diciendo que todo lo que
esos profetas del pueblo de Israel habían profetizado, era verdad de Dios
eterna, absoluta, e inobjetable. Ni estaba diciendo que, por ello, esos
profetas tenían la salvación asegurada. Sino que Jesús decía que, en esas
profecías puntuales, verdaderas, entre muchas otras no acertadas, ellos fueron inspirados
por el Espíritu de Jesús. Jesús no necesitaba decir que en otras profecías no
habían acertado. Él solo estaba resaltando que ya había sido profetizada su
venida y su pasión, por hombres comunes.
Jesús,
sin que le hayan prestado mucha atención estos dos milenios, enseñó que la
mayoría de los profetas de todos los tiempos, no trabajaron solamente para
Dios, sino que además de sí trabajar a veces para Dios, también profetizaron
muchas veces para Luzbel, sin saberlo (Juan 8: 38-45) (Judas 1:9).
Según
el propio Jesús, a muchos de los siervos de Dios, admirados por la humanidad
durante miles de años, poderosos y visionarios, que pretenderán entrar al
Cielo, Él les dirá que no los conoce, que son hacedores de maldad. Les dirá
esto muy a pesar de que ellos profetizaron en nombre de Jesús y en nombre de
Jesús hicieron muchos milagros y fueron columnas y pilares de la historia del
Pueblo de Dios (Mateo 7:22-23) (Juan 1:18).
El
día del juicio sobre toda la humanidad rebosará de sorpresas, en cuanto a los líderes,
jueces, reyes, teólogos, maestros de la palabra de Dios, que serán arrojados a
las tinieblas exteriores. No serán arrojados debido a sus aciertos, sino debido
a que con sus errores ayudaron a que se extraviaran los seres humanos. Ellos
realmente creían que eran verdaderos siervos de Dios, y por eso le contestan en
el juicio, antes de ser arrojados, que ellos profetizaron en su nombre, y en su
nombre hicieron milagros. Pero dice Jesús que traspasaron las enseñanzas de Él.
Ese día se lamentarán los que lo traspasaron (apocalipsis 1:7). Ellos se
engañaron a sí mismos con las magistrales falacias sobre Luzbel que creen
hallar en las escrituras, y con las falaces enseñanzas del hijo de Luzbel,
Pablo.
La
prueba más simple, directa y clara, de los errores de “todos” los profetas del
pueblo de Israel, es que todo ser humano que vaya en pos de la verdad entiende,
adentro de su mente, sin lugar a duda que, aunque hayan dicho por siglos lo
contrario, el Padre, el creador de la vida, jamás ha autorizado a hombre alguno
a asesinar a otros seres humanos, y menos en nombre de Dios. Ni siquiera Dios
estaba de acuerdo cuando exterminaban a los enemigos del pueblo de Israel. Pero
los profetas todos, grandes y pequeños, engañados, les decían a los reyes y
jueces de Israel, que era Dios mismo el que los enviaba a masacrar a sus
enemigos.
En
las palabras del antiguo testamento, quedan los ríos de sangre derramada en
nombre del Dios de la vida, como testimonio de algo que jamás ha debido hacerse
por parte del pueblo de Israel, por parte de sus profetas y sus dirigentes. Y
mucho menos, han debido tratar de legalizar dichas masacres y dichos
asesinatos. Asesinato es asesinato, cométalo el que lo cometa, por grande que
sea el ejecutor, por gobernante que sea, es asesinato. Estas objeciones para
“creer sin cuestionar”, han sobrevivido gracias a las hordas de ateos que han
atacado por dos milenios, esa fe ciega en las palabras de los profetas. Los
ateos, sin darse cuenta ellos mismos, han salvaguardado las verdades eternas,
en este y otros casos muy puntuales. Hay que decir que todos aquellos que
alzaron sus voces para reclamar contra este brutal adefesio de asesinar en
nombre de Dios, han sido guardianes y garantes de la verdad en la que no han
creído. Han servido para depurar la tarea de los buscadores. Ellos tenían que estar
aquí.